Texto de Darío Fo.
Traducción de Fernando Ber.
Hace mucho tiempo, el poder tomó una decisión intolerante contra los comediantes al expulsarlos del país.
Actualmente, los actores y las compañías teatrales tienen
dificultades para encontrar escenarios públicos, teatros y espectadores,
todo a causa de la crisis.
Los dirigentes, por tanto, ya no están preocupados por controlar a
aquellos que les citan con ironía y sarcasmo, ya que no hay sitio para
los actores, ni hay un público al que dirigirse.
Por el contrario, durante el Renacimiento, en Italia, los que
gobernaban, tuvieron que hacer un esfuerzo importante para mantener a
raya a los Comediantes, pues reunían abundante público.
Se sabe que el gran éxodo de actores de Commedia dell’Arte tuvo lugar
en el siglo de la Contrarreforma, que decretó el desmantelamiento de
todos los espacios teatrales, especialmente en Roma, donde fueron
acusados de ofender a la ciudad santa.
En 1697, el Papa Inocente XII, bajo la presión de insistentes
requerimientos del ala más conservadora de la burguesía y de los máximos
exponentes del clero, ordenó la eliminación del Teatro Tordinona que,
según los moralistas, había acogido el mayor número de representaciones
obscenas.
En la época de la Contrarreforma, el cardenal Carlos Borromeo, que
estuvo activo en el norte de Italia, se consagró a la redención de los
‘niños milaneses’, estableciendo una clara distinción entre el arte,
como la máxima expresión de educación espiritual, y el teatro, la
manifestación de lo profano y lo vanidoso. En una carta dirigida a sus
colaboradores, que cito de memoria, se expresa más o menos así: “Los que
estamos resueltos a erradicar las malas hierbas, hemos hecho lo posible
por quemar textos que contienen discursos infames, para extirparlos de
la memoria de los hombres, y al mismo tiempo perseguir a todos aquellos
que divulgan esos textos impresos.
Evidentemente, sin embargo, mientras dormíamos, el diablo maquinó con
renovada astucia. ¡Hasta qué punto es más penetrante en el alma lo que
los ojos pueden ver que lo que puedan leer de los libros de ese género!
¡Hasta qué punto más devastadora para las mentes de los adolescentes y
niños es la palabra hablada y el gesto apropiado, que una palabra muerta
impresa en un libro. Por tanto es urgente sacar a las gentes de teatro
de nuestras ciudades, como lo hacemos con las almas indeseables.”
Por tanto, la única solución a la crisis se basa en la esperanza de
que se organice una gran caza de brujas contra nosotros y especialmente
contra la gente joven que desea aprender el arte del teatro: Una nueva
diáspora de Comediantes que, desde tal imposición, sin lugar a dudas provocará beneficios inimaginables por el bien de una nueva representación.
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