Sunday, November 21, 2010

Héctor Santiago premio René Ariza.

Foto: Luis de la Paz. José Abreu Felippe recibiendo el Premio René Ariza en nombre del dramaturgo Héctor Santiago. Entrega el premio Yvonne López Arenal. Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami.



Foto: Miguel Pascual. Luis de la Paz durante la presentación del Premio.


Héctor Santiago, el escribano


Por Luis de la Paz


El dinamismo y la vitalidad propia de la ciudad nos impulsaban a adentrarnos en calles, a detenernos ante un sitio, unas veces por majestuoso, otras por su apariencia anacrónica en medio de la más espesa modernidad. Al partir desde las inmediaciones de Time Square, donde estaba mi hotel, una fresca mañana de octubre, hasta volver a cruzar la luminosa plaza, bien entrada la madrugada del siguiente día, trascurrió una larga, extenuante, maratónica y exquisita jornada con Héctor Santiago. Unas 15 horas de andar por Nueva York, donde la literatura, el arte, el peso del exilio, la bajeza de unos, el altruismo de otros, los males del alma y los físicos, la muerte y la soledad fueron los temas que marcaron las horas... horas alrededor de Battery Park, El barrio chino, La pequeña Odessa, la zona de Conney Island... De un extremo a otro de la ciudad, hasta caer, ya de madrugada, exhaustos, en la rotonda de Columbus Circle, justo a la entrada al Parque Central donde se encuentra el monumento a las víctimas del acorazado Maine, que estalló en el puerto de La Habana en febrero de 1898. Allí continuó nuestra conversación, como si quisiéramos que nunca acabara el tiempo. Un tiempo que, el real, servía de enlace con el pasado, no siempre placentero, muchas veces rodeados de sobresaltos y recuerdos trágicos. No podía ser de otra manera. Héctor ha sido duramente golpeado por la vida, y sólo el arte como pasión, y sus dioses, ya sean los yorubas o los que invitan a la meditación, le imprimen la energía necesaria para mantener el aliento.


A orilla del Hudson, Héctor me hablaba de La Habana, la ciudad donde nació en 1944. De sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. De los cursos en el Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional de Cuba. De cómo desarrolló una amplia labor en distintos grupos de teatros habaneros, unas veces como asesor literario, director y dramaturgo; en otras como actor, titiritero, coreógrafo, bailarín y pintor.


En la convulsa e inestable capital cubana de los años sesenta, ejerció la crítica teatral para la Gaceta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el periódico Juventud Rebelde. Si bien esos recuerdos encierran cierta satisfacción, hubo etapas desalentadoras, que lo llevaron a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, las tristemente célebres UMAP, o a ser víctima de la espeluznante parametración que desató una cacería contra los artistas, los homosexuales y los religiosos. Héctor pasó años en prisión hasta que en 1979 logra salir de la isla y comenzar su vida de exiliado en Nueva York, donde lleva viviendo más de tres décadas.


Como una puesta en escena, Héctor dosifica sus emociones mientras se expresa. No hay rencor, ni odio en su voz, pero sí, creo, falta la dosis de perdón que algunos reclaman. ¿Por qué perdonar?, me pregunto yo, si los victimarios no se han arrepentido, y por el contrario siguen, sometiendo a los cubanos.


Héctor me habla de la satisfacción de vivir en Nueva York y de sus vínculos con grupos de teatro en español e inglés. Se refiere a las 9 obras que tiene publicadas, al estreno de 10 de sus piezas en Estados Unidos, México, Brasil y Paraguay y se manifiesta agradecido por el Premio “Letras de Oro” que recibió por su obra Vida y pasión de La Peregrina, obra en tres actos sobre la agitada vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Esta obra fue estrenada durante el XIII Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, en 1998, por Teatro Avante, bajo la dirección de Mario Ernesto Sánchez.


Otros premios recibidos por Héctor.


De estos no me habló en la larga jornada neoyorquina, fue 2do. Premio Teatral del “Concurso Chicano/Latino” de la Universidad de Irving, en California. También recibió un 2do Premio en el Concurso Internacional “Monólogo Dramático” de Ediciones de la Discreta, Madrid, España, el 1er. Premio Teatral Concurso Internacional “Alberto Gutiérrez de la Solana” del Círculo de Cultura Panamericano, en New Jersey.


Pero Héctor no es sólo dramaturgo. Como ya se apuntó, también es narrador, poeta y pintor. Ya en 1961, en la mítica Ediciones El Puente, creada por el poeta José Mario, publicó el cuaderno Hiroshima bajo el nombre de Santiago Ruiz. Por su labor como poeta y narrador ha recibido el Primer Premio y Primer Accésit del Concurso Internacional de Cuentos “Enrique Labrador Ruiz” del Círculo de Cultura Panamericano, así como el 2do. Accésit del Premio de Poesía Concurso Internacional “Eugenio Florit” del mismo Círculo de Cultura Panamericano. Quienes hemos seguido su trayectoria sabemos que textos suyos han sido traducidos al inglés, francés y catalán. Tiene publicados poemas, cuentos, ensayos y artículos periodísticos en diversas publicaciones de Estados Unidos, y en varias revistas de la Web. Sobre este aspecto, puedo decir que en la Revista electrónica el ateje, que tuve el placer de editar entre el 2001 y el 2008 junto a Jesús Hernández, publiqué 12 obras de Héctor Santiago, además de poemas, cuentos y ensayos.


El teatro ha sido para Héctor su aliento vital. Pero sería injusto si sólo digo el teatro, también lo es la poesía, la novela, el cuento; pero sí, sobre todo el teatro. Su dramaturgia abarca más de cien obras, divididas en los “ciclos”: Crónicas contemporáneas, Los rituales del miedo, Los rituales de la libertad, El amor bien amado, Los payasos de Dios y La memoria y el olvido. Cada uno de estos ciclos le da cabida a varias obras. Algunas de estas piezas han sido publicadas en formato digital, otras aparecieron en libros o revistas especializadas. Entre sus obras destacan La noche de la chambelona, El loco juego de las locas y Rosalba la lluvia, las tres publicadas en 1995 por la Editorial Libretas, en New Jersey. El teatro, la literatura, incluso hasta los cuadros que pinta Héctor Santiago, tienen mucho que ver con sus experiencias vitales, con sus sueños, con su pasión por el arte. Un dulce cafecito, Pasiones y mordazas de Sor Juana Inés de la Cruz, pieza estrenada en México con la actriz Verónica Santoyo y la dirección de Manuel Martín; Aventuras del arlequín enamorado, Balada de un verano en La Habana, llevada a escena en Miami por Herberto Dumé en el pequeño espacio de Creation Art Center que regentaba Pedro Pablo Peña. Una sólida obra sobre la reconciliación y el reencuentro entre hermanos divididos por el castrismo. Este es un tema recurrente en el teatro y la literatura cubana de este medio siglo bajo el castrismo. Otra de las obras de Héctor dirigida por Dumé fue la exitosa En busca del paraíso, que contó con las actuaciones de Eliana Irivicu, Jorge Reyes, Julie de Grandy y Jorge Trigoura, una pieza donde el tema central es la desesperación de muchos cubanos que se ven forzados a intentar las más increíbles fugas para escapar de la isla.


Durante la larga noche otoñal con Héctor hablamos de otras obras suyas, como El día que se robaron los colores, de temática infantil. También me habló de La eterna noche de Juan Francisco Manzano, y de Crónica y contracrónica de Juana La Loca. Para él, los personajes históricos son fascinantes y en gran medida encarnan la lucha por abrirse paso, el enfrentamiento a su época, y eso es también la esencia de la dramaturgia de Héctor Santiago.


Yo le mencioné Madame Camille, escuela de danza, y lo incité a que me hablara de la puesta de esta obra en Brasil. También conversamos sobre La diva en la octava casa, de la lectura dramatizada que de ella realizó el Instituto Cultural René Ariza con Orquídea Gil y Chistian Ocón, y de la puesta en escena que posteriormente realizó Juan Roca, en Havanafama Teatro Estudio, con las actuaciones de Yesler de la Cruz y Ángel Lucena.


De ese sólido centenar de piezas que integran la dramaturgia de Héctor Santiago son Voces de América, Nuestra señora de los diamantes y El último vuelo de La Paloma, que fue presentada recientemente en Havanafama como parte de las conmemoraciones por el 30 aniversario del Mariel.


El descompuesto mundo alucinante de dos incorregibles locas pánicas, es una farsa en cinco rituales, perteneciente al ciclo: Los rituales del miedo, es la entrega X de esa serie. En ella los personajes son Reinaldo Arenas y Virgilio Piñera en un encuentro en La Habana en 1979. Aventuras del arlequín enamorado, comedia del arte en tres actos, fechada en 1997. Esta obra fue comisionada por la actriz Vivian D’angelo y dedicada a ella, para celebrar los 100 años del nacimiento de Federico García Lorca y estrenada en el American Theatre of Actors, en Nueva York, en marzo 30 de 1998, bajo la dirección de Luis Caballero.


De temática afrocubana, es Chango, Olufina, Alafin de Oyo, una tragedia de orishas afrocubanos en tres actos. Esta obra se inserta en la importancia que Héctor le da a los temas afrocubanos que además de su teatro, se refleja en su plástica, sobre todo en la serie de sillas. El mundo de los orishas nos consumió un buen tiempo. Luego recordé un texto suyo sobre el tema que me parecía esclarecedor. Allí él expresaba: “En 1958 sin conocimientos de dramaturgia, aunque ya incursionando en el mundo cultural, escribí mi primera obra teatral y desde entonces, «envenenado» por el teatro, al año siguiente, con quince años, en 1959, escribí una tragedia llamada Iroko inspirada en un mito afrocubano. Esta obra surgida por la influencia de mi familia negra que practicaba la Santería, y eran informantes de Lidia Cabrera, Fernando Ortiz, Rómulo Lachatañeré. Isaac Barreal e Isaac León —muchos de los cuales moldearon mi pasión cubana–, fue la responsable de mi carrera como dramaturgo y teatrista profesional, ya que el folclorista Fernando Ortiz, al leerla, la dio al etnólogo Isaac Barreal, que se la entregó al musicólogo Argeliers León; éste se la pasó al dramaturgo Fermín Borges, en aquel momento director del Departamento de Teatro del Teatro Nacional de Cuba, lo que hizo que me dieran una beca en el recién creado Seminario de Dramaturgia dirigido por la escritora Mirta Aguirre, la cual junto con Borges la eligió para inauguración de la sala "Covarrubias" del TNC en la entonces Plaza Cívica de La Habana. Pero el grupo de miembros del Partido Socialista Popular dirigido por Vicentina Antuña, que controlaba el Consejo Nacional de Cultura, junto con la directora del TNC Isabel Monal, se opuso por las connotaciones religiosas de la obra. Desde entonces, en tres diferentes ocasiones fui detenido por la Seguridad del Estado, mi casa registrada y todos mis manuscritos incautados. en cada uno de esos registros perdí un manuscrito de Iroko, hasta que finalmente quedé sin ninguno. Muchos años después, ya en el exilio, volví a rescribir ésta —así como otras– con los jirones de la memoria, pero al no escapar a mi madurez como dramaturgo el resultado tenía nuevos elementos, así que sabiendo que ya no era la misma obra decidí darle un nuevo título. El mito de Iroko. En toda mi obra la temática afrocubana es abundante, y no comprendo como, con la enorme influencia negra que tenemos, por qué su escasa manifestación en la literatura cubana de ambas orillas. Quizás los que resguarden mi cuantiosa obra inédita, después de mi muerte puedan regresarla a una nueva Cuba, y si se salvan del fuego, encuentren los viejos manuscritos secuestrados en los sótanos de la Seguridad del Estado”.


El número 9 de la revista electrónica el ateje, llevó por título Seis dramaturgos cubanos, donde se quiso ofrecer una mirada, limitada, pero mirada al fin, al teatro cubano del exilio. Entre lo autores que formaron parte de ese número están José Abreu Felippe, Raúl de Cárdenas, Maricel Mayor Marsán, Pedro Monge Rafuls, Jorge Trigoura y de Héctor Santiago, con una pieza con nombre muy de telenovela, Las pecadoras de Río Escondido o flor de pecado, un drama en seis escenas, que toma lugar en un prostíbulo de travestís llamado La última noche que pasé contigo, en la selva atlántica. También en el ateje se publicaron El milagro de e Madame Kirosvska, la ya mencionada En busca del paraíso, Su majestad el Rey y el bufón sodomita. Esta obra es la segunda del ciclo Los payasos de Dios. La clave de esta farsa está en sus personajes: el rey barbudo, el bufón sodomita y el soldado. La acción tiene lugar en una celda, en las mazmorras de un castillo.


El loco juego de las locas es una obra muy importante dentro de la dramaturgia de Santiago. Es la cuarta pieza del ciclo Crónicas contemporáneas. El autor da fe de “la veracidad de los acontecimientos, los datos y los personajes” que integran su obra y la dedica a “todos los que murieron, fueron torturados, enloquecieron, se suicidaron, perdiendo su juventud, su inocencia, su vida. Pero en especial a Benjamín que a los dieciséis años prefirió la muerte corta de 200 aspirinas que la larga de vivir en el espanto cubano, tras ser detenido doce veces en el mismo día por el solo delito de ser”. Entre los personajes acotados en esta obra se encuentran Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera, René Ariza y Héctor Santiago. La acción tiene lugar en un apartamento en Manhattan y un campo de la UMAP, en Camagüey. La época es a partir de 1965, año en que se implantan estos campos de concentración llamados Unidades Militares de ayuda a la Producción.


También de temática afrocubana y dirigida para los jóvenes es Taita jicotea y taita ciervo. Esta obra en dos actos, pero para títeres, está inspirada en un cuento de Lydia Cabrera. La ambientación es el monte, con su flora y fauna, en la época colonial. Casi todos los temas esenciales están en la obra de este autor. Otro tema interesante en su dramaturgia se aprecia en La danza que bailan los moralistas, un homenaje a los bufos cubanos. Esta pieza en tres actos, escrita entre La Habana en 1968 y Nueva York en 1995, destapa otra de las facetas en el teatro de Héctor Santiago poco conocida y poco explorada, y es su afinidad al teatro costumbrista. Esta obra está dedicada a los grandes del género en Cuba, Candita Quintana y los bufos del Teatro Martí de la capital cubana, la sala por excelencia del teatro popular. El local está hoy día abandonado y en ruinas.


Mientras las horas de la madrugada hacían detener el flujo de carros en la rotonda de Columbus Circle, y Héctor me hablaba de su trabajo y de la pasión de vivir en Nueva York, yo pensaba que estaba ante un hombre marcado por dolorosas situaciones, las que ha enfrentado con dignidad y entereza. Reflexionaba sobre sus experiencias y vivencias. Me sentía satisfecho de ser amigo de un escritor de su altura, intenso en su prosa, agudo, reflexivo y sobre todo, muy cubano.


Sentí una gran alegría cuando me dijo: “Creo que ya es hora de irnos”. ¡Al fin, pensé!, pero inmediatamente agregó: “si quieres nos quedamos hasta el amanecer”. Cuando me dijo eso temblé. Pero en realidad la noche nos invitaba a continuar. No siempre se tiene la oportunidad de conversar con alguien con una vida tan interesante y bien vivida Se levantó y comenzamos a caminar por las calles, a esa hora sí ya bastantes tranquilas. Unas cuadras más adelante, la intensidad luminosa de Time Square volvía a dominar el paisaje, donde cada instante de vida es intenso.

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