Saturday, January 28, 2012

VIVIR POÉTICAMENTE / Álvaro Alba

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Foto cortesía de Iván Cañas.

Palabras pronunciadas por Álvaro Alba, en la presentación del libro DÍAS YA VACÍOS de Elena Tamargo en Akuara Teatro: Sala Avellaneda. Bluebird Editions, 2012.


Cortesía de La Primera palabra.
viernes 27 de enero de 2012


VIVIR POÉTICAMENTE / Álvaro Alba

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Toda la poesía del mundo se puede sintetizar en un solo poeta: Elena Tamargo Cordero. Ella es la más universal de todos los poetas cubanos de su generación. Fue desde una bahía al norte de Cuba hacia La Habana y de allí viajó tanto en el lenguaje como físicamente, reconociendo ella que -

Era un pueblo de mar y yo nací.

La filología alemana fue el inicio, y fue la chispa. Comenzó por una lengua difícil, cuando otros en la Colina preferían la literatura inglesa o francesa. Siempre dijo que los misterios germanos le venían desde su natal Cabañas. Esa perfección en su estudio, esa puntualidad y corrección en las tareas es de alemanes, y Elena era puntual, perfecta en sus notas y meticulosa en su trabajo.

Y es que el romanticismo alemán fue su tema preferido y su poeta, Johann Christian Friedrich Hölderlin. Disfrutaba ese modo de hacer poesía conjugándolo con la reflexión germana. En alemán y con Hölderlin, comprendió e interiorizó que ser poeta era una “profesión de fe completa”, como confesó en cierta ocasión el genial y atolondrado poeta en una carta a su madre.

Tradujo Elena del alemán versos de ese clásico y con orgullo los presentaba. Fue la literatura y la filosofía alemana un castillo de valores que fue cimentando la cultura universal de aquella recién graduada universitaria.

En el dolor humano, en el dolor espiritual, está el origen de su poesía y este dolor marcó toda su obra. Ella comprendió que la esencia de la poesía se halla cuando el poeta queda consigo mismo en la suprema soledad de su destino. Tenía ella llevaba enraizada la poesía en su corazón, como el poeta alemán.

He visto a pocos con tanta fe en la poesía, o quizás Elena ha sido la única a quien he conocido con ese compromiso, consciente y predicando el origen divino de la poesía. Tenía ese concepto perenne de lo poético para ver el mundo. Era su prisma. Había poesía y separado - todo lo demás del mundo. Y el poeta es sagrado, divino, elevado, es casi un mensajero de Dios, un elemento celestial. Ella compaginaba lo universal de la poesía con el dolor del poeta. Y terminó escribiendo con ese sentido trágico de la vida propia de aquellos alemanes clásicos del romanticismo.

Fue su poesía inicial carente de consignas o llamamientos ideológicos. No se propuso ser una “ingeniera del alma”. Rechaza la labor, confesando que –

Los más elementales atisbos de política,
los efectos y causas me eran también ajenos.

En la poesía alemana disfrutaba lo mismo un clásico medieval, como lo era Holderling, como al moderno, Paul Celan, a quien consideraba como el más grande del siglo XX.

De la literatura y poesía germanas se traslada a la rusa con una inmersión total. Deja las aulas cubanas para pasar a los salones de Moscú, donde se recitaban poemas perdidos, olvidados y prohibidos. Llega en una de las etapas más importantes de la historia de ese país –la perestroika. Consideraba un privilegio el vivir la perestroika en Moscú.

Allí descubrió la obra poética de Anna Andreevna Ajmatova y Marina Ivanovna Tsvietaeva que se le abren en toda su dimensión y dolor; y páginas de la historia que estuvieron por años selladas, prohibidas o mutiladas.

También Serguei Alexandrovich Esenin, Alexander Alexandrovich Blok, Osip Emilievich Mandelshtam y Vladimir Vladimirovich Mayakovsky, los poetas del Siglo de Plata, esos que con nombres propios van de la poesía rusa a la soviética, al margen del realismo socialista. Son románticos, llenos de tragedia y dolor; a la mejor manera del alma rusa. Cada vida destrozada de un poeta bajo el estalinismo tenía para ella un simbolismo.

Si tenía que releer algún poeta de esos, Anna A. Ajmatova era la preferida. Tenía una reproducción del boceto que hiciera en 1911 Amadeo Modigliani a la entonces joven poeta rusa en París que acompañaba a Elena de ciudad en ciudad, de casa en casa.

Ella se apropió también del dolor de la poesía rusa, con la tragedia perenne del poeta eslavo. En el ambiente literario de Moscú disfruto los versos de aquellos que se iban abriendo paso de nuevo en las editoriales, y oía, de primera mano, a autores clásicos como Yevgueni Alexandrovich Yevtushenko y compartió con Lev Nikolaevich Gumiliov, el hijo de Anna Andreevna Ajmatova y Nikolai Stepanovich Gumiliov. Detenido Lev durante el estalinismo, cargando las culpas de su padre y los poemas de su madre.

Visitó en la entonces ciudad de Leningrado, la casa No. 34 de la calle Fontanka, donde por más de 20 años vivió Ajmatova, la poetisa que idolatraba. Gustaba Elena no solo de recitar el Réquiem sino de repetir, para que otros supieran ese importante mensaje que lanza la poetisa rusa en un fragmento de su corto, pero monumental poema Réquiem –

-¿Y usted puede describir esto?
Y yo dije:
-Puedo.

Esa fue entonces la tarea de Elena, describir el dolor. Asumió como Ajmatova la misión de contar lo que viera, lo que sintiera. Esa tarea poética de mostrar el dolor que escapa a la vista de otros, del dolor personal, familiar, nacional, universal, del dolor humano y animal. El estoicismo de Ajmatova para soportar el dolor personal y hacer de él poesía, era su paradigma.

Aprovechó aquella época dorada para conocer y ver más. Recordaba que al visitar la casa donde vivió el poeta turco Nazim Hikmet, le venía a la mente un libro publicado en La Habana en los años 70, titulado Duro oficio el exilo, sin imaginar ella que llegaría un día a ser exiliada.

En México, vive como exiliada, primero con la zozobra por el permiso retenido en La Habana para que su esposo Osvaldo Navarro y su hijo Nazim pudieran viajar al D.F. Dice que allí se curó de la nostalgia de exiliada, para curarse de toda remembranza o arrepentimiento.

Allí no abandona la academia y obtienen un doctorado en lenguas modernas en la Universidad Iberoamericana de Ciudad México. Su tesis doctoral fue dedicada al poeta Juan Gelman, quien nació en la Argentina, de padres inmigrantes judíos ucranianos y que vive todavía en México. Y con que entabló una profunda amistad.

Elena en el mismo prólogo confiesa que el exilio es un duelo y ese exilio fractura al hombre en dos: el que asume lo contingente de la vida cotidiana y el que no tiene materialidad, y vive solo en lo ilusorio de la memoria, que trata de recuperarlo.(1)

Supo ella encontrar las estrategias del lenguaje y de la memoria en el poeta exiliado, y militante. Fue tejiendo un puente entre exilio y memoria, muerte y memoria y poesía y memoria.
Asumió el verso del poeta estudiado –

Como si la soledad extrema del exilio me empujara a buscar raíces
en la lengua, las más profundas y exiliadas de las lenguas.

México fue su segunda patria. Llegó en 1992 y se naturalizó el 25 de octubre del 2000. Fue escogida para hablar ante el presidente en esa ceremonia y su discurso frente a Ernesto Zedillo, fue de un tema: el poeta.

Elena recordó allí a los poetas que acogió el suelo mexicano, mencionando a los cubanos José Martí, José María Heredia y a los españoles Luis Cernuda y León Felipe. Rindió homenaje a los mexicanos Octavio Paz, José Juan Tablada y al cantautor José Alfredo Jiménez.

En el discurso el mandatario precisó: Con razón dijo hace un momento Elena Tamargo -y me conmovió mucho escucharla- que México es, además, tierra de poetas; nos dijo: "casa-refugio de poetas que han sido obligados a dejar su palabra natal".Bueno, bienvenidos por supuesto los poetas porque nunca ningún país, ningún pueblo, ninguna Nación tendrá suficientes poetas, y bienvenidos todos ustedes, mujeres y hombres de distintas profesiones, oficios y ocupaciones.(2)

Con orgullo afirmaba que en esa tierra aprendió la hermenéutica, que le apoyó el conocimiento del alemán para entenderla y aplicarla. Con esa lógica alemana, nada común en Cabañas, fue elaborando su impresión de otros mundos transcendentales, buscaba una relación lógica con el lenguaje. Buscaba siempre reflexionar, no analizar ni memorizar.

En la capital mexicana fue compaginando el periodismo con la docencia, lo mismo en grandes diarios que en proyectos audaces de revistas y semanarios.

Y aquel país marcó los dolores más profundos y fuertes que llevaba Elena. Falleció Osvaldo allá, y un día le anunciaron la enfermedad que no gustaba de mencionar, por aquello de la fortaleza de la palabra. Con valentía asumió el reto de operación y tratamiento, sin abandonar nunca el aula, dando clases, conferencias, leyendo poesías para educar. De aula al quirófano, del auditorio de conferencias a las sesiones de radiación. Nadie le oyó quejarse, lo hacía con fe y esperanza. Ella consideraba que su poesía era una cicatriz perenne, (poema sobre la carne), abierta constantemente sobre la carne.

A diferencia de los poetas alemanes que ella amaba, la soledad nunca fue su estilo. La familia y sus amigos eran sus constantes. Su casa, donde estuviera, era un santuario de la amistad, procurando que hubiera claridad y luz, amistad y paz.

Esta es mi casa a una gran distancia
Pero ahora solo me importa la luz de su ventana
esa luz está ahí porque él la encendió
y el agua del pastor llega a mi boca

Dejó atrás el D.F. y los planes literarios y el pedestal docente para comenzar una nueva etapa de su vida en Miami. Decía que aquí quería vivir y sanarse. Volvió al periodismo, a las entrevistas, a las fotos, a preguntar y nunca por muy de farándula que fuera el personaje a entrevistarse, dejaba ella de darle un toque serio e intelectual a la entrevista. Sabía encontrar un filo del alma a cada personaje.

Hay sitios que recorre en su poesía que toma para sí – claro que La Habana es uno de ellos, así titula un poemario Habana Tú, pero era de ella también. Cabañas, es el Génesis y vienen Bakú, Sajalin, Moscú, Santo Suárez, DF, Atenas, Samarcanda, Bronx, Monterrey, Neva, etc.

Y en ellos están - Osvaldo Navarro y Nazim Navarro. Él es el poeta, y el hijo presente, quien empina papalote, el nombre escogido,

Era su propósito en la poesía el buscar que los muertos se levanten, que caminen los fallecidos, que la vida prosiguiera, que no se acabara. La eternidad como punto final.

Al tiempo que andaba con esa universalidad a cuesta, sin proponérselo. Tenía el alma cubana a flor de piel. Nunca dejó de sentir el punto guajiro cubano, la trova del Caribe, sin importar donde viviera. El día de su cumpleaños no tenía mejor regalo que unos repentistas levantando la voz y afinando las guitarras. Para Elena el campo cubano, en especial Cabañas, con su bahía y ese entorno de isla, costa, campo, montaña, le unía a toda Cuba. Y esos repentistas, con voz de campo y amanecer iban hilvanando notas y rimas que la hacían vivir de nuevo en la isla.

Un cuadro, una montura, algún farol tiznado
y las espuelas hincan la pared.

Tuvo el inmenso privilegio de compartir con grandes poetas, escritores de todo el mundo, sin dejar de ser modesta. De contar con humildad de los encuentros con Mario Benedetti, con Juan Gelman, Lev N. Gumiliov, Eliseo Diego.

Sus proyectos siempre eran permanentes. Para dar sentido a la vida, y lo mismo dando conferencias, clases o recitando. Con paciencia de educador impartía clases por Internet en varios centros educacionales mexicanos. Y les dedicaba más horas a sus estudiantes que las retribuidas. Pero por eso era Profesora, con mayúscula.

Lo que tenemos delante es un compendio de sus obras publicadas y varios poemas inéditos. Aquí están sus poemas de los 80 en La Habana, los escritos en el período moscovita, los que reflejan el paso por México y los de Miami. Algunos inéditos también aparecen en este trabajo que viene de la mano de Manny López y Heriberto Hernández. Y va aquí también un especial agradecimiento a la editorial Bluebird que ya ha editado a 15 autores, cubanos y húngaros. Trayendo a esta ciudad poemas y ensayos de Atlanta, Miami, New York y Budapest. Los editores escogieron fragmentos de su obra publicada para tenerlos a mano en un solo libro. Y en el aparecen los versos iniciales de Elena y los inéditos.

Con dignidad afrontó su enfermedad, e inclusive dejo sin terminar una novela sobre el como afrontarla. A pesar de todos los diagnósticos, todos los tratamientos, ella continuaba laborando. Nunca dejó de caminar al teatro, que fue quizás su último refugio. Disfruto como nadie en esta ciudad el último festival de teatro. Iba a todas las obra, y escribía. No era una asistente pasiva. Recuerdo verla aquí en este teatro durante el estreno de El Banquete Infinito el verano del 2011.

Cuando iba a una obra volcaba su sabiduría en las reseñas, que se convertían en casi ensayos sobre el teatro que aparecieron entonces en la prensa local.

Se negaba a dejar de pensar, de crear, de tener proyectos. Y soñaba con vivir en un pequeño pueblo al lado del mar, como recordaba su colega y amiga Elvira de las Casas al fallecer Elena. Partió precisamente un día que todos esperaban oír de sus labios los poemas. Y este libro en especial, que ella no deja vacío, sino lleno de poesía.
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Thursday, January 26, 2012

Falleció en La Habana Humberto Arenal.



A las 2 y 15 de la tarde del 26 de Enero de 2012, sereno como era, falleció en La Habana el dramaturgo, escritor y director teatral Humberto Arenal.

A mi tío que conoció mi ranita en nuestra casa de Santos Suárez y alimentó mi amor por el teatro.

La niña en la cocina

La pulpeta es amasada en la cazuela.
La noche se aproxima, reconoce su olor.
Un Príncipe Negro penetra la rendija de la verja.
La ranita de la casa ya está en el fregadero.
La niña la espera y luego juegan.

Yvonne López Arenal.

Electra Garrigó: una lectura dramatizada que la prensa pasó por alto



Foto: Miguel Pascual. Carlos Alberto Pérez, Matía Montes Huidobro, Miriam Lezcano Brito, Lian Cenzano, Belkis Proenza, Yvonne López Arenal y Christian Ocón.

Electra Garrigó: una lectura dramatizada que la prensa pasó por alto
Elvira de las Casas

En el recién celebrado Congreso de Dramaturgia y Artes Escénicas: Teoría y Práctica del Teatro Cubano del Exilio, que tuvo lugar en Miami, entre los días 12 y 15 de enero de 2012, recordando a Virgilio Piñera en el año de su centenario, uno de los eventos más destacados fue la lectura dramatizada de Electra Garrigó. Dirigida por Miriam Lezcano y representada por los actores de Havanafama y Akuara Teatro, Belkis Proenza, Yvonne López Arenal, Christian Ocón, Carlos Alberto Pérez y Lian Cenzano, esta lectura dio inicio a las actividades del congreso con la presencia de invitados y del público en general.

Me atrevería a decir que gran parte de los que presenciamos la lectura de esta versión de la obra más reconocida de Piñera, escrita por Matías Montes Huidobro, pensábamos encontrar simplemente eso, una lectura más parecida al trabajo de mesa realizado por los actores antes de comenzar los ensayos que a una puesta en escena con todas las de la ley. Por eso fuimos gratamente sorprendidos con una dramatización de altísimo nivel actoral y de dirección, respaldada por una acertada escenografía y un vestuario sumamente arriesgado y original. Al punto que, en lo adelante, cada vez que recordemos a esta Electra, lo primero que nos vendrá a la mente será la imagen de Belkis Proenza con un despampanante sombrero adornado por velos de varios colores, del que pocas veces pudimos apartar la vista durante la primera parte de la pieza.

Realmente el trabajo de Lezcano y de los actores que subieron al escenario de Akuara Teatro en la noche inaugural del Congreso ofrecieron un espectáculo profesional y arriesgado, del tipo que el público de Miami desearía poder ver más a menudo. Por eso es inexplicable que la prensa hispana de esta ciudad ni siquiera haya mencionado el esfuerzo de estos actores que, a pesar de pertenecer a compañías diferentes, se unieron en un mismo proyecto con la única intención de abordar con respeto y agradecimiento esta obra que marcó el comienzo de la modernidad en el teatro cubano, como han reconocido los críticos.

Los amantes del teatro latinoamericano están muy familiarizados con Electra Garrigó. Con esta obra Virgilio Piñera tuvo el “atrevimiento” de transplantar la clásica tragedia griega de Sófocles a La Habana de la segunda parte del siglo 20, y de usar la figura mitológica de Electra para reflejar la relación de pareja y los conflictos entre los hijos y los padres en la época moderna. Por eso resulta difícil imaginar que esta obra pueda ser objeto de actualización, más allá de la que concibió el propio Virgilio Piñera. Pero el talento de un buen director teatral no tiene límites, y si bien Piñera sorprendió al público de su época con un coro que, en lugar de narrar los hechos representados al estilo de los coros griegos de la antigüedad, lo hacía cantando la Guantanamera, a esta versión, repito, escrita por Montes Huidobro y dirigida por Miriam Lezcano, se la han añadido versos cantados a ritmo de rap y hasta pelucas de color neón que semejan el look de los cantantes rockeros de hoy día.

Yvonne López Arenal, en su personaje de Clitemnestra Pla, logró el justo tono dramático que esperaban de ella los asiduos a su sala de teatro en el distrito de arte de Bird Road. Y para los que no habían visto antes la actuación del actor nicaragüense Christian Ocón, fue un verdadero descubrimiento su Agamenón Garrigó, que por momentos se “roba la escena”, y que durante toda la obra estuvo a la altura de su pareja teatral, López Arenal.

La Electra que vimos durante el Congreso de Dramaturgia evidenció no solo que la obra de Virgilio Piñera sigue tan vigente como cuando se estrenó en 1948, sino además que el talento teatral de esta ciudad tiene mucho que brindar. Sólo hay que dejar a un lado los egos equivocados y trabajar con un objetivo común: darle el lugar que merece al teatro hispano en los escenarios de Miami.

Elvira de las Casas

Tuesday, January 24, 2012

Días ya vacíos de Elena Tamargo.


Project Zu Logo


Días ya vacíos


ZU PROJECT Jueves 26 de Enero en AKUARA TEATRO 8:00 pm

LECTURAS DRAMATIZADAS “CELEBRANDO A VIRGILIO”.




Foto: Mario García Joya.Christian Ocón, Joan Vega, Yvonne López Arenal, Carlos Alberto Pérez, Miriam Lezcano Brito, Lian Cenzano y Belkis Proenza.
Matías Montes Huidobro

Uno de los objetivos del Congreso “Teoría y práctica del teatro cubano”, “Celebrando a Virgilio” (Enero 12-15, 2012) no fue otro que establecer correlaciones entre el discurso crítico del texto dramático y el montaje escénico, ya que ambos aspectos están profundamente relacionados. Todo montaje es un discurso crítico del texto, que es un hecho teatral desde el momento en que se concibe, como una criatura que se gesta en el útero, e ignorar una cosa o la otra es un error. Por consiguiente, toda exposición teórica no hace más que iluminar la obra y debe tomarse en consideración al llevarse la obra a escena, como aprendizaje, ya que es un paso que la enriquece y permite obtener un resultado óptimo, que es lo que con frecuencia los directores, desde su altura olímpica, ignoran. Una cosa y la otra se complementan, porque toda lectura de una obra dramática es un montaje. De ahí mi particular empeño en las lecturas dramatizadas, como punto intermedio entre un extremo y el otro. Akuara Teatro fue la sede de tres de estas dramatizaciones, llevándose a escena otros dos en el “escenario” del Wesley Hall y en la sala Prometeo del Miami Dade College.



Foto: Miguel Pascual. Carlos Alberto Pérez, Matías Montes Huidobro, Miriam Lezcano Brito, Lian Cenzano, Belkis Proenza, Yvonne López Arenal y Christian Ocón.

Electra Garrigó

No hay más que partir de los título de algunas ponencias presentadas en esta convención, para darnos cuenta de la correlación entre teoría y práctica, como lo demuestran tres que paso a citar. La más obvia, “Electra Garrigó y la familia cubana en el ojo del huracán” (de Morbila Fernández) apunta sencillamente a las relaciones volcánicas, adulterinas e incestuosas, de una familia mal llevada, camino de resolver el problema con sangre, dispuesta a matarse unos a otros, que es pura crónica roja. En un análisis crítico de mi obra Oscuro total, Phyllis Zatlin observa, en otros términos, que leyendo el periódico uno se da cuenta de que la tragedia griega es pan nuestro de cada día, llevándose a cabo, hoy en día, espantosas limpiezas de sangre como la que lleva a efecto Electra Garrigó. Para explicarlo escénicamente se necesitaba conjugar el asedio de Electra y la manía persecutoria de Clitemnestra, de la cual se encargará de caracterizar teatralmente Yvonne López Arenal en toda su tajante desesperación, asediada por la desfachatez solariega que le da la tónica a la Electra de Belkis Proenza, cuya aproximación apunta el título de otra ponencia académica; la de Diana Alvarez-Amell cuando afirma que “Electra deja la tragedia”, justificándose así su gesticulación, su vestuario retador y estrafalario y en particular su peluca roja, que aunque sangrienta, no deja de ser paródica. No se trata en este caso de una muchacha fría y calculadora, inteligente y educada, como lo fuera, en otros tiempos, Lillian Llerena; sino una chica desfachatada y bastante solariega, atrevida y hasta grosera. Esa ferocidad dada plenamente entre madre e hija responde al análisis de la conferencia de Pilar Cabrera titulada, “Salida teatral: medios masivos y melodrama en el teatro de Virgilio Piñera”, que aquí, gracias a la versatilidad de Carlos Alberto Pérez, a su destreza musical, de un lado, sin escatimarnos las chulerías de Egisto, y a la concepción de la situación por Miriam Lezcano Brito, tienen una dimensión del aquí y ahora, Miami cubano con sabor a Calle Ocho, como en su momento también hizo Alberto Sarraín con su montaje de la obra, como si la “idílica” familia cubana estuviera en cualquier tiempo y en cualquier parte. Aunque representa una novedad, tiene su antecedente en aquella “guantanamera” que llevó Morín a escena y puso a Electra Garrigó en el mapa, después del fracaso de su primer montaje. No hay que pasar por alto el Agamenón de Christián Ocón que, con palangana o sin ella, tiene muy excelentes momento, secundado por Lian Cenzano a cargo de Orestes, que siempre ha sido, en todos los montajes que he visto, el personaje más flojo Piñera.




Dos viejos pánicos.
Siguiendo con Piñera, la dramatización de Dos viejos pánicos resultó excepcionalmente lograda, resuelta con una sencillez, tensión y eficacia de primera línea. Con dos butacas tipo bar, se resolvió todo el problema escenográfico, que sencillamente no necesitaba nada más. Todo Piñera estaba en el montaje, a la altura de uno que, hace varias décadas le vi a Morin en Nueva York. La propuesta de Valentín Alvarez-Campos no pudo ser más simple y al mismo tiempo más teatral, con un enfoque absoluto en el arte del actor, que es para mí la esencia del teatro. La constancia de ese juego pesadillesco entre Tota y Tabo se mantiene en pie desde el primer momento hasta el final, repetitivo, implacable, sin concesiones, llevándonos a la desesperación, anhelando de que termine la obra de una vez por todas, de que no vuelva sobre sí misma, sin importarle a Piñera un desarrollo argumental de ningún tipo, para joder, para jodernos, para que experimentemos gracias a la repetición lo que Tota y Tabo están viviendo, su tortura. La implacabilidad de esta relación mutua esta dada gracias a dos trabajos de actuación estupendos. De Daysi Fontao siempre habíamos oído decir que era una gran actriz, pero nunca la habíamos visto en escena, temiendo que, como ocurre frecuentemente, se exagerara; pero no, este no es el caso, porque su absoluto dominio de la voz, el gesto, los matices, que son los mismos y son diferentes, van y vienen hasta agotarnos, sin tiempo y en el mismo tiempo. Jorge Ovies hace otro tanto, pero no para subírsele a Fontao, que hubiera sido un error de actuación y por extensión de dirección, sino para diferenciarse, para matizar el juego de otro modo, para tocar la desesperación con otra nota, dándonos una muestra definitiva del mejor quehacer teatral. La dramatización ilustró cuando menos un par de aproximaciones teóricas presentadas en “Celebrando a Virgilio”: la de Luis González-Cruz “Virgilio Piñera en la encrucijada de la Revolución” y la de David William Foster, “Instancias queer en Dos viejos pánicos”. Ambas enfocaron la atención en estas “instancias” del texto, siendo un hecho significativo que en la versión original de Piñera, no se tratara de dos viejos pánicos de sexo opuesto, sino de un mismo sexo. Este planteamiento enriqueció el análisis de la obra en el contexto de la conferencia y de hecho pone en evidencia el carácter coercitivo y homofóbico de la revolución. Dicho lo anterior, sin embargo, y siguiendo la acción dramática detenidamente, la pesadilla recurrente de la pareja trasciende las limitaciones de la sexualidad, porque no se trata de un texto, en sí mismo sobre la identidad sexual, sino sobre el espanto que es la vida misma, la represión, la vigilancia y el miedo, y en particular la muerte, ese miedo último que nos acecha, el callejón sin salida en que todos nos encontramos, llamémonos Rin o Ran, Tota o Tabo, y con el cual todos podemos identificarnos, más allá de lo que tengamos entre las piernas.

Juegos y rejuegos

Cuando Beatriz Rizk nos comunicó su proyecto de rendirle un homenaje a Julio Matas, en el Miami Dade College, con los estudiantes de Prometeo llevando a escena lecturas dramáticas de piezas breves del dramaturgo cubano, nos pareció una idea estupenda, completando un cuadro de dramaturgos que compartirían con nosotros esta celebración (Acosta, Monge Rafuls, de Cárdenas) y que le darían a la misma una dimensión única. Rizk tuvo a su cargo la dirección de todas estas piezas, incluyendo Juego de damas (con Danly Arango, Cristina Ferrari y Hanna Ghelman), que es la más conocida de las tres, sobre la cual he comentado en otras ocasiones, y que viene a ser una tragedia paródica, donde se pone en evidencia es la habilidad única de Matas para burlarse de la condición humana. Todo funcionó sobre ruedas, y lo mismo podría decirse de El cambio, con Sarah Luz-Córdoba y Boris Alexis Roa, muy breve, que es un delicioso comentario sobre la naturaleza y el equívoco de las relaciones humanas. Pero quizás mi favorita sea Tonos, pieza donde parece que no está pasando nada, pero en la cual, en un lapso de apenas unos quince minutos, desfila, entre gestos, pausas y silencio, la vida y la muerte, en medio del vacío de la nada cotidiana. Luis Fuentes, Pablo Guillén, Luis Martínez, Rosa Méndez, Claudia Quesada y Lisset Riera lograron trasmitir con eficacia los tonos de este viaje fantasmagórico que es el crucero de nuestras vidas. La divulgación y reconocimiento de la dramaturgia de Matas, las dramatizaciones llevadas a efecto por un heterogéneo grupo de estudiantes procedentes de diferentes países latinoamericanos, sirvieron para enriquecer la propuesta interactiva entre la teoría y la práctica escénica.

Nocturno de cañas bravas

No podía faltar José Corrales en el contexto de la dramaturgia cubana del exilio por ser uno de nuestros mejores dramaturgos y uno de los menos afortunados, que apenas sube a escena, atrapado en las redes históricas de las dos orillas. Afortunadamente, sus piezas han sido publicadas en los Libretos de The Presbyter’s Peartree que aparecieron a fines de los noventa, lo que permite volver sobre ellas. Corrales es el dramaturgo de lo implícito más que de lo explícito, de lo íntimo más que de lo espectacular, de lo que no se dice más de lo que se dice, aunque no por ello se excluyen las segundas opciones. Pero es posible que por lo implícito, que es el subtexto, a muy pocos les interese llevarlo a escena. Su dramaturgia no es para engullirse como quien toma un purgante, como ocurre frecuentemente en muchos montajes que acaban dando la impresión de que lo que quieren todos (el director, los actores y el público) es salir del teatro lo antes posible.

En busca de una obra que permitiera una lectura dramatizada sin demasiadas complicaciones, mi decisión recayó en su Nocturno de cañas bravas, que me vi precisado a adaptar (paradójicamente) por razones de tiempo y para facilitar su lectura. En mi ayuda vino José Manuel Domínguez, que durante el Temfest del 2011 me había impresionado con un montaje limpio y directo de Ñaque o de piojos y actores de José Sanchis Sinisterra, honesto y sin artificios inútiles, y en cuyas manos dejé el “nocturno” de Corrales, con toda su teatralidad interna. La participación “en vivo” de Kurt Findeisen tocando la flauta japonesa (“shakuhachi”) (“la flauta sonaba como si hubiera estado allí desde siempre”, como me comenta Domínguez) matiza el subtexto y tiene su propia lectura. A mi modo de ver, lo que consiguió la dramatización de José Manuel Domínguez, fue un efecto de “música de cámara” que se inicia con un movimiento danzario de los actores cruzando el escenario; hasta llegar a la somnolencia del estado de duermevela de los personajes; la presencia casi intangible de la Pasante que deambula por el escenario con la textura de otra dimensión, que concluye con la gradual inmersión de Oberon en las aguas shakesperianas de Ofelia (que es el recitativo final al que se dirige la obra). Todo, mucho más complejo que lo que indican las apariencias, y que deja, inclusive sin contestar, la incógnita de la muerte de Oberón, para que la respondamos nosotros, en una pieza de auténtico final abierto.

La dramatización pierde algo en el escenario académico del Wesley Gallery, que diluye el efecto intangible de lo teatral, por muy contenida que sea la teatralidad de Nocturno de cañas bravas. José Antonio Salinas, Luis Naleiro y Carlos Ortiz supieron dar los contrastes caracterológicos de los tres personajes masculinos, el conflicto individual que los asedia, e Ivette Kelems supo dar los matices de la Pasante que nos ronda, mientras que la flauta (la idea es mía) agrega un subtexto que no estaba explícitamente en el original, pero que responde al enigmático espíritu que lo anima.




El pasatiempo nacional

En el seno de Akuara Teatro, una última lectura dramatizada tuvo lugar el domingo 15 de enero, con la cual se clausuraron las actividades teatrales de “Celebrando a Virgilio”. Desde hace mucho tiempo, he tenido específico interés en que se llevara a escena El pasatiempo nacional de Raúl de Cárdenas, y lo he planteado varias veces, por considerarlo un texto clave de este dramaturgo y del tratamiento del discurso gay. La correlación que establece de Cárdenas entre dicho discurso y el juego de pelota, cuya importancia como deporte nacional en Cuba ha sido siempre muy señalada, la condición eminentemente masculina de este deporte y la importancia que ha tenido también políticamente, siendo un medio utilizado por muchos peloteros para salir de Cuba, le da especial relieve a esta aproximación, porque, si de un lado la pelota ha sido parte de esa tramoya propagandística del “hombre nuevo”, también ha servido para las deserciones que han llevado a muchos peloteros cubanos a dar el salto a las grandes ligas del capitalismo. Los temas que se entrecruzan en la obra, van a ser utilizados por el dramaturgo para darle una vuelta total a todos ellos, convirtiendo el discurso de la masculinidad nacional, revolucionaria, en un discurso gay contrarrevolucionario donde todo hay que leerlo al revés. Nos remite, por otra parte, al discurso político directo del Raúl de Cárdenas de su primera obra, Los ánimos están cansados, anterior a La palangana, y a su necesidad imperiosa de comprometerse con todos aquello que le parece justo. Juan Roca asume la dirección del texto y lo proyecta de una forma directa y eficaz, todo bien dicho, aunque faltan insinuaciones y sutilezas que seguramente la presión de tiempo para el montaje no permitió un mayor desarrollo. Hay dos momentos excepcionalmente efectivos, aquel en que los dos jóvenes descubren la atracción sexual que sienten el uno por el otro, y el desenlace de la obra, con el asesinato del padre, que es sencillamente brutal, que salió muy bien, donde el que la hace la paga, llegándose a un crimen directo dentro del cual sobran las alegorías. Sobresale en el conjunto, la labor excepcional de Jorge Ovies, que no conforme con el trabajo realizado en Dos viejos pánicos, lleva a efecto un trabajo de actuación casi desconcertante, por lo convincente que resulta. Digo desconcertante, porque el padre es un canalla, un verdadero demonio capaz de cualquier cosa por la Revolución, un fanático total. Un fanático de tal naturaleza (como seguramente pensaban los nazis), que cree firmemente en la positividad de los crímenes que comete sin poner en tela de juicio la monstruosidad de sus actos. Pero, ¿acaso no es esta la convicción de los verdugos? ¿No es esto, precisamente lo que ha pasado entre los cubanos? La seguridad con la cual Ovies interpreta el personaje pone los pelos de punta.

Quede todo lo expuesto como una celebración virgiliana en la cual el teatro ha sido el protagonista.

Matías Montes Huidobro
Presidente, Instituto Cultural René Ariza