Tuesday, May 1, 2012

Gracia de Matanzas: anatomía y fisiología de un TALLER

10 Taller Internacional de Títeres de Matanzas

Omar Valiño

La Jiribilla l La Habana, abril 28 a mayo 4 de 2012.

Paso frente a la Galería El Retablo, en el meridiano de la ciudad de Matanzas, y veo con mis propios ojos que la sala adjunta, recién acondicionada, se nombra Pepe Camejo, el gran titiritero cubano a quien, en buena parte, se debe el movimiento nacional del teatro de figuras, y pienso que a veces, felizmente, las injusticias de humanos y circunstancias las paga con justicia el tiempo.

Detrás de la sala y la galería nace también el Jardín Pelusín del Monte, en homenaje al títere nacional creado por la matancera Dora Alonso y el propio Camejo. Allí se abrió el 10mo. Taller de Títeres de Matanzas, primera certificación pública para este complejo de espacios entrelazados aún no concluidos; merecido premio a la fortísima labor de Teatro de Las Estaciones, su diseñador Zenén Calero y su líder Rubén Darío Salazar.

El Taller, fundado en 1994 por el maestro René Fernández y su Teatro Papalote, del cual entonces eran miembros Calero y Salazar, se consolidó con rapidez, a lo largo de los 90, como un evento facilitador de un ámbito pedagógico que marcaba una perfecta combinación entre el segmento de espectáculos programados, las acciones de formación, los espacios teóricos y los acontecimientos promocionales.

Con 18 años de andadura y diez ediciones a cuestas, entusiasma comprobar que la anatomía y la fisiología del Taller permanecen intactas, y resultan, cuando menos, tan importantes como en sus primeros tiempos, pues coinciden en dirigirse, esencialmente, a una nueva oleada de jóvenes titiriteros como aquellos a los cuales la convocatoria matancera les resultó decisiva en su aprendizaje.

Ese nuevo rostro, que trata para bien de autorreconocerse lo mismo en una cita en Guantánamo en pequeños talleres y encuentros por todo el país, contrasta con los viejos grupos a cuyo aniversario 50 estuvo dedicado el evento. Medio siglo, y hasta algo más, en los casos de los guiñoles de Pinar del Río, Matanzas, Santa Clara, Camagüey y Santiago, merecen el profundo respeto por su forja de tradiciones, en algunos casos continuada bajo otros denominativos, pero también la exigencia de una mayor visibilidad en el presente, hija necesariamente de lógicas renovaciones. De algunos de estos colectivos ni siquiera llegaron representantes a Matanzas a participar de su propio festejo, síntoma de sus deseos, más allá de cualquier imponderable.

Por el contrario, esta edición contó con el ánimo impertérrito de Teatro Papalote y del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, signo de que el paso del tiempo no es obligatoria igualdad a pérdida de iniciativa. Alrededor de René y Mercedes Fernández —con más de dos décadas al frente del CPAE—, se juntan los ya mencionados y una pléyade de instituciones y personas cuyo esfuerzo es premiado por la intensidad, el bienestar, la profundidad, el ecumenismo, la calidad y la belleza que caracterizan el Taller Internacional de Títeres, cuyos amplios horizontes marcan la gracia de Matanzas como la capital del arte titiritero insular.

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