"¡¿Se quieren?!", sin pretensiones, pero divertida.
ANTONIO O. RODRIGUEZ
El Nuevo Herald
Es un acierto que TeatroAreaStage haya escogido una comedia para iniciar su trabajo en el Teatro Riviera. En los tiempos que corren, una hora y media de humor puede convertirse en una saludable terapia, más económica (y tal vez más efectiva) que la visita a un psicólogo o un psiquiatra. John Rodaz y María Banda-Rodaz decidieron ir al seguro y apostaron a un ''caballo'' ganador en varios hipódromos: Ils s'aiment, obra de Muriel Robin y Pierre
El público se ríe, así que el objetivo de divertir se cumple. Sin embargo, ¡¿Se quieren?! dista de ser una gran comedia, al estilo de las de Joseph Kesselring, Noel Coward o Neil Simons. Se trata de una decena de sketches en los que se recrean las discusiones de una pareja en distintos momentos de su vida: desde las dudas que preceden a su ceremonia nupcial hasta la reconciliación después de una ruptura.
Los temas abordados no son, en su mayoría, especialmente novedosos (la incomunicación, la infidelidad, la aversión a los suegros...) y el tratamiento es desigual en ingenio e inventiva. En Viva la novia se echa de menos la chispa y la capacidad de ''enganche'' que cabría esperar del cuadro inicial, y el poco afortunado y traído por los pelos Show amores de encanto bien podría eliminarse. Sin embargo, otros sketches, como Estocolmo y La pareja gay (una afilada sátira a las parejas heterosexuales que pretenden dárselas de gente con mentalidad abierta y terminan revelando sus prejuicios y su homofobia) están construidos con un buen pulso dramatúrgico y resultan deliciosos. Nada que decir aporta un matiz inquietante con sus diálogos cruzados que parecen rendir homenaje a Ionesco.
La adaptación es rica en pinceladas locales que refuerzan la identificación del espectador con los conflictos de los personajes, pero deberían revisarse los cuadros finales, donde las ''malas palabras'' pueden llegar a saturar, sobre todo si se enfatizan para generar la risa fácil.
El montaje de John Rodaz, sobrio y elegante, tiene en el concepto escenográfico (diseños y proyecciones animadas de Koko Design Studios) su mayor acierto. El director ha tratado de sortear el carácter reiterativo de la obra dándole un ritmo ligero, pero se impone acelerarlo en las primeras escenas. También sería recomendable sintetizar la eficaz pantomima del automóvil, para de ese modo potenciar su comicidad.
Los intérpretes realizan una labor meritoria sorteando unos duelos verbales que, por momentos, pecan de redundantes. Marisol Calero posee una vis cómica y un timing de comedia envidiables: es una actriz que entra a escena con el ímpetu de una locomotora y quien se para a su lado corre el riesgo de ser aplastado. Carlos Cruz lo evita apelando a su indudable profesionalismo, y saca adelante su personaje con un trabajo que se apoya hábilmente en lo gestual y en el manejo de las intenciones. Calero y Cruz convencen y establecen una productiva complicidad con el público, a pesar del abuso del recurso de la discusión y de la vacilante progresión dramática de los sketches.
¡¿Se quieren?! es una comedia ligera y sin grandes pretensiones, que busca --y consigue-- la risa del espectador. No es muy original, pero funciona. (Y funcionaría mejor más ''engrasada'' y con algunos cortes.) Aunque sus personajes y situaciones no perduren en nuestra memoria, la diversión está (casi)
El éxito de la obra en Francia fue tan grande, que sus autores escribieron una secuela con el título Ils se sont aimés. Confíemos en que los Rodaz no pongan su energía y su valiosa experiencia al servicio de esa segunda parte, y que en su próximo estreno nos ofrezcan no otra copa de sidra, sino un auténtico, deleitoso y burbujeante champán.•
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