Tuesday, May 15, 2012

SANCTASANCTÓRUM de Jesús (Tinito) Díaz


Akuara Teatro, Eriginal Books y Project Zu los invitan a la presentación del libro,

SANCTASANCTÓRUM

de

Jesús (Tinito) Díaz

Jueves, 24 de mayo, 8pm
Akuara Teatro
4599 SW 75th Ave
Miami Fl 33155
786-853-1283

Akuara

Presentación a cargo de Carlos Pintado
Para más información entrar en:
SANCTASANCTÓRUM

Jesús Alberto"Tinito" Díaz Hernández " (29 de Mayo, 1971, Pinar del Río, Cuba) escritor, dibujante. Estudió licenciatura en lengua inglesa en el Instituto Pedagógico de Pinar del Río. Tiene un libro publicado: "Discurso en la penumbra" (2012), y un libro inédito: "Como Narciso en la floresta de los cuervos". Sus poemas han aparecido en varios blogs y revistas literarias. Poemas suyos han sido traducidos al francés. Actualmente reside en Miami.

Sunday, May 6, 2012

La fuga de una divina diva



La fuga de una divina diva

Nivia Montenegro

Claremont, California

DIARIO DE CUBA.

Zenaida Manfugás deja muchas anécdotas de su ingenio y escasas grabaciones de su maestría como intérprete.

Zenaida Manfugás deja muchas anécdotas de su ingenio y escasas grabaciones de su maestría como intérprete.

Hace solo un par de días falleció Zenaida Manfugás, la gran pianista cubana, magistral intérprete de nuestro repertorio, al que supo infundirle los ritmos, pausas y cadencias que se respiran en la Isla. Era, además, una pianista de talla que desbordaba energía y se sabía al dedillo a Brahms, Bach y Beethoven, sus autores predilectos.

Tuve la suerte de escuchar y conocer a Zenaida en una visita que hizo a Los Ángeles, California, a mediados de la década de los 90, invitada por el antiguo Club de Cultura Cubano-americana para una de sus galas anuales. Recuerdo como si fuese hoy el olor a tiempo y dobleces que destilaba el largo vestido ocre con el que debutó, su pelo recogido en un austero moño y el inseparable collar de perlas que la acompañaba.

Recuerdo también su imponente presencia musical, atada en aquella ocasión a un piano de circunstancias que no le hacía justicia a las manos que lo tocaban. Fue en ese mismo instante, viéndola, escuchándola y sintiendo con ella la disminución que significaba tocar de ese modo, que decidí que en cuanto pudiera la invitaría al plantel en el que enseño. Quería verla desquitarse de aquella cita con aquel desairado instrumento musical.

Fue así que Zenaida vino a Pomona College en la primavera del 2000 a ofrecer un concierto en el que ilustraba el desarrollo de los géneros musicales cubanos en el siglo XIX y XX. En apenas unos días trabamos una relación de amistad, teñida en mi caso por una inmensa admiración hacia aquella mujer negra, bajita y de provincias que tuvo que luchar toda su vida y en todas partes con los obstáculos que el color de su piel, su calidad de mujer y también su personalidad inspiraban.

Ni que decir que el concierto fue todo un éxito y aun entreveo a algunos miembros del público tarareando un danzón o emocionándose ante algunas de las composiciones de Lecuona, a quien le dedicó toda la segunda parte de su interpretación.

Zenaida no tenía pelos en la lengua; más bien diría que poseía la tersura de un pubis angelical. Todo, absolutamente todo, lo decía a plena voz y dondequiera que se encontrara, desde efluvios corporales que no le permitían concentrarse en la pieza que ensayaba (sin eufemismos) hasta la blandenguería musical de alguna antigua alumna. Si alguien se asombraba de aquella libertad expresiva, Zenaida de inmediato alegaba: "Yo soy negra como el totí, pero transparente como el agua".

Tenía innumerables anécdotas de su amistad con Lecuona y también de los difíciles comienzos en La Habana, donde muchas veces la juzgaban por la tonalidad de su piel y no la de sus interpretaciones. Escuchar a Zenaida hablar de su madre, de su vida en Baracoa, ciudad aislada y comunicada con el resto de la Isla a través de viajes marítimos, era ir de su mano en un entrañable viaje a la semilla que nos llevaba a las raíces ancestrales de nuestra cultura. Crombet, uno de sus apellidos, la emparienta con las guerras de independencia de Cuba, en el siglo XIX, en la que participaron gran número de cubanos negros, entre ellos Flor Crombet, quien perdió la vida al desembarcar con Antonio Maceo en 1895.

Estando Zenaida en California, el film Buena Vista Social Club comenzaba su arrollador apogeo. Y, por truculencias del azar, como diría Reinaldo Arenas, el productor del disco en el que se inspira el documental, Ry Cooder, escuchó hablar del concierto de Zenaida y quiso venir a conocerla. Llegó a casa una tarde con su mujer y se pasó un buen rato escuchando a Zenaida. Mientras ella tocaba, Cooder la escuchaba, cerrados los ojos en una especie de éxtasis artístico, para poder disfrutarla mejor me imagino, mientras que su mujer, los ojos muy abiertos, parecía tener la vista innata de una cazadora de talentos.

Zenaida se ilusionó mucho con la posibilidad de ser grabada por Ry Cooder, pero después de muchas expectativas, no sucedió nada. Creo que se debió, en gran parte, a que Zenaida no poseía "la mística de la Isla". No era igual grabar a una cubana negra, de Nueva Jersey, que a unos músicos recién "redescubiertos" detrás del telón revolucionario. Zenaida no llevaba ningún club de pintura descascarada a sus espaldas ni parecía dispuesta a ser redimida musicalmente. Era pura interpretación, pura vida musical sin argumentos románticos ni existenciales.

En una de sus últimas entrevistas, realizada en Miami con motivo de un homenaje a la pianista, Zenaida aún hacía de las suyas. A una pregunta de la entrevistadora, quien le hablaba de su estadía en España, donde Zenaida residió varios años, la entrevistadora utilizó la frase "la Madre Patria" para referirse a ese país. Zenaida la paró en seco y ripostó sin pestañear: "los negros no tenemos madre patria... si acaso madrasta, ¡y mala!". Y poco después, al referirse a su edad y sus dolencias, algunas graves, Zenaida añadió, con su habitual ironía, que a ella iban a tener que matarla a latigazos.

Esas chispas de ingenio, con aguzado sentido histórico que dibujaban de un trazo el lugar y situación de la población negra de Cuba, dejaban a algunos incómodos, pero eran una muestra de la agudeza mental y la personalidad arrolladora de Zenaida Manfugás.

Espero que sus muchos arreglos de piezas cubanas, y en especial los que tenía de Ernesto Lecuona, reciban la atención que merecen y sean depositados en algún archivo de la música cubana. Debido a su amistad y colaboración con el compositor, Zenaida conocía muy bien arreglos e interpretaciones de Lecuona que el compositor, siempre de prisa, no anotaba. En ese sentido fue no solo intérprete, sino también depositaria del legado de Lecuona, quien murió en España y cuyos restos descansan en EE UU.

No puedo dejar de acordarme ahora de otra figura musical cubana, muy diferente pero también genial, a quien Guillermo Cabrera Infante rindiera homenaje en su Tres tristes tigres: me refiero a La Estrella, la inmensa cantante de boleros que murió dejando solo una grabación. Zenaida deja una honda huella en la interpretación de la música cubana, pero escasas grabaciones.

Es de lamentar que una figura de su importe haya transitado por nuestra cultura en semejantes condiciones. Ya sea por el desmembramiento a que se halla sujeto el exiliado, por su manera de afrontar obstáculos, o por su obstinada y frontal honestidad, aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de disfrutarla y conocerla, sabemos que se merecía más y nos sentimos mermados.

Duele que una presencia musical de tanta vitalidad y relieve, que glosaba con maestría épocas y estilos del hacer musical, desaparezca de este modo. No me refiero, por supuesto, a su muerte, sino al vacío que supone el que una voz de ese calibre haya quedado, por falta de grabaciones, reducida al silencio.

Thursday, May 3, 2012

Zenaida Manfugas.

Zenaida Manfugás interpretando "Crisantemo".

Zenaida Manfugás y sus prodigiosas manos.

La pianista cubana Zenaida Manfugás, conocida intérprete de música clásica fallece en New Jersey. La conocí en Los Angeles mientras trabajaba para el "CUBAN AMERICAN CULTURAL INSTITUTE" de California, nos deleitó con su maestría en la gala de apertura de uno de nuestros festivales. Vivía modestamente en Elizabeth en NJ como le ha sucedido a otras figuras de la cultura cubana que viven fuera de nuestra isla. Fue una mujer sencilla extraordinaria un personaje inolvidable de esos que pasan una vez por nuestras vidas y se quedan para siempre. Me consuela el placer de poder recordar como la recibió la comunidad cubana de Los Angeles que disfrutó a plenitud de su concierto y la hizo repetir una y otra vez algunas de las piezas de su repertorio. Adiós Zenaida nos dejas con tu música, impercedera, eres gloria que honra a todos los cubanos.

Tuesday, May 1, 2012

Premio Dardos para el ICRA.


Lanzar la flecha bien lejos- de Rosa Ileana Boudet, uno de lo más prestigiosos blogs de la blogósfera cubana ha distinguido al Instituto Cultural René Ariza con un premio Dardos. Muchas gracias en nombre de todos los miembros del ICRA y felicidades a todos los ganadores del mismo.
“…se concede para reconocer los valores culturales, éticos, literarios y personales transmitidos en forma de creatividad y palabras. El premio es creado con la intención de promover la fraternización entre bloggers y es una manera de mostrar afecto y gratitud por el trabajo realizado”.

Cuando lo recibes, si lo aceptas, debes hacer dos cosas:

1- Una entrada en tu blog con la imagen del premio, el nombre de la persona que te lo ha otorgado y un link a su blog.

2 – Pasar el premio a otros 10 ó 15 blogs que son dignos de este reconocimiento, poniéndote en contacto con los bloggers para indicarles que lo han ganado.


Grafoscopio.
Soligregario.
Peregrinos por el mundo.
Dirticity.
Belkis Cuza Malé.
El blog del poeta René Dayre.
Lengua indomita.
Gaspar el lugareño.
Miami en escena.
Carlos Barba.
Los versos que me cuadran.
Project Zu.
Escombros hablaneros.
Parque de ajedrez.
Ernesto's page.

Algunos de mis blogs favoritos están en esta lista como muestra de mi admiración y respeto a su labor. Gracias de nuevo a Lanzar la flecha bien lejos el blog de Rosa Ileana Boudet.

Las VÍCTIMAS de la censura



'Cartas de amor a Stalin' con Mauricio Rentería, Mabel Roch y Larry Villanueva.
 Foto: Julio de la Nuez.

Arturo Arias-Polo
El Nuevo Herald l 04/27/2012.

Tal vez un joven nacido en libertad no se cuestione el tema. Pero si por alguna razón le interesara saber hasta qué extremo el miedo puede hacer estragos en la vida de un hombre bajo un sistema totalitario, sería bueno que se diera una vuelta por el Teatro Abanico, donde se está presentando Cartas de amor a Stalin, del dramaturgo español Juan Mayorga basado en el supuesto encuentro entre el escritor soviético Mijail Bulgákov, una de las tantas víctimas de la censura estalinista en la década de 1930, y el dictador Joseph Stalin.

Mientras disfrutaba la puesta del drama, no dejé de pensar en aquellos artistas que fueron condenados al ostracismo en la plenitud de sus carreras por pensar diferente. Creadores que, si lograron sobrevivir la censura, cuando retomaron su labor, dentro o fuera de sus países, en la mayoría de los casos no lograron igualar el éxito de su etapa fecunda.

Al ver la veintena de jóvenes que ocupaban la sala de Coconut Grove me pregunté qué podrían decirles aquellos personajes que, desde el escenario, desempolvaban un conflicto cuyas secuelas persisten hasta hoy en Cuba y otros sitios donde muchos artistas aún no se atreven a ventilar sus pensamientos a viva voz, pese a las últimas aperturas, por temor a las consecuencias.

En la trama de Mayorga, Bulgávok especula sobre qué pudo haberle dicho Stalin en aquella llamada telefónica interrumpida “por alguien” antes de completarse el mensaje.

“¿Estás seguro que era él, no sería un impostor?”, le pregunta Yelena Bulgákova, la esposa del intelectual, quien, en un arranque de ingenuidad, ruega a los actores del Teatro de Arte de Moscú y hasta el mismísimo Constantín Stanislavski, su director, que la incluya a ella y su silenciado marido en la próxima gira al extranjero.

El recuerdo de la fatídica llamada, leitmotiv de la obra, se convierte en obsesión para el escritor y móvil de la acción, al tiempo en que la llegada del dictador, “ángel salvador” que le despejará todas sus dudas, aumentará su confusión y la dependencia de su verdugo hasta el minuto final.

Cartas de amor a Stalin plantea un duelo entre víctima y victimario que seduce desde la primera escena gracias al montaje de Alberto Sarraín, quien ensambló un espectáculo contenido valiéndose de la escenografía funcional de Alaín Ortiz, el atinado diseño de luces de Pedro Remírez y el trabajo de un trío cuya presencia no es muy frecuente en la escena local: Mauricio Rentería, Mabel Roch y Larry Villanueva.

Precisos en el fraseo y el dominio del espacio, el grupo ofrece un desempeño encomiable –reforzado por su fuerte presencia escénica, el acertado vestuario de Luis Suárez y el maquillaje de Adela Prado–, que le permite transitar a su antojo por los pasajes más “realistas” y aquellos que bordean lo farsesco en esta fantasía teatral sobre un período nefasto de la historia.

Decir cuál de los tres estuvo mejor sería minimizar el atormentado Bulgákov de Rentería, con sus exabruptos y su vulnerabilidad a flor de piel, cuando enfrenta al dictador y en los momentos en que se refugia en sus brazos buscando “protección”.

Pero tampoco se podría ignorar la sobriedad que le imprime Roch a su Yelena, indulgente por momentos, soberbia en otros, desmoralizada en la medida que se agotan sus esperanzas de escapar de la pesadilla moscovita.

El personaje de Stalin, un bocadillo apetitoso reservado sólo para quienes sean capaces de explotarle todas sus aristas, encuentra en Villanueva al intérprete ideal. Su dominio de las transiciones, el sarcasmo que le imprime a cada línea y la energía que lo acompaña hasta el cierre hacen inolvidable su entrega.

“Me gustaría ver la obra, porque, por mucho que me lo expliquen, me cuesta entender que alguien me diga cómo debo hacer mi trabajo”, me comentó un conocido artista plástico cubano-americano que no ha vivido en carne propia la censura.

Hace unos días, una pareja de jóvenes actores cubanos desconocidos, residente en la isla, desaprovechó la oportunidad de presentarse en el Tribeca Film Festival, donde se estrenó Una noche, una película sobre la tragedia de los balseros protagonizada por ambos, para “desaparecer” del aeropuerto de Miami, una vez que pisaron tierra firme.

Ignoro su trayectoria y dudo si habrán tenido tiempo de rogarle a un burócrata para que les permitiera salir de la isla a respirar aire puro. Tampoco me atrevería a asegurar que conocen el viacrucis de tantos artistas que a lo largo de la historia hicieron lo imposible, sin resultados, por desarrollar su obra en libertad, ni mucho menos, quién fue Mijail Bulgákov.

Tal como los personajes que representaron en pantalla, estos jóvenes tomaron “la justicia por su mano” y agarraron las riendas de su destino. Sería bueno saber qué piensan de Cartas de amor a Stalin.
Teatro Abanico, 3138 Commodore Plaza, Coconut Grove.
Funciones: viernes y sábados 8:30 p.m. y domingos 5 p.m.
Información y reservaciones: (305) 993-9657.

Gracia de Matanzas: anatomía y fisiología de un TALLER

10 Taller Internacional de Títeres de Matanzas

Omar Valiño

La Jiribilla l La Habana, abril 28 a mayo 4 de 2012.

Paso frente a la Galería El Retablo, en el meridiano de la ciudad de Matanzas, y veo con mis propios ojos que la sala adjunta, recién acondicionada, se nombra Pepe Camejo, el gran titiritero cubano a quien, en buena parte, se debe el movimiento nacional del teatro de figuras, y pienso que a veces, felizmente, las injusticias de humanos y circunstancias las paga con justicia el tiempo.

Detrás de la sala y la galería nace también el Jardín Pelusín del Monte, en homenaje al títere nacional creado por la matancera Dora Alonso y el propio Camejo. Allí se abrió el 10mo. Taller de Títeres de Matanzas, primera certificación pública para este complejo de espacios entrelazados aún no concluidos; merecido premio a la fortísima labor de Teatro de Las Estaciones, su diseñador Zenén Calero y su líder Rubén Darío Salazar.

El Taller, fundado en 1994 por el maestro René Fernández y su Teatro Papalote, del cual entonces eran miembros Calero y Salazar, se consolidó con rapidez, a lo largo de los 90, como un evento facilitador de un ámbito pedagógico que marcaba una perfecta combinación entre el segmento de espectáculos programados, las acciones de formación, los espacios teóricos y los acontecimientos promocionales.

Con 18 años de andadura y diez ediciones a cuestas, entusiasma comprobar que la anatomía y la fisiología del Taller permanecen intactas, y resultan, cuando menos, tan importantes como en sus primeros tiempos, pues coinciden en dirigirse, esencialmente, a una nueva oleada de jóvenes titiriteros como aquellos a los cuales la convocatoria matancera les resultó decisiva en su aprendizaje.

Ese nuevo rostro, que trata para bien de autorreconocerse lo mismo en una cita en Guantánamo en pequeños talleres y encuentros por todo el país, contrasta con los viejos grupos a cuyo aniversario 50 estuvo dedicado el evento. Medio siglo, y hasta algo más, en los casos de los guiñoles de Pinar del Río, Matanzas, Santa Clara, Camagüey y Santiago, merecen el profundo respeto por su forja de tradiciones, en algunos casos continuada bajo otros denominativos, pero también la exigencia de una mayor visibilidad en el presente, hija necesariamente de lógicas renovaciones. De algunos de estos colectivos ni siquiera llegaron representantes a Matanzas a participar de su propio festejo, síntoma de sus deseos, más allá de cualquier imponderable.

Por el contrario, esta edición contó con el ánimo impertérrito de Teatro Papalote y del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, signo de que el paso del tiempo no es obligatoria igualdad a pérdida de iniciativa. Alrededor de René y Mercedes Fernández —con más de dos décadas al frente del CPAE—, se juntan los ya mencionados y una pléyade de instituciones y personas cuyo esfuerzo es premiado por la intensidad, el bienestar, la profundidad, el ecumenismo, la calidad y la belleza que caracterizan el Taller Internacional de Títeres, cuyos amplios horizontes marcan la gracia de Matanzas como la capital del arte titiritero insular.