Tuesday, January 12, 2010

La Última Parada: Dos reseñas.


Tennessee Williams en la Cuba del '70

By ARTURO ARIAS-POLO
El Nuevo Herald
sábado 9 de enero de 2010

"LA ULTIMA PARADA" OCURRE TRAS LA ZAFRA DE LOS 10 MILLONES DE 1970, EL CIERRE DE LAS SALIDAS LEGALES DEL PAIS Y DEL ESTABLECIMIENTO DE CAMPAMENTOS DE CONCENTRACION destinados a homesexuales y religiosos, más conocidos como la U.M.A.P.

La última parada, versión cubanizada de Un tranvía llamado deseo, clásico de la dramaturgia contemporánea, original de Tennessee Williams (1911-1983), regresa a la escena de la mano de Rolando Moreno, director, adaptador y diseñador de la puesta.

Para su reposición en Teatro en Miami Studio, el teatrista sintetizó la trama en un solo acto y eliminó aquellos pasajes costumbristas que imprimieron realismo a la temporada del 2001. Además, agregó personajes y confió el protagónico a Joel Sotolongo, a quien dirigió en El médico a palos y La visita de la vieja dama. ``Es un actor muy estudioso que se entrega con pasión a su trabajo, algo que ya no abunda'', expresó Moreno, quien sustituyó a la frágil Blanche Dubois por Laurel, un habanero de la alta clase media, que recala en Guantánamo, ciudad donde vive su hermana con Pancho, un ex guerrillero de la Sierra Maestra.

Un tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire) obtuvo el Premio Pulitzer 1947 y se estrenó ese mismo año en Broadway con el hasta entonces desconocido Marlon Brando y Jessica Tandy. Su traslado al cine, de la mano de Elia Kazan en 1951, catapultó a la fama aBrando y reverdeció la carrera de Vivien Leigh, ganadora de su segundo Oscar por su interpretación de una Blanche Dubois inolvidable.

``Quise destacar el choque de dos culturas. En la obra original Blanche pertenece al Sur decadente y Stanley es un inmigrante vulgar, la fuerza bruta. Pero en esta versión él es Pancho, un campesino analfabeto'', explicó el director.

Según Jorge Sotolongo, Laurel es el personaje que cualquier actor hubiera ambicionado por su riqueza de matices. ``Lo que más me gusta es la gama de emociones que posee. Unas veces desconcierta y otras da lástima. Su realidad es devastadora'', expresó el artista, que aunque considera que la versión cinematográfica es referencia obligada para todo aquel que asuma cualquiera de sus papeles, evitó ver los videos de la primera puesta de Moreno, con Evelio Taillacq y Larry Villanueva en el rol principal. ``No he querido verlos para no viciarme. Prefiero trabajar mi personaje con toda la libertad que me ha dado Moreno, un director que siempre sabe lo que quiere'', agregó.

Sin embargo, para Carlos Caballero ya no hay muchas sorpresas. El recuerdo de Pancho estaba tan vigente en su memoria que desde el primer ensayo dijo el texto sin dificultad. Y no es para menos, ése fue el primer papel que interpretó en las tablas de Miami, durante la temporada del 2001, que le facilitó su entrada a Vale todo, su carta de presentación en el mundo de las telenovelas a nivel internacional. ``Cuando me leí la obra en el 2001 pensé que si no hubiera existido la original de Tennessee Williams estaría entre las mejores de la dramaturgia cubana'', comentó Caballero. ``Moreno refleja los sucesos del momento que describe de una forma única''.

La última parada ocurre tras el apogeo de la famosa Zafra de los 10 millones de 1970 --uno de los mayores fracasos de la economía cubana en la primera década de la revolución--, el cierre de las salidas legales del país y del establecimiento de campamentos de concentración destinados a homesexuales y religiosos, más conocidos como la U.M.A.P. De igual forma, por la escena desfilan personajes representativos de esta época de barricada, tales como Petra, viuda de un héroe de la zafra y presidenta del Comité de Defensa, a cargo de Vivian Ruiz.

``Este es uno de los trabajos más interesantes de Moreno'', afirmó la actriz, musa del director a lo largo de 20 montajes. ``Petra es una mujer apasionada que vive de la memoria de su esposo, uno de los tantos idealistas de aquel momento''.

La última parada cuenta también con las actuaciones de Gelet Martínez, Luis Celeiro, María Carla Rivero y Leandro Peraza. •

"La última parada" se presenta en Teatro en Miami Studio 2500 SW 8 St. Viernes y sábados 8:30 p.m., domingos 3 p.m. (con descuento) Boletos: $20. A partir de mañana hasta el 31 de enero. Informes: (305) 551-7473.

“La última Parada” versión de Rolando Moreno basada en “Un tranvía llamado deseo” de Tennessee Williams.

Una dudosa reencarnación de Blanche Dubois

By ANTONIO O. RODRIGUEZ
Martes 12 de enero de 2010
Especial/El Nuevo Herald

"LA ULTIMA PARADA" ES UNA APUESTA ARRIESGADA QUE AL FINAL NO ALCANZA A LOGRAR EL EFECTO DE LA OBRA ORIGINAL

En los últimos años, Rolando Moreno ha sorprendido al público con creativas adaptaciones de clásicos de la dramaturgia universal. Tanto su El médico a palos en clave de teatro bufo como la versión cubanizada de La visita de la vieja dama resultaron puestas efectivas. La última parada, versión libre de Un tranvía llamado Deseo, constituye un antecedente dentro esa línea de trabajo, ya que fue estrenada en 2001. Ahora, la reposición remozada que Maroma Players y Creation Art Center presentan en la sala de Teatro en Miami Studio permite apreciar esta arriesgada apuesta, que traslada la trama y los personajes de Tennessee Williams al pueblo de Caimanera en la Cuba de 1970.

La premisa de transformar a la legendaria Blanche DuBois en Laurel, un delicado profesor homosexual de literatura, alcohólico, amante de la Callas y del olor de las camisas del proletariado, resulta tan atractiva como difícil de materializar con organicidad (Laurel era el nombre del pueblo de los DuBois). Moreno resuelve de forma convincente un importante obstáculo dramatúrgico: las razones de la ``caída'' de su protagonista. Mantiene la alusión al suicidio de un adorable joven gay (obviamente, no el esposo de Laurel, sino el alumno con el que este tuvo amores), pero su inestabilidad psíquica es resultado, sobre todo, de su traumática experiencia como prisionero en las ``unidades militares de ayuda a la producción'' (UMAP), eufemística denominación acuñada por el gobierno cubano para sus campos de trabajo forzado. Sin embargo, tanto a nivel textual como en su plasmación escénica, la concepción de Laurel introduce una nota discordante por su apego al modelo original.

Mientras la mayoría de los parlamentos de los personajes de la obra original han sido "traducidos'' con acierto al habla popular cubana, Laurel se mantiene, buena parte del tiempo, extraña e incongruentemente apegado a la sintaxis y el vocabulario creados por Tennessee Williams en 1947. Moreno pudo haber reformulado el discurso verbal del protagonista, volcándolo en una ``norma lingüística culta cubana'', pero prefirió un contrapunteo intertextual (el contraste entre el realismo psicológico y el cuadro de costumbres) que resta credibilidad a su revisión del personaje y del drama. La adaptación descuida otros aspectos composicionales: por ejemplo, la interacción Laurel-Pancho demandaba antecedentes que prepararan la agresión sexual, y el vínculo Laurel-Ciso requería variantes para justificarlo mejor en el nuevo entorno. Detalles como la bata de baño roja (insólito regalo de una esposa cubana a un marido guajiro, machista y energúmeno) o la tiara resultan poco afortunados, porque pareciera pretenderse que los tomemos en serio. Y es que en el montaje se echan de menos elementos por los que Moreno tiene afinidad, como lo paródico, el subrayado irónico y la apropiación del kitsch, que habrían aportado matices enriquecedores a su lectura del Tranvía.

El espectáculo tiene la buena factura que caracteriza al director, pero no alcanza la coherencia artística y conceptual de otras creaciones suyas. La noche del estreno, en el elenco sobresalieron Luis Celeiro, quien se esmeró por sacar adelante a un Ciso plausible, y Carlos Miguel Caballero con un Pancho orgánico y enérgico, que ganaría si redujera los explícitos toqueteos en las axilas y la portañuela. Tras una arrancada algo mecánica, Gelet Martínez logró un desempeño convincente. Vivian Ruiz, Leandro Peraza, María Carla Rivero y Ricardo Ponte cumplieron sus cometidos.

Joel Sotolongo es un actor competente y con gran potencial, pero lo que dice su Laurel y cómo lo dice, así como la expresión corporal concebida para el personaje, representan retos difíciles de vencer. Sotolongo realizó un esfuerzo mayúsculo por creer en esta Blanche DuBois rediviva como hombre gay y por hacerla creíble para el público, pero uno tiene la impresión de que no lo consigue del todo. Lo cual resulta, hasta cierto punto, comprensible; no es cosa de juego tratar de convertir en guagua a un tranvía. •

Para más información:
Teatro en Miami Studio
2500 SW 8 St, Miami
305.551.7473

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