Sunday, November 28, 2010

La dialéctica del humo.

Foto: Iván Cañas.

La dialéctica del humo

Por Alfredo Triff
Tumiami blog.

No se pierdan la exhibición Lezáma Inédito de fotos de Iván Cañas en la Main Gallery del Miami Dade, Wolfson Campus, salto al 69 en la máquina del tiempo.

Acercarse a la intimidad de Lezama no era fácil. Se decía espacio de lo hermético, sanctum sanctorum del helenismo de la matriz origenista. Pero ni tanto. Iván Cañas lo demuestra: El ojo curioso, invitador, intuitivo, aleatorio, en busca del esplín sicológico. Pero el sujeto no es lógico sino poético y en este caso se resbala del lente. No lo digo por disminuir la labor del ojo que tira. Cañas conspira, su sujeto tiene otros planes. Lezama está cerca, demasiado. Cañas ha dado con lo fortuito, es "don exquisito, potente oportunidad".* El punctum de la camera lucida.

Compréndase el límite: Siempre habrá distancia uno-y-otro, el-y-yo, sujeto-y-objeto (para eso son, dueto). El problema de la foto es otro, es su dilema de no-ser. Ser es la cara redonda, de frente de madrugada, de pelo rizo cano, de nariz gentilicia, de bigote cuidado con olor a humo y café. No-ser es el reverso del universo, esqueleto del alfiler.

Reducir la separación entre colón y refugio, la mínima expresión del "espíritu en fronesis", melao del limen, himen del tú-y-el-yo de la parábola. Nada fácil, el lente es invasión, pero ocurre que en estas fotos se crea una demanda que dirige al retículo, le exige qué ver. Para decirlo mejor, la oposición se torna alianza sin trasdoblo de santos: Lezama se mira diáfano desde el lente de Cañas. ¿Cómo lo sabemos? Un cierto espíritu otro que transmuta el tabaco en pluma bucal. De ahí emana el alma del fondo. El asunto radica en la esencia del puro, la dialéctica del humo. Cañas consigue entreabrir esa vanidad espumosa envuelta en virutas "cual araña sonrosada que se traga el humo".

Hay una secuencia, mi preferida de estos retratos deliberados fortuitos i-cañeros, en la que Lezama cala el foco, mejor, seduce la antena justo en el montuno de la película. Empero, el poeta se defiende, tabaco en mano, contra el palo del tuerto. El "enigmático e imprescindible tabaco" le sirve de escudo cilíndrico, de ejercicio patricio, de defensa Ruy López. ¿De qué huye? Sin duda, de sí, del an sich que pulula las esquinas, la sospecha del no-ser de todo 69. Es entonces que el zumo nicotínico abre la llave y arranca del olvido la mirada inmanente y breviaria. Sonríe, improvisa a tropel, extemporáneo e incoativo, nervio en excurso, discurso del éter.

Cañas capta el mejor de los Lezamas: sin estruendo, sin estupor, sin frenesí. El Lezama absorto en la efímera bocanada, el ligamento del tendón del verbo, la máscara de la fumada, la batuta cromática de la mano orográfica. El Lezama libresco en su morro, su estancia de los vivos muertos, su ecclesia mística, su consulado de virtudes.
_____
*Las palabras entre comillas, tomadas de diversas obras lezamianas de mi escueta biblioteca.
"Lezama inédito", de Iván Cañas
Centre Gallery (edificio 1, 3er piso, salón 1365)
Wolfson Campus, 300 NE Second Ave.
Hasta el 17 de diciembre

Suicídame.

En la foto Yesler de la Cruz y Ana Paula Apollonio.

« Suicídame », cuando el teatro de Miami salta veinte años en una sola obra.

Las obras de teatro de Yoshvani Medina están creando sensación en Miami:

“Sinfonía” ha sido un gran triunfo en esta temporada, tanto por el alto vuelo del texto, la sorprendente puesta en escena, como por las actuaciones de primer nivel; “Probation” está compitiendo en New York por el premio de dramaturgia en español más importante de los Estados Unidos; y “Suicídame”, que ha sido premiada a nivel internacional, publicada y traducida en Europa, Estados Unidos y el Caribe, se encuentra en cartelera en el ArtSpoken Performing Arts Center de Miami.


La comedia dramática en la que un hombre disfrazado de mujer se enamora de una mujer disfrazada de hombre, regresa a escena hoy sábado a las 10 pm y mañana domingo a las 4 pm, rebasado el turbión de adrenalina del estreno.

El planteamiento formal de la obra es tan contemporáneo que parece que el teatro de Miami ha dado un salto de veinte años en una sola obra: los elementos de la puesta que al principio suscitaron una sonrisa incrédula hoy causan sorpresa y admiración.

Y es que darle una lámpara recargable a cada espectador para que haga las luces y la banda sonora de la obra, es un riesgo que no se ve todos los días en nuestro tiempo; para colmo, la obra se actúa en un espacio de apenas un metro de largo por metro y medio de ancho que, por medio de verdaderos sortilegios, se convierte en un cabaret, un buque de guerra, un parque, una casa, una piscina, la esquina de una calle, una consulta ginecológica clandestina…

El público se pone a realizar la faena que le toca en la construcción del show, recargando las lámparas entre las escenas e iluminando desde diferentes ángulos las partes más evocadoras de las composiciones.

Asistimos a una complicidad total entre dos actores que se dan hasta el límite de sus fuerzas y un público que los alienta a llegar al tortuoso final de su performance, como se anima a un maratonista a no claudicar antes de la meta.

“Suicídame” es una experiencia teatral única, un ritual humano que pone la inteligencia artística del hombre frente al entendimiento humano de los espectadores, sin rehuir la violencia y la crudeza de estos tiempos.

“Suicídame”, protagonizado por el cubano Yesler de la Cruz y la brasileña Ana Paula Apollonio.

Ciertas escenas pueden herir la susceptibilidad de los espectadores.

Dirección de Arte, afiche e identidad visual: George Riverón

Diseño de vestuario: Mariangel Roca.

Producida por Franklin Blanco.

Página web y media: Gabriel Graciano, de Cyrus Technologies.

Sábados a las 10 pm y domingos 4 pm, hasta el 19 de diciembre del 2011.

Entrada $20.

ArtSpoken Performing Arts Center

529 SW 12th Ave Miami 33130

305 528 3514

“Suicídame”, protagonizado por el cubano Yesler de la Cruz y la brasileña Ana Paula Apollonio.

Ciertas escenas pueden herir la susceptibilidad de los espectadores.

Dirección de Arte, afiche e identidad visual: George Riverón

Diseño de vestuario: Mariangel Roca.

Producida por Franklin Blanco.

Página web y media: Gabriel Graciano, de Cyrus Technologies.

Sábados a las 10 pm y domingos 4 pm, hasta el 19 de diciembre del 2011.

Entrada $20.

ArtSpoken Performing Arts Center

529 SW 12th Ave Miami 33130

305 528 3514

Visite www.artspoken.org

Santa Cecilia de Abilio Estévez. 4 funciones.


"Santa Cecilia" , obra de Abilio Estévez, estrenada en la Habana en 1994 en la sala Hubert de Blank por "Teatro Galiano 108", con la actuación de Vivian Acosta y bajo la dirección de José González, mantendrá sus funciones en la sede de Teatro en Miami Studio, en la 8st y la 25 Ave SW, los dias 3, 4, 10 y 11 de Diciembre, viernes y sabado a las 8:30pm. Para más información llamar al 305.551.7473.

Friday, November 26, 2010

Puerto de coral en Havanafama.

Foto: Miguel Pascual. Julie de Grandy, Daisy Fontao, Belkis Proenza y Oneysis Valido

PUERTO DE CORAL de Mikel Chávez García se presentará del 7 al 23 de Enero en Havanafama Teatro Estudio. Viernes y sábados 8:30 PM y domingos 7:00 PM. 752 SW 10 Ave. Bajo la dirección de Juan Roca, con las actuaciones de Daisy Fontao, Belkis Proenza, Julie De Grandy y Oneysis Valido. TRES FINES DE SEMANA SOLAMENTE. Reserve ya!! (786) 319-1716.

Wednesday, November 24, 2010

Akuara apuesta por los nuevos textos.


Fotos Miguel Pasual: Miriam Bermúdez y Yoan Vega.

LANZAR LA FLECHA BIEN LEJOS. ROSA ILEANA BOUDET.

Akuara apuesta por los nuevos textos

Akuara Teatro se arriesga con un primer texto dramático de Rita Martin - como debe ser- ¿qué sería del teatro sin los buenos textos de los poetas, los escritores y los autores dramáticos? ¿Cómo puede el teatro sobrevivir sin apostar por las creaciones nuevas, todavía no probadas en el espacio vacío? Un texto poético, un texto denso, que puede concebirse como una polifonía no sólo sobre Virginia Woolf, que ofrece oportunidades para el desarrollo actoral - léase Miriam Bermúdez, que ha completado su formación en Akuara con la dirección de Yvonne López Arenal y del joven Yoan Vega, que recién empieza.

Qué fácil es escribir en la distancia, dirán algunos, sin embargo no es del montaje en específico del que escribo - que no he visto- sino de la naturaleza del teatro, un proceso de aprendizaje no sólo para los que lo hacen sino para el público que encuentra o desencuentra, problematiza, aporta y se construye en cada representación. Cuando tantos textos cubanos siguen por desgracia en las gavetas porque los directores no se identifican con ellos, vale la pena señalar los felices encuentros entre la escritura en soledad y la que escriben los actores con el cuerpo -frágil y fuerte- esta noche y mañana y después en Havanafama, donde otros por suerte, han tenido la misma oportunidad y que de continuar, podrían identificar a Miami en el mapa teatral.

Homenaje a la pianista Zenaida Manfugás.


Homenaje a la pianista Zenaida Manfugás.
Por OLGA CONNOR
Nuevo Herald.

La pianista cubana Zenaida Manfugás, conocida intérprete de música clásica, recibirá el miércoles un homenaje de la Fundación Apogeo en el Centro Cultural Cuba Ocho. Aunque al principio tuvo que vencer escollos sociales, cuando no se concebía que una mujer negra fuera pianista clásica, su vida ha estado dedicada a ese arte. Como ella misma dice: "Quieran o no quieran, yo pertenezco a la cultura cubana''.

Desde niña su destino sería dedicarse al piano, aunque declara que lee "como una fiera''.

"La cantidad de libros que le compro a [Juan Manuel] Salvat se los pago a plazos'', dijo pícaramente desde Elizabeth, Nueva Jersey, donde reside. "El me los fía, y a veces me los regala: entre la lectura y la música me quedo con la lectura''. Y comenta que sus autores preferidos son José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno.

Nacida en Guantánamo, la familia se mudó a Baracoa, donde su padre, Amando González Veranés, fue nombrado juez municipal y su madre abrió una escuela de música afiliada al Conservatorio Orbón.

"No lo hice por amor al arte. A todos los niños les dan un pianito, pero a los cinco años mi madre me puso a estudiar piano'', contó Manfugás, rememorando a su madre Andrea Manfugás Crombet. ‘‘Era una anticipada a la técnica moderna --nada de dos años de solfeo--, aprendíamos las notas cuando estábamos tocando; era una de las mejores pianistas de Cuba y una de las más elegantes. Decidí cuando me hice ciudadana americana, adoptar el apellido de mi mamá y honrarla. No fue nunca a un concierto mío [y nunca tocó públicamente]''. A los siete años ya Manfugás tocaba ‘‘Misa de la Coronación'', de Mozart, y el "Primer Concierto'', de Beethoven, una niña prodigio.

Pero no debutó en La Habana hasta 1949, en el Anfiteatro de la Avenida del Puerto, y con la Banda Municipal, que dirigía el maestro Gonzalo Roig, tocando el ‘‘Concierto en La Menor'' de Edvard Grieg.

"Siempre estaba dando conciertos en el Anfiteatro de la Avenida del Puerto, entre los vendedores de maní'', comenta con ironía. Esperó tres años por una beca para estudiar en España.

"Había dos personas que me defendían, [el periodista] Agustín Tamargo, quien llamó la atención del rector del Colegio de Belén, el padre José Rubino, para que me dieran la beca en España'', contó Manfugás. Entonces Roig la invitó a dar un concierto en la Plaza de la Catedral, donde colocó 100 sillas. "Un momento antes del concierto le dije: ‘Pero maestro, ¿quién calla a esta chusma?'. ‘Ay, mi hijita, no te preocupes, tú sales y tocas' ''.

"Cuando puse la mano en el piano --una negrita que pesaba 101 libras--, era como si hubiera hipnotizado a toda aquella gente con ‘Rapsody in Blue', de [George] Gershwin. Pero así y todo no me dieron conciertos [en el Auditórium de La Habana]''.

Se fue de Cuba en el 52 y se matriculó en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Cuando regresó finalmente iba a poder tocar en el Auditórium. Era el año 58.

"Teté Bengochea, la señora del general Pedraza, tuvo interés en que no volviera a Europa sin tocar allí el 21 de diciembre''. Eso fue en momentos muy difíciles. Pospusieron el concierto para el 9 de enero del 59 y ya había llegado Fidel Castro al poder. No fue hasta que le cambiaron nombre al Auditorium en 1960, por el de Amadeo Roldán, que pudo Zenaida Manfugás fue reconocida en la principal sala de música de la capital. ‘‘Aunque eso fue por demagogia'', opina ahora.

Llegó a Estados Unidos en 1974, invitada a dar conciertos en los 50 estados, y volvió a Cuba en 1979 por última vez. Lo increíble es que a pesar de que ha tocado un repertorio clásico impresionante desde China y Japón, hasta Rusia, España y Canadá, nunca ha grabado con un sello disquero. En iTunes hay dos volúmenes de "Lecuona Always''.

Esta noche será presentada por Baltasar Martín, director de APOGEO, en la tertulia "Intimity for Ever'', y entrevistada por la primera actriz cubana Ana Viñas. Manfugás no podrá tocar porque está convaleciente de una operación.

Pero hablará de sus compositores favoritos, "las tres B'' [Johann Sebastian Bach, Beethoven y Johannes Bhrams] y de Frédéric Chopin.

"Era un innovador del romanticismo. Todo el mundo toca a Chopin, pero no sé, porque si es de un sonido tan suave, ¿cómo pueden tocarlo con un instrumento de percusión que tiene que sonar ‘cantabile'?".

Zenaida Manfugás, miércoles 24 de noviembre a las 8:30 p.m en el Centro Cultural Cuba Ocho, 1465 S.W. Calle Ocho, Miami.




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Tuesday, November 23, 2010

Palabras al ICRA de Héctor Santiago.

-PALABRAS AL ICRA-

Héctor Santiago


Aunque los que me dieron sus votos demuestran lo contrario, sigo pensando que no me merezco este premio: el teatro ha sido mi vida, y a nadie deben premiarlo por vivir. Pero un premio es un reconocimiento, y más que todo una prueba de respeto a un largo camino recorrido lleno de triunfos y fracasos. Se los agradezco pues me lo han otorgado hasta quienes ni me conocen, y humildemente lo aceptaré viniendo de mis compañeros de oficio. Pero lo aceptaré en nombre de todos los grandes del teatro cubano que fueron mis maestros y compañeros de trabajo, los que creyeron en mí y me hicieron lo que soy, algunos ya olvidados, fallecidos, y aquellos de los que dolorosamente me separó la política; pero la verdad es que pese a esos lazos del ayer el dolor aun presente nos sigue apartando, como nos separa de las nuevas generaciones, pues lo que realmente divide al exilio no es ser exiliados o emigrantes: sino los que recibimos las patadas y los que tienen la incapacidad de imaginar lo que duelen. Por llenar ese vacío es que cada día el viejo escribano se levanta a darle voz a sus demonios. Lo aceptaré en nombre de los teatreros del destierro que me han llevado a escena pagándolo de sus bolsillos, mis compañeros de allá aun ahora entregados aquí al teatro, los que me han estudiado, mis críticos, los que me premian, y un público que me acepta: por eso como un enajenado todavía escribo para la gaveta. Lo aceptaré orgulloso porque Ustedes. han hecho de Miami la capital del teatro en español in english land, con una pujante dramaturgia nacional con mirada universal, que sólo por aberraciones políticas es cobardemente ignorada.


Ustedes los maestros del ayer, y los pinos nuevos de hoy, son los Quijotes continuando la labor de aquellas salitas de la Habana de los 50, donde sin ayuda y por amor hicieron lo que se hace ahora en esta otra orilla.


Compartiré ligeramente con Uds. algo de mi trayectoria. Cuando de 6 o 7 siete años trabajé como actor infantil en el canal 4 de la calle Mazón y San Miguel en el programa “La escuelita del viejito Chichí” del actor José Sanabria; lo asumí como un juego, cuando los 14 escribí mi primera obra y la mostré a mi vecina la actriz Lita Romano que vio en mí algo; pensé que el juego seguía. Y siguió a los 15 cuando estudié con Escarpenter en la Escuela Municipal de Arte Dramático en el Vedado, se comenzó a tornar en algo más serio cuando en 1961 trabajé con Luis Interián en el Teatro de Muñecos en Marianao, junto a José Mario que me alentó a escribir para los niños. Me di cuenta de su seriedad cuando me becaron en el seminario de Dramaturgia a los 16 años, escogiendo mi obra afrocubana Iroko para la fallida inauguración de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, y desde entonces ha sido una pasión indetenible, tras más de 50 años todavía aprendiendo a escribir, saltando sobre los escollos encontrados en ambas orillas, pagando el precio por una lunática rebeldía de la que no me arrepiento.


¡Y vaya qué honor estar junto a Raúl de Cárdenas! Recuerdo su “La Palangana” en la sala Arlequín gracias a los esfuerzos de hoy alguien olvidado: Rubén Vigón, que junto con sus “Lunes de Teatro Cubano” y Morín en Prometeo, hicieron más que todos por la dramaturgia nacional. Andando por los caminos de Moliere y los hermanos Quintero, Raúl escribe con soltura uno de los más difíciles géneros al que ni yo me he atrevido, su voz es la cubanidad olvidada y la que se transforma en la tierra prestada, la lucha por la vigencia de las raíces sin torpes nacionalismos, y la cual sin humanidad por sus personajes es imposible de escribir, logrando su maestría sin lo chabacano ni la risa grosera. Hoy Uds. entran por la puerta grande de la dramaturgia exiliada al poco respetado teatro costumbrista, a un cubano que nunca ha claudicado en su compromiso con la libertad, y un hombre galante que sin conocerme siempre ha tenido buenas palabras para mi obra. Su obra regresará a Cuba cuando reír no sea un delito, ni el choteo nos meta en la cárcel. Por todo eso y por más, este premio le está más que merecido, y yo les doy las gracias.


Tres puestas memorables terminaron de cimentar mi oficio como teatrero, realmente difíciles de escoger entre tanto teatro bueno que se hizo en los 50-70. Ver a la grande Raquel Revuelta dirigida por Vicente en Madre Coraje en el teatro Mella, la magnética y bella Lilliam Llerena en Doña Rosita la soltera dirigida por Roberto Blanco en Hubert de Blanck. Y todavía antes de dejarnos Dumé, nos conmovíamos recordando en El Sótano la Cándida de Magaly Boix con mi amigo Alejandro Iglesias: un trabajo artesanal y meticuloso donde se produjo uno de esos milagros en que todo sobre el escenario convergía para crear el buen teatro: la veo con su victoriano vestido beige de encajes, sentada en un butacón junto a una chimenea, Alejandro en el piso a sus pies y aquella voz aterciopelada e intima de madre y a la vez mujer, renunciando al amor imposible de un joven poeta. Me recuerdo clavado en el asiento diciéndome: “He sido testigo de algo mágico”. Y hoy Uds. me permiten compartir con ella esta premiación. ¡Gracias Magaly!


Como ven mi foto está ausente en las notas de prensa. No es raro que comparta con algunos creadores mi desdén porque me fotografíen, pero el origen de mi incurable fotofobia fue cuando en 1961 a los 16 años me vi en la Galera 21 del Vivac de criminales en la prisión del Castillo del Príncipe habanero, listo a ser fotografiado para ser fichado en una de las primeras recogidas de antisociales del Régimen, iniciando un largo camino de más fotos en dossier de depuraciones, cárceles, la UMAP, la Parametración de los 70, como balsero. Mi amigo y albacea literario Luis de la Paz, por poco me mata caminando por Coney Island, cuando fue a fotografiarme y puse su mano sobre mi corazón mostrándole mi taquicardia, diciéndome: “¿Cuándo te mueras cómo voy a explicar cómo lucías?” Cómo luzco no es importante, pues vanidad somos y mudo polvo seremos, lo importante es lo que dejo: mi obra. La que está claro en mi última voluntad que no puede ser utilizada por el Régimen, siempre negándome cuando me han solicitado publicarla. Desgraciadamente todo lo que escribí en Cuba fue incautado por la Seguridad del Estado y los programas de mi trabajo teatral me los quitaron en la aduana del aeropuerto habanero –algo sobrevive en la Universidad de Miami-. Aquí recomencé con más ahínco y ahí está mi obra abierta para que le busquen otras voces, sabiendo que sólo he copiado a un dramaturgo: Héctor Santiago.


Para que no me crean un mal agradecido, les diré que no estoy con Uds. pues mi médico no me permite viajar. No espero que por ahora La Pelona me silencie ¡Solavaya! ¿De verdad que bicho malo nunca muere? Pero si es así dejo una cuantiosa obra sumándose al canon de la literatura cubana-americana, que desde Heredia a Marti se ha escrito y escribe en el destierro, y si tiene calidad y resiste el reto del tiempo algún día será descubierta y valorada, a la vez regresando a la tierra de la que me botaron. De todas maneras he llorado y me he divertido mucho creándola, y como diría Reinaldo Arenas: “Es mi mejor venganza”. Digo yo: mi pequeño granito de arena contra el conveniente olvido, y también mi rumba; bailada sin patria, pero sin amo. ¡Gracias!

Monday, November 22, 2010

Raúl de Cárdenas.

Foto: Luis de la Paz. Raúl de Cárdenas.


Foto: Miguel Pascual. Raúl de Cárdenas.

MUCHAS GRACIAS

"El teatro es un acto de amor, una empresa llena de ternura, un deseo de comunión y de comunicación". Jean Giraudoux, dramaturgo francés, (1882-1944).

El teatro es un animal diferente. Quizás la poesía se pueda condensar en un simple soneto. La novela llena con su narrativa las páginas de un libro y la pintura se manifiesta en un lienzo, pero el teatro es algo mucho más complicado que va más allá de unas tablas y una cortina. El texto es el inicio, pero este arte que tanto nos hipnotiza e intoxica necesita de múltiples intervenciones: director, actores, escenógrafo, luminotécnico, diseñador, tramoyistas, acomodadores, taquilleros, y muchos más que componen lo que casi es un rito cuando se estrena una obra.

Yo he navegado con suerte gracias a la intervención de muchos que con su generosidad, talento y afecto han abierto sus brazos, me han escuchado, me han instruido y me han dado sabios consejos. Es por eso que recibir el Premio "René Ariza" del Instituto Cultural que lleva su nombre viene a ser como el colofón de cinco decadas de trabajo, de ilusiones, de algunas decepciones, pero siempre de esperanza como implica la famosa canción del musical "Annie", "the sun will come out tomorrow".

A todos les quedo eternamente agradecidos. Fue una noche inolvidable rodeado de grandes amigos, de un gran calor humano. Nunca me pude imaginar al salir de mi Habana aquella noche de septiembre de 1961 que llegaría a donde ahora estoy. Y todo esto se lo debo a ustedes, los que son miembros del Instituto y los que no lo son, que me han apoyado por tanto tiempo. Como hubiera dicho el famoso tenor mexicano Pedro Vargas, "muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido".

Raúl De Cárdenas

Premios René Ariza 2010. GALERÍA.




Entrega de Premios René Ariza en el Cuban Heritage Collection de UM.

Fotos: Miguel Pascual, Luis de la Paz y Alba Borrego.

GEORGE WOODYARD.

En la foto José Escarpanter, Yara González Montes, Matías Montes Huidobro Y George Woodyard.

George Wooyard en el pódium y Matías Montes Huidobro al otro extremo.

GEORGE WOODYARD

por Matías Montes Huidobro


Acaba de fallecer en Lawrence, Kansas, el investigador y académico George Woodyard. Claro está que aquí en Miami pocos lo conocen y pocos pueden valorar su contribución para llegar a un mejor conocimiento de la dramaturgia cubana, tanto la insular como la que se desarrolla en el exilio. Pero por muchísimos años, Woodyard dirigió una de las revistas dedicada al teatro más conocida internacionalmente, “Latin American Theatre Review” y celebraba cada tres años un Congreso Latinoamericano de Teatro, al cual asistíamos con regularidad Yara y yo. Gracias a Woodyard, el congreso representaba una oportunidad única de conocer a dramaturgos invitados, intercambiar ideas con otros estudiosos del teatro latinoamericano, encontrar incentivos para continuar con nuestras propias investigaciones, y en nuestro caso en particular, divulgar la dramaturgia cubana del exilio, muchas veces desconocida más allá de las fronteras del Dade County. De ahí que George Woodyard, sin pasar por alto su erudición y el valor de sus propias investigaciones, era indirectamente un promotor de nuestra dramaturgia, que se confirmaba de paso con nuestra asistencia y participación en un congreso donde siempre fuimos bienvenidos.


Yo, profesionalmente, como cubano, crítico y dramaturgo, le estoy personalmente agradecido. Aunque Woodyard fue un profesor norteamericano liberal, nunca le cerró las puertas a un dramaturgo, crítico y exiliado cubano residente en Hawai, cosa que no puedo decir de muchos cubanos que conozco en el exilio. Especialmente resultó importante la publicación de mi ensayo “Teatro en Lunes de Revolución” (1984), que fue el primer índice crítico-bibliográfico de “Lunes”, aunque limitado al teatro. También publiqué en LATR mi trabajo sobre “El caso Dorr”, porque mis investigaciones sobre el teatro cubano tampoco tienen limitaciones geográficas, sin que por ello abandone mis puntos de vista ideológicos. George Woodyard nunca me rechazó un ensayo, sin contar que varios de los más importantes trabajos críticos sobre mi teatro, escritos por Francesca Collechia, Phyllis Zatlin, Carolina Caballero, Jorge Febles, Armando González Pérez y Guillermo Schmidhuber, se publicaron en la revista o se leyeron en los congresos.


En el año 1992, Woodyard dio acogida a una sesión especial, organizada por el profesor ecuatoriano Jorge H. Valdivieso, titulada “Montes Huidobro y su obra en el banquillo de la crítica”, donde Judith Bissett, Jorge Febles y Armando González Perez hablaron de mi dramaturgia, con mi ulterior participación bajo el título de “El autor responde”. En ese mismo congreso, Woodyard me honró invitándome a participar en “Playwrights Round Table: Performance” una plenaria presidida por la profesora Joan Rea, de Rice University, donde en el programa no me escatimó la identidad nacional, que mucho le agradezco porque otros no han hecho tanto, y que rezaba así: “Emilio Carballido (México), Matías Montes-Huidobro (Cuba) y Egon Wolff (Chile)”.


Fue en esos congresos donde leí “Regresión progresiva de Morir del cuento de Abelardo Estorino” (1992), porque yo siempre he puesto los valores del escritor por encima de rencillas personales y diferencias de puntos de vista, y en esas conferencias lo mismo presentaba un ensayo Vivian Martínez Tabares o Yara González Montes. En uno de dichos congresos, Yara precisamente presentó uno sobre “Myriam Acevedo: alcances de su creación dramática e interpretativa.” “Latin American Theatre Today”, que así se llamaban los symposiums, se llevaban a efecto en un contexto de intercambio cultural, ajustados al vocabulario de las teorías literarias contemporáneas, donde términos como “intertexualidad” se utilizaban dentro de un marco crítico de conocedores del teatro, en el cual las ideas eran más importantes que el uso de los guiones, de acuerdo con la preparación teatral de los especialistas que allí se reunían. En la misma ocasión, Yara presentó un trabajo sobre “El teatro contestatario de Carmen Duarte”, en una mesa que compartió con Pedro Monge, mientras yo divulgaba la obra de José Corrales, “La sexualidad histórico-política de José Corrales” (1992), después en “Sistematización escénica de lo que no se dice” (1997) y “Rescatando a Flora Díaz Parrado” (2000). Finalmente, cuando Editorial Persona publica “Ceremonial de Guerra” de José Triana, Woodyard contribuye con un excelente prólogo sobre un autor que mucho admiraba.


Los mencionados congresos se celebraban en Lawrence, Kansas, donde también enseñaba otro ensayista de peso, el profesor Raymond Souza, especialista en Guillermo Cabrera Infante. Con Lawrence nos unen razones familiares, porque allí estudió su carrera de leyes nuestro hijo y nació nuestro nieto. Lawrence es un estupendo y “clásico” “college town”, donde se nutre lo mejor del pueblo norteamericano. Para nosotros, viviendo en Hawaii, era una experiencia respirar la atmósfera de autenticidad rural de las planicies del Medio Oeste norteamericano, incluyendo el aire frío de una primavera que no se desprendía del todo del invierno. Siempre me llamó la atención como era posible que en un paisaje tan exótico (porque eso lo que representa Kansas para mí) se hubiera podido gestar un congreso de esta naturaleza, donde se reunían estudiosos de la dramaturgia latinoamericana procedente de todas partes del mundo, y que un grupo nutrido de estudiantes en un paraje tan remoto y en un pueblo minúsculo en el corazón de los Estados Unidos, se empeñaran en leer y estudiar nuestro teatro, cuando bien pudieran estar haciendo otra cosa más productiva. Claro que específicamente se debía a la pasión individual de George Woodyard, a su interés por la dramaturgia latinoamericana, pero refleja también la conciencia colectiva del pueblo norteamericano, no siempre bien entendido, dispuesto a abrir sus puertas a otras culturas en busca de un mejor entendimiento.

Sunday, November 21, 2010

Raúl de Cárdenas premio René Ariza.


Foto: Luis de la paz. Raúl de Cárdenas recibe el premio René Ariza, lo entrega Yvonne López Arenal. Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami.



Foto: Luis de la Paz. Matías Montes Huidobro durante la presentación del premio.

RAUL DE CÁRDENAS

por Matías Montes Huidobro

Es para mi un privilegio hacer la presentación de Raúl de Cárdenas con motivo del homenaje que le hace el Instituto Cultural René Ariza esta noche. Cada vez que tengo que preparar una presentación, dar una charla, decir unas palabras por breve que estas sean, empiezo un largo monólogo interior, como los de “Extraño interludio” de Eugene O´Neil , con ese órgano implacable que es el cerebro, con el propósito de decir algo significativo y apuntar al objetivo. Odio la improvisación, porque los que improvisan acaban por no decir nada para ser breves, o porque no tienen nada que decir, salvo unos cuantos que lo han coordinado todo en su cerebro, que son los menos, y que por lo tanto no improvisan. En el proceso de hilvanar unas ideas con motivo de este homenaje, de pronto me doy cuenta. ¿No es acaso Raúl de Cárdenas el autor de “Un hombre al amanecer”, Premio Letras de Oro, donde hace un recorrido por la existencia martiana y termina colocándolo en la antesala de la muerte? Una indagación sobre Martí me parecía pertinente. El 15 de febrero del año 1898 Martí escribe en su diario: “Soñé que, sobre la lanza oxidada no daba luz el sol, y era un florón de estrellas y llamas, la lanza bruñida” (que es un modo cabal de definir a los hombres). “Y admiré, en el batey, con amor de hijo, la calma elocuente de la noche encendida, y un grupo de palmeras, como acostada una en la otra, y las estrellas, que brillaban sobre sus penachos.” (que es un ascenso luminoso, como si fuera un cuadro de Van Gogh). ¿No es leer a Martí el mejor homenaje que puede hacérsele a Raúl de Cárdenas que sigue el principio martiano de “cultivo una rosa blanca” de “honrar honra” y, por extensión “deshonrar deshonra”? Hay criaturas perversas que se arrastran sobre la tierra con su ponzoña envenenada, pero hay otros que se elevan hacia la luz para limpiarse de la escoria. “La ingratitud” escribió Martí el 3 de abril de 1898, “es un pozo sin fondo, y como la poco agua, que aviva los incendios, es la generosidad con (la) que se intenta corregirla.” Es decir, que la generosidad, y he aquí la gran paradoja martiana, no es suficiente para extinguir el fuego de las criaturas perversas. Y sigue escribiendo en su diario: “El ignorante pretencioso es como el cobarde, que para disimular el miedo da voces en la sombra. La indulgencia es la señal más segura de la superioridad”. No es casual que Raúl de Cárdenas haya escrito Un hombre al amanecer porque el sello de ascenso hacia la luz que se desprende de su persona, va a reflejarse a su vez en el humanismo auténtico que hay en los personajes y situaciones que nos encontramos en su obra, desde el momento en que escribe La palangana a principios de los años sesenta, donde no se refiere a una palangana cualquiera, sino a una palangana utópica que ilumina el solar habanero, la miseria colectiva, en busca de la luz de una palangana bruñida, no oxidada, que se eleva sobre sí misma, el subtexto dramático que trasciende la chusmería y le da a la obra el valor último que hay detrás de ella. Pero como bien dice Ivan Schulman al sintetizar las ambivalencias martianas, que configuran un péndulo que va de la luz que ciega al fondo más oscuro y siniestro de la condición humana, “en su vertiente se encuentran símbolos de elevación: monte, águila, luz, estrella, antorcha, copa, oro, sintetizados dentro de una estructura compuesta o en contraste con otros símbolos de profundidad, tales como abismo, buitre, yugo, carbón, uña, cerdo, antro y fango”; es decir, los escarabajos de la conducta humana, porque en Martí el negro juega, como en la pintura de Caravaggio, un papel tan importante como la luz.


El problema que se le presenta a Raúl de Cárdenas es que cubre las flaquezas y la maldad de sus personajes con esa “generosidad” que mencionaba Martí, a veces con ocurrencias que proceden del sentido del humor del autor y su habilidad para transcribir el lenguaje popular, como se ha dicho siempre de la conducta del pueblo cubano que, a través del humor, deja resquicios abiertos en medio de la sordidez de la acción y de las situaciones. De Cárdenas, inclusive en piezas más turbias como “Nuestra señora de Mazorra”, prefiere dejar pasar un rayo de luz que ilumine las tinieblas. El texto transparenta la luminosidad de su persona, capaz de bajarse con diálogos y expresiones que rompen con el canon del bien decir, pero que sin embargo mantiene una pulcritud substancial y huelen a limpio. Esta característica que es innata en el dramaturgo, límpida, se vuelve impermeable ante esa lluvia de escoria que ha jugado un papel tan significativo en la historia cubana del siglo XX.


Hace años, “Recuerdos de familia”, una de sus piezas más logradas, apareció publicada en Editorial Persona, que Yara y yo dirigíamos en Hawai. “Recuerdos de familia” responde exactamente a esta luminosidad que hay en la obra de Raúl de Cárdenas, y sigue siendo una de sus mejores obras. Hace el recorrido de una familia cubana de 1944 a 1960, con fechas exactas en las acotaciones. Esto no quiere decir que la familia de los Molina escape de la discordia, y no acabe destrozada por el vendaval histórico. El recorrido histórico del grausato a la revolución estuvo preñado de escollos, y tanto en uno como en el otro no faltaron quiénes hicieran (y hacen hoy en día) todo el daño posible. Carlos Fuentes decía, que hay familias que se autodestruyen, y esto pasa con harta frecuencia en esta familia cubana de la que todos formamos parte, como si fuera una morbosa y patológica aberración de la conducta. Sin embargo, en el caso de Raúl de Cárdenas, el dramaturgo resiste entregarse a este punto de vista, como ocurre con esas Carbonell de la Calle Obispo, mujeres sin tragedia que viven una idílica republicana. Sin embargo, no regresa al pasado para permanecer estancado en una época ya ida, sino para reafirmar los valores que se perdieron. Particularmente el amor, que es casi el personaje ausente de la dramaturgia nacional, está presente en sus caracterizaciones, entre padres e hijos, entre hermanos, y particularmente entre un hombre y una mujer.


En nuestro teatro hay mucha violencia, mucha política, mucho sexo, pero pocas relaciones íntimas donde la sensibilidad amatoria se imponga más allá del orgasmo. En nuestra escena, son muchos los que se odian, bastante los que están asediados por la lujuria, pero muy pocos realmente se comprenden y se quieren. Ultimamente, muchos que enseñan el culo, que es lo que yo llamo, en mi teoría crítica, la “gestualidad antropológica” de la “conciencia colectiva”, que tan frecuentemente usan los monos. El castrismo, que es una enfermedad contagiosa y que peligrosamente trasmite su virus venenoso de una generación a la siguiente y de una orilla a la otra, inclusive entre los que se creen inmunes o se hacen pasar como que no lo tienen, nos ha vuelto quizás más dañinos y feroces, como si no hubiéramos aprendido la lección y nos diera cierto regocijo interno el ensañamiento. Pero no en el caso de Raúl de Cárdenas, que siempre ilumina lo que toca. En “Recuerdos de familia” no ocurren tales cosas de una forma descarnada. Raúl, que prefiere los términos de “su” realidad idílica del “cultivo una rosa blanca”, decididamente deja la tortura y el teatro de la crueldad para otros y adopta los términos más racionales de la comedia dramática, como en el arquetípico caso de la obra a la cual estamos haciendo referencia. La textura de lo desaparecido está marcada por el autor como si Cuba misma se fuera a pique. Sin perder el humor, sostiene la tristeza con una emoción interna que le viene de adentro e ilumina el texto.


Y sin embargo, ¿dónde están el abismo, buitre, yugo, carbón, uña, cerdo, antro y fango de ese binomio martiano que hace, en el descenso, que seamos martianos todavía y de pura cepa? ¿Dónde esta esa pizca de la perversión moral en los caracteres que le faltaba a la dramaturgia de Raúl de Cárdenas para llegar al trasfondo de esa conducta de los escarabajos que forma parte de ese binomio que hay en el pensamiento martiano? ¿No hace acto de presencia? La mayor parte de las veces la elude, como si le repugnara ponerse en contacto con ella. Finalmente, veinte años después, hará acto de presencia de otro modo a través de un texto medular en el cual yo creo que culmina su dramaturgia, el “El pasatiempo nacional”, que parte de un título que es todo un acierto, ya que adquiere multiplicidad de significados: (a) referencia a una actividad deportiva que siempre ha tenido mucha importancia en la vida nacional, (b) la conducta sexual como segunda opción en la multitud interpretativa del título (c) la delación como una degeneración política que se vuelve norma de conducta, convertida en pasatiempo marxista; (d) y la temática de las dos orillas desde hace más de medio siglo. Estas diferentes opciones se desarrollarán al unísono a lo largo de la obra con una dinámica estrictamente teatral.


La transición de la luz a la sombra, el salto que va a dar Raúl de Cardenas dentro de un conflicto homoerótico, no va a expresarse alambicadamente en un loveseat junto a coffe table oyendo los acordes mozartianos de un “confutati maledictus”; va llegar a través de un cubanísimo juego de pelota, con todas las implicaciones metafóricas que tienen estas últimas en el argot popular, ya sean heterosexuales u homosexuales. En este caso, aunque hay su toqueteo físico, este no es gratuito sino en función de una temática conducente a un entendimiento del proceso personal y escénico que lleva al reconocimiento de la identidad sexual de los personajes, dentro de un contexto histórico. Por otra parte, la relación afectiva que se establece entre los personajes responde a ese principio del amor, la comprensión, la ayuda mutua, que caracteriza a una pareja que se quiere más allá de las relaciones estrictamente fisiológicas, y que permite que cualquier espectador, dejando a un lado su propia identidad sexual, logre entender una situación que, bajo otras circunstancias, corre el peligro del rechazo.


Entre todos los textos del discurso homoerótico en la dramaturgia cubana, con los que sólo pueden competir los de José Corrales con “Cuestión de santidad” y “Otra historia” de Pedro Monge Raful, “El pasatiempo nacional” es uno de los logrados porque el conflicto no se limita a las relaciones entre Yuri y Miguel Angel, sino que se amplía dentro del complejo entarimado de la situación política cubana, y los conflictos familiares sufren un vuelco total con connotaciones inesperadas. La lucha tribal entre padres e hijos, de tan larga tradición en la escena nacional, tiene una nueva dimensión dentro del discurso de la sexualidad, ya que Miguel Angel no es mujeriego sino homosexual. El autor no elude poner el conflicto familiar dentro del vórtice, sin cortapisas ni medias tintas, que es lo que le da mayor impacto y convierte la situación en un eros-político, con guión, término de mi autoría que espero no tener que explicar a ningún ignorante. La caracterización de César, el padre de Miguel Angel, que es posiblemente el personaje más tarado de todo el teatro de Raúl de Cárdenas, es excelente.


Quiero advertir que las dos últimas páginas las leí con el corazón en la boca, temiendo que luz martiana cegara al dramaturgo eludiendo el lado martiano de las sombras, y que con un gesto de debilidad le tirara la toalla al viejo degenerado. Inclusive creo que dudó, porque estuvo a punto de sacarlo de escena vivito y coleando. Afortunadamente hay una segunda vuelta y tras una batalla campal el hijo lo asfixia y después se mata él, como hacía Shakespeare, que no dejaba títere con cabeza. Al final, las luces disminuyen hasta llegar a una oscuridad absoluta, abismo, buitre, yugo, carbón, uña, cerdo, antro y fango, del binomio martiano. Es cierto que le costó trabajo, pero finalmente Raúl de Cárdenas se convirtió en un parricida.


No obstante lo dicho, la excepción confirma la regla, y Raúl de Cárdenas por su trabajo, su perseverancia, su amor al teatro, y por su personalidad, que lo vuelve el más lumínico de nuestros dramaturgos, a pesar de estas incursiones ocasionales por las tinieblas, bien merece el homenaje que el Instituto Cultural René Ariza le otorga esta noche, a su persona y a su obra, y espero que mis palabras dejen constancia de este honor a quien honor merece.


Héctor Santiago premio René Ariza.

Foto: Luis de la Paz. José Abreu Felippe recibiendo el Premio René Ariza en nombre del dramaturgo Héctor Santiago. Entrega el premio Yvonne López Arenal. Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami.



Foto: Miguel Pascual. Luis de la Paz durante la presentación del Premio.


Héctor Santiago, el escribano


Por Luis de la Paz


El dinamismo y la vitalidad propia de la ciudad nos impulsaban a adentrarnos en calles, a detenernos ante un sitio, unas veces por majestuoso, otras por su apariencia anacrónica en medio de la más espesa modernidad. Al partir desde las inmediaciones de Time Square, donde estaba mi hotel, una fresca mañana de octubre, hasta volver a cruzar la luminosa plaza, bien entrada la madrugada del siguiente día, trascurrió una larga, extenuante, maratónica y exquisita jornada con Héctor Santiago. Unas 15 horas de andar por Nueva York, donde la literatura, el arte, el peso del exilio, la bajeza de unos, el altruismo de otros, los males del alma y los físicos, la muerte y la soledad fueron los temas que marcaron las horas... horas alrededor de Battery Park, El barrio chino, La pequeña Odessa, la zona de Conney Island... De un extremo a otro de la ciudad, hasta caer, ya de madrugada, exhaustos, en la rotonda de Columbus Circle, justo a la entrada al Parque Central donde se encuentra el monumento a las víctimas del acorazado Maine, que estalló en el puerto de La Habana en febrero de 1898. Allí continuó nuestra conversación, como si quisiéramos que nunca acabara el tiempo. Un tiempo que, el real, servía de enlace con el pasado, no siempre placentero, muchas veces rodeados de sobresaltos y recuerdos trágicos. No podía ser de otra manera. Héctor ha sido duramente golpeado por la vida, y sólo el arte como pasión, y sus dioses, ya sean los yorubas o los que invitan a la meditación, le imprimen la energía necesaria para mantener el aliento.


A orilla del Hudson, Héctor me hablaba de La Habana, la ciudad donde nació en 1944. De sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. De los cursos en el Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional de Cuba. De cómo desarrolló una amplia labor en distintos grupos de teatros habaneros, unas veces como asesor literario, director y dramaturgo; en otras como actor, titiritero, coreógrafo, bailarín y pintor.


En la convulsa e inestable capital cubana de los años sesenta, ejerció la crítica teatral para la Gaceta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el periódico Juventud Rebelde. Si bien esos recuerdos encierran cierta satisfacción, hubo etapas desalentadoras, que lo llevaron a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, las tristemente célebres UMAP, o a ser víctima de la espeluznante parametración que desató una cacería contra los artistas, los homosexuales y los religiosos. Héctor pasó años en prisión hasta que en 1979 logra salir de la isla y comenzar su vida de exiliado en Nueva York, donde lleva viviendo más de tres décadas.


Como una puesta en escena, Héctor dosifica sus emociones mientras se expresa. No hay rencor, ni odio en su voz, pero sí, creo, falta la dosis de perdón que algunos reclaman. ¿Por qué perdonar?, me pregunto yo, si los victimarios no se han arrepentido, y por el contrario siguen, sometiendo a los cubanos.


Héctor me habla de la satisfacción de vivir en Nueva York y de sus vínculos con grupos de teatro en español e inglés. Se refiere a las 9 obras que tiene publicadas, al estreno de 10 de sus piezas en Estados Unidos, México, Brasil y Paraguay y se manifiesta agradecido por el Premio “Letras de Oro” que recibió por su obra Vida y pasión de La Peregrina, obra en tres actos sobre la agitada vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Esta obra fue estrenada durante el XIII Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, en 1998, por Teatro Avante, bajo la dirección de Mario Ernesto Sánchez.


Otros premios recibidos por Héctor.


De estos no me habló en la larga jornada neoyorquina, fue 2do. Premio Teatral del “Concurso Chicano/Latino” de la Universidad de Irving, en California. También recibió un 2do Premio en el Concurso Internacional “Monólogo Dramático” de Ediciones de la Discreta, Madrid, España, el 1er. Premio Teatral Concurso Internacional “Alberto Gutiérrez de la Solana” del Círculo de Cultura Panamericano, en New Jersey.


Pero Héctor no es sólo dramaturgo. Como ya se apuntó, también es narrador, poeta y pintor. Ya en 1961, en la mítica Ediciones El Puente, creada por el poeta José Mario, publicó el cuaderno Hiroshima bajo el nombre de Santiago Ruiz. Por su labor como poeta y narrador ha recibido el Primer Premio y Primer Accésit del Concurso Internacional de Cuentos “Enrique Labrador Ruiz” del Círculo de Cultura Panamericano, así como el 2do. Accésit del Premio de Poesía Concurso Internacional “Eugenio Florit” del mismo Círculo de Cultura Panamericano. Quienes hemos seguido su trayectoria sabemos que textos suyos han sido traducidos al inglés, francés y catalán. Tiene publicados poemas, cuentos, ensayos y artículos periodísticos en diversas publicaciones de Estados Unidos, y en varias revistas de la Web. Sobre este aspecto, puedo decir que en la Revista electrónica el ateje, que tuve el placer de editar entre el 2001 y el 2008 junto a Jesús Hernández, publiqué 12 obras de Héctor Santiago, además de poemas, cuentos y ensayos.


El teatro ha sido para Héctor su aliento vital. Pero sería injusto si sólo digo el teatro, también lo es la poesía, la novela, el cuento; pero sí, sobre todo el teatro. Su dramaturgia abarca más de cien obras, divididas en los “ciclos”: Crónicas contemporáneas, Los rituales del miedo, Los rituales de la libertad, El amor bien amado, Los payasos de Dios y La memoria y el olvido. Cada uno de estos ciclos le da cabida a varias obras. Algunas de estas piezas han sido publicadas en formato digital, otras aparecieron en libros o revistas especializadas. Entre sus obras destacan La noche de la chambelona, El loco juego de las locas y Rosalba la lluvia, las tres publicadas en 1995 por la Editorial Libretas, en New Jersey. El teatro, la literatura, incluso hasta los cuadros que pinta Héctor Santiago, tienen mucho que ver con sus experiencias vitales, con sus sueños, con su pasión por el arte. Un dulce cafecito, Pasiones y mordazas de Sor Juana Inés de la Cruz, pieza estrenada en México con la actriz Verónica Santoyo y la dirección de Manuel Martín; Aventuras del arlequín enamorado, Balada de un verano en La Habana, llevada a escena en Miami por Herberto Dumé en el pequeño espacio de Creation Art Center que regentaba Pedro Pablo Peña. Una sólida obra sobre la reconciliación y el reencuentro entre hermanos divididos por el castrismo. Este es un tema recurrente en el teatro y la literatura cubana de este medio siglo bajo el castrismo. Otra de las obras de Héctor dirigida por Dumé fue la exitosa En busca del paraíso, que contó con las actuaciones de Eliana Irivicu, Jorge Reyes, Julie de Grandy y Jorge Trigoura, una pieza donde el tema central es la desesperación de muchos cubanos que se ven forzados a intentar las más increíbles fugas para escapar de la isla.


Durante la larga noche otoñal con Héctor hablamos de otras obras suyas, como El día que se robaron los colores, de temática infantil. También me habló de La eterna noche de Juan Francisco Manzano, y de Crónica y contracrónica de Juana La Loca. Para él, los personajes históricos son fascinantes y en gran medida encarnan la lucha por abrirse paso, el enfrentamiento a su época, y eso es también la esencia de la dramaturgia de Héctor Santiago.


Yo le mencioné Madame Camille, escuela de danza, y lo incité a que me hablara de la puesta de esta obra en Brasil. También conversamos sobre La diva en la octava casa, de la lectura dramatizada que de ella realizó el Instituto Cultural René Ariza con Orquídea Gil y Chistian Ocón, y de la puesta en escena que posteriormente realizó Juan Roca, en Havanafama Teatro Estudio, con las actuaciones de Yesler de la Cruz y Ángel Lucena.


De ese sólido centenar de piezas que integran la dramaturgia de Héctor Santiago son Voces de América, Nuestra señora de los diamantes y El último vuelo de La Paloma, que fue presentada recientemente en Havanafama como parte de las conmemoraciones por el 30 aniversario del Mariel.


El descompuesto mundo alucinante de dos incorregibles locas pánicas, es una farsa en cinco rituales, perteneciente al ciclo: Los rituales del miedo, es la entrega X de esa serie. En ella los personajes son Reinaldo Arenas y Virgilio Piñera en un encuentro en La Habana en 1979. Aventuras del arlequín enamorado, comedia del arte en tres actos, fechada en 1997. Esta obra fue comisionada por la actriz Vivian D’angelo y dedicada a ella, para celebrar los 100 años del nacimiento de Federico García Lorca y estrenada en el American Theatre of Actors, en Nueva York, en marzo 30 de 1998, bajo la dirección de Luis Caballero.


De temática afrocubana, es Chango, Olufina, Alafin de Oyo, una tragedia de orishas afrocubanos en tres actos. Esta obra se inserta en la importancia que Héctor le da a los temas afrocubanos que además de su teatro, se refleja en su plástica, sobre todo en la serie de sillas. El mundo de los orishas nos consumió un buen tiempo. Luego recordé un texto suyo sobre el tema que me parecía esclarecedor. Allí él expresaba: “En 1958 sin conocimientos de dramaturgia, aunque ya incursionando en el mundo cultural, escribí mi primera obra teatral y desde entonces, «envenenado» por el teatro, al año siguiente, con quince años, en 1959, escribí una tragedia llamada Iroko inspirada en un mito afrocubano. Esta obra surgida por la influencia de mi familia negra que practicaba la Santería, y eran informantes de Lidia Cabrera, Fernando Ortiz, Rómulo Lachatañeré. Isaac Barreal e Isaac León —muchos de los cuales moldearon mi pasión cubana–, fue la responsable de mi carrera como dramaturgo y teatrista profesional, ya que el folclorista Fernando Ortiz, al leerla, la dio al etnólogo Isaac Barreal, que se la entregó al musicólogo Argeliers León; éste se la pasó al dramaturgo Fermín Borges, en aquel momento director del Departamento de Teatro del Teatro Nacional de Cuba, lo que hizo que me dieran una beca en el recién creado Seminario de Dramaturgia dirigido por la escritora Mirta Aguirre, la cual junto con Borges la eligió para inauguración de la sala "Covarrubias" del TNC en la entonces Plaza Cívica de La Habana. Pero el grupo de miembros del Partido Socialista Popular dirigido por Vicentina Antuña, que controlaba el Consejo Nacional de Cultura, junto con la directora del TNC Isabel Monal, se opuso por las connotaciones religiosas de la obra. Desde entonces, en tres diferentes ocasiones fui detenido por la Seguridad del Estado, mi casa registrada y todos mis manuscritos incautados. en cada uno de esos registros perdí un manuscrito de Iroko, hasta que finalmente quedé sin ninguno. Muchos años después, ya en el exilio, volví a rescribir ésta —así como otras– con los jirones de la memoria, pero al no escapar a mi madurez como dramaturgo el resultado tenía nuevos elementos, así que sabiendo que ya no era la misma obra decidí darle un nuevo título. El mito de Iroko. En toda mi obra la temática afrocubana es abundante, y no comprendo como, con la enorme influencia negra que tenemos, por qué su escasa manifestación en la literatura cubana de ambas orillas. Quizás los que resguarden mi cuantiosa obra inédita, después de mi muerte puedan regresarla a una nueva Cuba, y si se salvan del fuego, encuentren los viejos manuscritos secuestrados en los sótanos de la Seguridad del Estado”.


El número 9 de la revista electrónica el ateje, llevó por título Seis dramaturgos cubanos, donde se quiso ofrecer una mirada, limitada, pero mirada al fin, al teatro cubano del exilio. Entre lo autores que formaron parte de ese número están José Abreu Felippe, Raúl de Cárdenas, Maricel Mayor Marsán, Pedro Monge Rafuls, Jorge Trigoura y de Héctor Santiago, con una pieza con nombre muy de telenovela, Las pecadoras de Río Escondido o flor de pecado, un drama en seis escenas, que toma lugar en un prostíbulo de travestís llamado La última noche que pasé contigo, en la selva atlántica. También en el ateje se publicaron El milagro de e Madame Kirosvska, la ya mencionada En busca del paraíso, Su majestad el Rey y el bufón sodomita. Esta obra es la segunda del ciclo Los payasos de Dios. La clave de esta farsa está en sus personajes: el rey barbudo, el bufón sodomita y el soldado. La acción tiene lugar en una celda, en las mazmorras de un castillo.


El loco juego de las locas es una obra muy importante dentro de la dramaturgia de Santiago. Es la cuarta pieza del ciclo Crónicas contemporáneas. El autor da fe de “la veracidad de los acontecimientos, los datos y los personajes” que integran su obra y la dedica a “todos los que murieron, fueron torturados, enloquecieron, se suicidaron, perdiendo su juventud, su inocencia, su vida. Pero en especial a Benjamín que a los dieciséis años prefirió la muerte corta de 200 aspirinas que la larga de vivir en el espanto cubano, tras ser detenido doce veces en el mismo día por el solo delito de ser”. Entre los personajes acotados en esta obra se encuentran Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera, René Ariza y Héctor Santiago. La acción tiene lugar en un apartamento en Manhattan y un campo de la UMAP, en Camagüey. La época es a partir de 1965, año en que se implantan estos campos de concentración llamados Unidades Militares de ayuda a la Producción.


También de temática afrocubana y dirigida para los jóvenes es Taita jicotea y taita ciervo. Esta obra en dos actos, pero para títeres, está inspirada en un cuento de Lydia Cabrera. La ambientación es el monte, con su flora y fauna, en la época colonial. Casi todos los temas esenciales están en la obra de este autor. Otro tema interesante en su dramaturgia se aprecia en La danza que bailan los moralistas, un homenaje a los bufos cubanos. Esta pieza en tres actos, escrita entre La Habana en 1968 y Nueva York en 1995, destapa otra de las facetas en el teatro de Héctor Santiago poco conocida y poco explorada, y es su afinidad al teatro costumbrista. Esta obra está dedicada a los grandes del género en Cuba, Candita Quintana y los bufos del Teatro Martí de la capital cubana, la sala por excelencia del teatro popular. El local está hoy día abandonado y en ruinas.


Mientras las horas de la madrugada hacían detener el flujo de carros en la rotonda de Columbus Circle, y Héctor me hablaba de su trabajo y de la pasión de vivir en Nueva York, yo pensaba que estaba ante un hombre marcado por dolorosas situaciones, las que ha enfrentado con dignidad y entereza. Reflexionaba sobre sus experiencias y vivencias. Me sentía satisfecho de ser amigo de un escritor de su altura, intenso en su prosa, agudo, reflexivo y sobre todo, muy cubano.


Sentí una gran alegría cuando me dijo: “Creo que ya es hora de irnos”. ¡Al fin, pensé!, pero inmediatamente agregó: “si quieres nos quedamos hasta el amanecer”. Cuando me dijo eso temblé. Pero en realidad la noche nos invitaba a continuar. No siempre se tiene la oportunidad de conversar con alguien con una vida tan interesante y bien vivida Se levantó y comenzamos a caminar por las calles, a esa hora sí ya bastantes tranquilas. Unas cuadras más adelante, la intensidad luminosa de Time Square volvía a dominar el paisaje, donde cada instante de vida es intenso.

Magali Boix Premio René Ariza.


Foto: Miguel Pascual. Magali Boix durante la ceremonia de los premios René Ariza. Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami.


Foto: Alba Borrego. Iván Cañas durante la presentación del premio René Ariza a Magali Boix.



Magali Boix una vida en el arte.


Por Iván Cañas.


Gloria Magali Boix Arenal, nace en La Habana en agosto del año 1925.


A la temprana edad de 8 años, en 1933, debuta en las tablas al recitar el poema Los zapaticos de rosa de nuestro apóstol José Martí, en el Teatro Nacional de Cuba. El público presente reconoció su incipiente talento para la declamación con aplausos prolongados.


De cierta manera, esos aplausos estimularon, consolidaron el futuro de quién sería una de las locutoras, primero de la radio, luego de la televisión, más conocidas de la isla. Con sólo 15 años Magali hace sus “pininos” en el mundo de la radio.


Al principio como actriz en programas costumbristas de la época, lo que le permitió más adelante, formar parte del elenco de la original versión de la Radio Novela más divulgada en la historia de ese medio, El derecho de nacer, de esa gloria de Cuba que fue y es Feliz B. Cañet.


La República de Cuba, a la vanguardia de la mayoría de los países latinoamericanos, e incluso de algunos de Europa, inaugura, en 1950 la televisión, un acontecimiento trascendental en el universo de las comunicaciones y la cultura mundial.


La televisión se nutrió en sus inicios, por osmosis, de la cantera artística que había formado la radio, su antecesor inmediato.


Magali pasó entonces, en plena juventud, con su perfecta dicción y una presencia nítida y cristalina, a locutora comercial de firmas como General Electric, que patrocinaron programas de profunda raigambre popular como "Conflictos Humanos" donde compartía la locución y la presentación del mismo con su colega Cepero Brito.


El rating de venta de los productos, y los sondeos de preferencias de programas televisivos, reflejaban que la gestión de venta, así como de aceptación de los programas, estaba estrechamente vinculado a la impronta que ella imponía con su presencia.


De esta manera, el "Colegio de locutores de Cuba" le entrega en 1956 su premio a la mejor locutora del año.


A pesar de sus éxitos como locutora de la televisión cubana, Magali quería algo que no existía en la TV. Quería el contacto directo con el público. Quería escuchar la sonora carcajada, o el suspiro desbordado de un público que escucha, ve, participa y siente en vivo y en directo el parlamento, las expresiones, la actuación. Esa magia no la daba la televisión, lo daba, lo da.... sólo el teatro.


Y es que quizás en su memoria había quedado grabada aquella ovación recibida en su infancia cuando declamaba aquello de: Hay sol bueno y mar de espumas, Y arena fina, y Pilar Quiere salir a estrenar, su sombrerito de pluma.


Y siguiendo entonces sus instintos acepta en 1956 un papel en El caso de la mujer asesinadita de Miguel Mihura donde compartió el escenario con una gloria del teatro universal, Adela Escartín en la puesta en escena de Carlos Piñero. También en esa época protagoniza Espíritu Burlón, bajo la dirección de Rubén Vigón.


Comparte entonces a partir de ese momento sus compromisos con la TV y su amor por el teatro. Poco después se produce entonces en nuestra patria el arribo al poder de la llamada Revolución. Apoyada al inicio por la mayoría de la población, ávida de cambios en nuestra patria, y que confió en el discurso prometedor de quien no sólo engañó a su pueblo, si no también a toda la humanidad, se comenzaron a ver errores garrafales en la conducción del país.


Uno de los primeros fue la intervención de todas las radio emisoras y los canales de televisión que fueron engullidos por el omnipresente estado. Desapareció entonces la gestión privada, la libre empresa, y con ello, el papel de los locutores.


Paradójicamente, éstas medidas tiránicas, le abren las puertas a Magali para su total dedicación al teatro. En 1959 comparte los roles protagónicos de La muerte de un viajante con Vicente Revuelta que también dirige la puesta en escena. Algo después conoce al director Dumé, y al escritor Abelardo Estorino, figuras claves en la historia de nuestras artes escénicas. Incursiona en el universo del celuloide al actuar en los filmes El Robo así como En días como estos. De esa etapa se recuerdan también sus actuaciones en Las brujas de Salem, El robo del cochino, Las impuras, Las vacas gordas, La soga al cuello, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba, Yerma, Maria Antonia y muchas más.


Años más tarde, une sus fuerzas a las de Roberto Blanco, otro de los pilares de las artes escénicas de la isla, y ambos fundan el Teatro de Ensayo Ocuje. De esa etapa de trabajo en equipo se destacan las puestas en escena de Diario de Campaña, Ocujes dice a José Martí y María Antonia, entre otras.


A partir de esta fecha, Magali comienza a compartir su labor como actriz con la de productora. Descubre quizás, que como productora teatral, puede encauzar todas las energías que siempre la acompañaron, y que esta misión, puede ser tan creativa como la actuación. Como productora, y en medio de un país dominado por las carencias y las trabas burocráticas impuso su energía, su determinación y destreza, y resolvió problemas que parecían insolubles con una mezcla de pasión y deseo.


Llegó entonces a nuestra patria el oscuro período de la llamada "parametración". Todos los actores o actrices que, “o eran”, o se “sospechaba” que eran homosexuales, fueron dramáticamente despedidos de sus puestos de trabajo sin contemplación alguna. Magali ofreció y dio lo mejor de si misma para luchar contra esta injusticia social. Denunció y criticó esta actitud fascista y discriminatoria del gobierno y de la dirección del Ministerio de Cultura. Los protagonistas de aquella pesadilla siempre la recordaran por su actitud solidaria.


Siguiendo el camino de sus hijos, arriba al exilio en 1993, donde ha hecho esporádicas apariciones en las tablas. Entre las obras más destacadas se encuentran Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba. En la televisión de Miami participó en un gran número de comerciales publicitarios. Recibió en el 2006 La Medalla de la Excelencia Cubana, entregada por el Club San Carlos a quienes con su ejecutoria han enaltecido a la Republica de Cuba.


Creemos que este reconocimiento, el Premio René Ariza, le hace justicia a quien entregó su corazón, su alma y su vida al desarrollo del teatro cubano. Magali Boix.