Un cuento suyo es recogido en las antologías Cuentos desde Miami (Poliedro, 2004) y en Palabras por un joven suicida (Silueta, 2006). Actualmente es columnista de Diario Las Américas en Miami y miembro de la dirección del Pen-Club de Escritores Cubanos en el Exilio.
Al cumplirse un aniversario más del Exodo del Mariel entrevistamos a Luis de la Paz, destacada personalidad dentro del grupo de artistas y escritores que arribaron de Cuba por esa vía. Estas fueron sus respuestas para MartiNoticias.Com, en una entrevista realizada por Armando de Armas.
MN. ¿Qué recuerda de los dramáticos acontecimientos del Mariel en 1980 en Cuba?
LP. Primero fueron días, después meses, de inquietud, angustia, violencia institucionalizada, temores; pero también de euforia colectiva y de una secreta esperanza de que aquellos acontecimientos dieran al traste con el régimen castrista. Fue en gran medida una revuelta popular, que significó, al menos, un golpe moral contra la tiranía. Algo interesante es que aquellos sucesos políticos y sociales, derivaron también en un fenómeno muy importante para la cultura cubana tanto dentro como fuera de la isla. El éxodo del Mariel propició la salida de escritores, actores, dramaturgos, pintores, bailarines y compositores, a los que más tarde se les agrupó como la Generación del Mariel.
MN. Se aproxima un nuevo aniversario del Mariel, el número 29, cómo valora esos hechos en la distancia?
LP. Bajo las dictaduras lo que puede hacer la gente hay que medirlo en pequeños actos de valentía personal, que a la postre, a veces, causan estragos. El asilo de 10,800 personas en la embajada de Perú en apenas 48 horas, fue un acto intrépido, que de alguna manera marcó un antes y un después en cuanto a la manera en que el aparato represivo comenzó a relacionarse con sus opositores. Cuando el desespero es mayor que el miedo, conduce a eventos como el de la embajada de Perú. Luego la maquinaria oficial incentivó el éxodo del Mariel, que no fue otra cosa que una maniobra del castrismo y sus agentes en Miami para desestabilizar al gobierno norteamericano con 125,000 refugiados y de paso salir "airosos" de una aguda crisis interna. De cualquier manera ambos sucesos ofrecen una lectura de rebeldía popular... algo que luego se repitió en 1994 con el éxodo de los balseros, aunque con sus propias características.
MN. ¿Por qué decide salir de la isla?
LP. La ausencia de libertad fue la causa fundamental para decidir salir de Cuba. No fue una decisión tomada en esos días, sino mucho antes. El Mariel fue el marco propicio para hacer realidad ese sueño. Al salir a los 23 años de la isla, sólo lamenté no haberlo hecho antes.
MN. ¿Qué significa para usted el haber formado parte de ese grupo de escritores contestatarios nucleados en torno a Reinaldo Arenas nombrado como la Generación del Mariel?
LP. Gracias a los hermanos Abreu conocí a Reinaldo Arenas. De pronto, joven, inexperto, tímido y sin mucho que brindar, me encuentro formando parte de tertulias en casa de los Abreu, en uno de los barrios más pobres de La Habana y luego en lecturas clandestinas en los matorrales del Parque Lenin. Eso me hizo crecer intelectualmente con rapidez. Cuando llego a Miami luego de permanecer un tiempo en un campamento para refugiados en Pensilvania, me entero que Reinaldo también logró salir de Cuba. Entonces vuelven las tertulias, en ese momento en el apretado efficiency que compartían Juan y Nicolás, dos de los hermanos Abreu, recién llegados también y entre los pinares de Miami Beach junto al mar. Durante esos encuentros se plantea la idea de hacer la revista Mariel. Eso me permite conocer a Calos Victoria y luego éste me presenta a Esteban Luis Cárdenas, que había salido de la isla unos meses antes, a finales de 1979. Al concretarse el proyecto de fundar la revista Mariel, de alguna manera también comienza a manejarse el concepto de Generación del Mariel, que a mi modo de ver, es mucho más abarcador que el sólo hecho de aglutinar a los que salieron de Cuba desde el puerto de Mariel. Creo que ese discutido y discutible concepto generacional, incluye a algunos otros que salieron poco antes y tiempo después del Mariel. A la Generación del Mariel la define una serie de circunstancias, de vivencias comunes, de actitudes, y no un puerto de salida.
MN. ¿Cómo recuerda a Reinaldo Arenas? ¿Tiene alguna anécdota especial en relación con él?
LP. Reinaldo es sin duda uno de los grandes escritores cubanos de todos tiempos. Pertenecer al grupo de los que lo conocieron y trataron es un privilegio. Reinaldo era todo un guajiro, puro músculo, hábil trepando árboles, inalcanzable corriendo en el monte. Como escritor un hombre genial, culto, bien informado, con un proyecto literario sólido. No conozco a nadie que amara tanto la libertad como él. La libertad para Reinaldo era como el amor que, creo, nunca conoció. Su “problema” era que se comportaba como sus personajes, por lo que vivía un poco alejado de la realidad. Por eso era frecuente verlo desafiando el peligro, adentrándose en oscuros callejones. Se burlaba de todo el mundo. Era implacable. Creo que una anécdota que podría ilustrar su condición de personaje de sí mismo comenzó una tarde en la Cinemateca de Cuba. Hacía pocos días había salido de la cárcel, por lo cual ese encuentro era particularmente emotivo. Al terminar la función salimos a caminar hasta el Parque Almendares. Me narró sus experiencias en la cárcel, recitó los trabalenguas (que luego formaron parte de El color del verano) que había memorizado en la prisión y me dijo que durante todo el tiempo encerrado no había tenido sexo con nadie, porque el sexo, al igual que a la vida, había que entregársele en libertad. En medio de toda aquella conversación, en la distancia, un policía de civil no le perdía pie ni pisada. Cuando le advertí de aquella presencia perturbadora, extendió el brazo y comenzó a mover la mano en señal de saludo. Es para que sepa que lo he descubierto, me dijo, añadiendo, eso lo tranquiliza.
MN. Usted ha escrito dos excelente piezas narrativas: Un Verano Incesante y El Otro Lado. ¿Para cuándo un tercer libro suyo?
LP. El tercer libro Tiempo vencido, no es un proyecto, sino un hecho. Es un volumen de cuentos donde de alguna manera me adentro en el paso del tiempo. El libro está terminado y pronto aparecerá, con seguridad este año.
MN. Cuénteme de su experiencia en torno a la Revista Mariel. ¿A qué atribuye la corta y accidentada existencia de una de las publicaciones culturales del ámbito cubano más atrevidas y originales y que, quizá por ello, contó con la presencia creadora de importantes figuras de las letras tanto nacionales como extranjeras?
LP. Hacer la revista Mariel recién llegados a los Estados Unidos fue un atrevimiento del grupo que integramos la dirección y el consejo de editores, tal vez eso explique su brevedad. Sólo por amor a la literatura, se pudo emprender aquella costosa empresa. Cada editor aportaba una cantidad de dinero para cada número que era un verdadero sacrificio. Hubo algunos aportes de personas establecidas ya en el exilio que ayudaron mucho, como Lydia Cabrera, pero era un costo muy alto para nosotros. La revista tenía como premisa no ser elitista, por eso nuestros dos propósitos fundamentales eran: dar a conocer la labor de los artistas llegados a Estados Unidos por el Mariel y reconocer y homenajear a los que nos habían precedido en el exilio. Para nosotros fue muy gratificante el apoyo que recibimos de la mayoría de la intelectualidad cubana exiliada (aunque hubo algunos rechazos). Al repasar los ocho números que preparamos entre 1983 y 1985, se puede ver que lo más importantes de nuestros escritores colaboraron con Mariel.
MN. Con la revista Nexos y luego con El Ateje, usted es una especie de pionero, al menos en el contexto cubano, en la fundación de revistas literarias de Internet. ¿Tanto Nexos como El Ateje se plantearon como una continuidad por otros medios de la Revista Mariel?
LP. A Nexos yo me sumé en el segundo número. Ya el escritor Carlos Sotuyo había dado a conocer la primera entrega y tuvo la amabilidad de invitarme a ser parte del consejo editorial. La estructura de esa revista buscaba una proyección de las dos orillas. Como Sotuyo estaba recién llegado al país y tenía dos hijas pequeñas, la revista quedó prácticamente en mis manos, por eso tal vez se puedan establecer algunos puntos de contacto entre Nexos y El Ateje. El último número que coordino para Nexos antes de retirarme y comenzar con El Ateje, es un homenaje a Reinaldo Arenas que tuvo tal acogida, que el editor Juan Manuel Salvat se interesó y publicó Reinaldo Arenas antes que anochezca: textos y documentos, que reúne parte de los trabajos que se publicaron online. Al yo comenzar la gestión de El Ateje, Nexos dejó de existir.
MN. Hábleme de su experiencia en torno a el Ateje? ¿Por qué cierra una publicación que gozaba de buena salud y que se había convertido ya en una referencia para los estudiosos y disfrutadotes de la literatura cubana?
LP. El Ateje sale durante siete años, con entregas puntuales cada cuatro meses y deja, creo, un balance positivo. Creo también que este es el momento para agradecer nuevamente a Jesús Hernández por su apoyo en el diseño y trabajo técnico en la revista, su paciencia y profesionalismo. Algo que influyó en el cierre fue la proliferación de los blogs en internet, que comenzó a dejarse sentir en las colaboraciones que recibíamos, pues algunos escritores abrieron sus propios espacios cibernéticos y en ellos publicaban sus trabajos. Otra razón es que no creo en proyectos a largo plazo, sino en etapas. Habrá oportunamente otra iniciativa y volveré a preparar una revista literaria. De cualquier manera El Ateje permanece online y sus 22 números pueden ser consultados.
MN. ¿Cuál es el principal escollo con que choca un escritor exiliado?
LP. Si la literatura de por sí despierta poco interés en el público, escribir en un país, donde hay gente de muchas partes del mundo, con intereses propios y donde la lengua nacional es diferente a la que uno utiliza para expresarse literariamente, hace aún más complicado el proceso creativo. De manera que el principal escollo es el exilio mismo; el no tener un país que nos represente. Nuestro público natural está en la isla, pero la falta de libertad, la represión intelectual y una política del estado totalitario destinada a ningunear a los que abandonaron el país, complica aún más el panorama. Hay que esperar a morirse para que en la isla levanten el veto y den a conocer algún que otro texto minuciosamente escogido. La necrocultura ha sido una de las prácticas más humillantes a la que ha sido sometido el escritor cubano exiliado por el aparato de poder cultural en Cuba.
MN. ¿Vale la pena el exilio para un escritor?
LP. No vale la pena, ni para el escritor, ni para nadie. Es la consecuencia del tiempo y las circunstancias que le tocó vivir a ese escritor y debe enfrentar su destino con dignidad. Al meno así lo intento hacer.
MN. ¿Cómo valora su experiencia como miembro de la directiva del Pen-Club de Escritores Cubanos en el Exilio?
LP. El Pen-Club es una organización que aglutina a los escritores cubanos exiliados y mantiene viva la cultura cubana, resaltando la labor de sus miembros y realizando actividades culturales casi todos los meses. Desde la directiva del Pen vuelvo a retomar el espíritu de Mariel, Nexos, El Ateje e incluso el Instituto Cultural René Ariza (ICRA) al cual pertenezco y es el de transmitir a las nuevas generaciones, el legado de los artistas que ya no están. Cada vez que se menciona el nombre de un autor que ha fallecido o el título de un libro que no se ha reeditado en mucho tiempo, se está transmitiendo a los más jóvenes, a los que se incorporan al arte y la literatura, una valiosa información, que despertará en los más curiosos el interés por profundizar en esas vidas, en esas obras.
MN. ¿Regresará alguna vez a la isla?
LP. Yo llegué al exilio hace 29 años. Recuerdo con estupor a mis compatriotas diciéndome en aquel entonces, que llevaban veinte años fuera de Cuba. Era un tiempo demasiado largo, doloroso. Yo me preguntaba cómo se puede estar tanto tiempo lejos del país. Repito, llevo 29 años en el destierro. He vivido fuera de Cuba más tiempo que todo el que estuve en mi país, de manera que mi relación con la isla a estas alturas de mi vida es de lealtad nacional. Mi literatura se nutre de mis vivencias en el exilio y de mi pasado en Cuba. No pierdo de vista que la Cuba que yo viví ya no existe, se esfumó con el tiempo. Sé que cuando regrese, caminaré por calles que me trasladarán a mi infancia y juventud, encontraré sitios que me harán llorar, pero eso sólo tendrá un carácter nostálgico. Mi Cuba quedó anclada en 1980. La actual es otra. De regresar tendría que aprender nuevamente a vivir y sobrevivir.
MN. ¿Cómo se relacionan, se conjugan y se conjuran los demonios del erotismo y la literatura?
LP. Desde El Cantar de los Cantares de Salomón, pasando por Los diálogos de Pedro Aretino, El Satiricón de Petronio, El decamerón de Boccaccio o Los cuentos de las mil y una noche, sin dejar de mencionar a Sade o Bataille, hasta Las edades de Lulú de Almudena Grandes, el erotismo y la literatura han estado fuertemente relacionados. Y esto es lógico porque el erotismo forma parte de la condición humana. Ahora, cada autor y cada época lo conjura a su manera.
MN. ¿Es usted un hombre feliz? ¿Es cierto que felicidad y literatura no se relacionan muy bien?
LP. La felicidad es un estado del espíritu, por lo tanto la felicidad se comporta muchas veces ambigua y caprichosamente, dejando huellas muy personales. Esa relación se refleja en la literatura que se escribe. Pero sí, soy un hombre feliz, no puedo desdeñar lo que he alcanzado a lo largo de esta vida que ya va en declive.