Tuesday, May 1, 2012

Las VÍCTIMAS de la censura



'Cartas de amor a Stalin' con Mauricio Rentería, Mabel Roch y Larry Villanueva.
 Foto: Julio de la Nuez.

Arturo Arias-Polo
El Nuevo Herald l 04/27/2012.

Tal vez un joven nacido en libertad no se cuestione el tema. Pero si por alguna razón le interesara saber hasta qué extremo el miedo puede hacer estragos en la vida de un hombre bajo un sistema totalitario, sería bueno que se diera una vuelta por el Teatro Abanico, donde se está presentando Cartas de amor a Stalin, del dramaturgo español Juan Mayorga basado en el supuesto encuentro entre el escritor soviético Mijail Bulgákov, una de las tantas víctimas de la censura estalinista en la década de 1930, y el dictador Joseph Stalin.

Mientras disfrutaba la puesta del drama, no dejé de pensar en aquellos artistas que fueron condenados al ostracismo en la plenitud de sus carreras por pensar diferente. Creadores que, si lograron sobrevivir la censura, cuando retomaron su labor, dentro o fuera de sus países, en la mayoría de los casos no lograron igualar el éxito de su etapa fecunda.

Al ver la veintena de jóvenes que ocupaban la sala de Coconut Grove me pregunté qué podrían decirles aquellos personajes que, desde el escenario, desempolvaban un conflicto cuyas secuelas persisten hasta hoy en Cuba y otros sitios donde muchos artistas aún no se atreven a ventilar sus pensamientos a viva voz, pese a las últimas aperturas, por temor a las consecuencias.

En la trama de Mayorga, Bulgávok especula sobre qué pudo haberle dicho Stalin en aquella llamada telefónica interrumpida “por alguien” antes de completarse el mensaje.

“¿Estás seguro que era él, no sería un impostor?”, le pregunta Yelena Bulgákova, la esposa del intelectual, quien, en un arranque de ingenuidad, ruega a los actores del Teatro de Arte de Moscú y hasta el mismísimo Constantín Stanislavski, su director, que la incluya a ella y su silenciado marido en la próxima gira al extranjero.

El recuerdo de la fatídica llamada, leitmotiv de la obra, se convierte en obsesión para el escritor y móvil de la acción, al tiempo en que la llegada del dictador, “ángel salvador” que le despejará todas sus dudas, aumentará su confusión y la dependencia de su verdugo hasta el minuto final.

Cartas de amor a Stalin plantea un duelo entre víctima y victimario que seduce desde la primera escena gracias al montaje de Alberto Sarraín, quien ensambló un espectáculo contenido valiéndose de la escenografía funcional de Alaín Ortiz, el atinado diseño de luces de Pedro Remírez y el trabajo de un trío cuya presencia no es muy frecuente en la escena local: Mauricio Rentería, Mabel Roch y Larry Villanueva.

Precisos en el fraseo y el dominio del espacio, el grupo ofrece un desempeño encomiable –reforzado por su fuerte presencia escénica, el acertado vestuario de Luis Suárez y el maquillaje de Adela Prado–, que le permite transitar a su antojo por los pasajes más “realistas” y aquellos que bordean lo farsesco en esta fantasía teatral sobre un período nefasto de la historia.

Decir cuál de los tres estuvo mejor sería minimizar el atormentado Bulgákov de Rentería, con sus exabruptos y su vulnerabilidad a flor de piel, cuando enfrenta al dictador y en los momentos en que se refugia en sus brazos buscando “protección”.

Pero tampoco se podría ignorar la sobriedad que le imprime Roch a su Yelena, indulgente por momentos, soberbia en otros, desmoralizada en la medida que se agotan sus esperanzas de escapar de la pesadilla moscovita.

El personaje de Stalin, un bocadillo apetitoso reservado sólo para quienes sean capaces de explotarle todas sus aristas, encuentra en Villanueva al intérprete ideal. Su dominio de las transiciones, el sarcasmo que le imprime a cada línea y la energía que lo acompaña hasta el cierre hacen inolvidable su entrega.

“Me gustaría ver la obra, porque, por mucho que me lo expliquen, me cuesta entender que alguien me diga cómo debo hacer mi trabajo”, me comentó un conocido artista plástico cubano-americano que no ha vivido en carne propia la censura.

Hace unos días, una pareja de jóvenes actores cubanos desconocidos, residente en la isla, desaprovechó la oportunidad de presentarse en el Tribeca Film Festival, donde se estrenó Una noche, una película sobre la tragedia de los balseros protagonizada por ambos, para “desaparecer” del aeropuerto de Miami, una vez que pisaron tierra firme.

Ignoro su trayectoria y dudo si habrán tenido tiempo de rogarle a un burócrata para que les permitiera salir de la isla a respirar aire puro. Tampoco me atrevería a asegurar que conocen el viacrucis de tantos artistas que a lo largo de la historia hicieron lo imposible, sin resultados, por desarrollar su obra en libertad, ni mucho menos, quién fue Mijail Bulgákov.

Tal como los personajes que representaron en pantalla, estos jóvenes tomaron “la justicia por su mano” y agarraron las riendas de su destino. Sería bueno saber qué piensan de Cartas de amor a Stalin.
Teatro Abanico, 3138 Commodore Plaza, Coconut Grove.
Funciones: viernes y sábados 8:30 p.m. y domingos 5 p.m.
Información y reservaciones: (305) 993-9657.

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