Tuesday, February 24, 2009

De teatro y más.

Foto: Luis de la Paz. Los actores venezolanos Humberto Rosenfeld y Angel Lucena.


Daniel Fernández se luce como autor, productor y director.


Por Olga Connor.

Nuevo Herald.


Es una sorpresa siempre conocer a una persona que reúne talentos múltiples. El amante de la ópera y la música sinfónica, el alquimista, jardinero, crítico, novelista, astrólogo, lector de cartas, actor y ahora dramaturgo, todo eso y cosas que aún no se han develado públicamente reúne Daniel Fernández, periodista de oficio, pero artista en el alma. Su obra de tema autobiográfico, Fuerte como la muerte, es un diálogo, en realidad dos monólogos, el de dos amigos a los que en la obra ataca el sida alternativamente. Mientras uno sufre, el otro lo cuida, charlando incansablemente. Cuando éste se mejora, el sano se desploma, lo que le da la oportunidad de responderle. Al final, la muerte. Pero, ¿de qué discuten estos dos mortales en la época del sida? Se reprochan, recuerdan con nostalgia la vida en Cuba, destacan sus filosofías tan distintas, valoran la vida, reniegan de la muerte que los acecha. Hablan, como chismeando, como si no estuvieran al filo de la guadaña.


La obra, escrita en la década de 1980, se pudo disfrutar en una representación mitad lectura, mitad apuntación por audífonos, en Teatro en Miami Studio, como parte de la serie teatral del Instituto Cultural René Ariza (ICRA). Los actores venezolanos Humberto Rosenfeld y Angel Lucena dieron vida a los personajes Fernando y Daniel. El primero, una idealización de Fernando García, pintor extraordinario que conocí, miembro del grupo NADA, y a quien el autor retrató como el extraordinario optimista, entusiasta personaje que conseguía todos los amores y vivía todas las aventuras con pasión, pero con las dudas del típico inconstante. Daniel, representando hasta cierto punto la personalidad del autor, más pesimista, resintiendo sus fallos amorosos, pero divirtiéndose a costa de los demás con gran sentido del humor, y con una enternecedora voluntad de procurar que el amigo se recupere.


La técnica de los dos monólogos es muy apta en esta circunstancia, porque permite observar la soledad del hombre con sida, a quienes todos los amigos sanos repelen, como se nota en la obra y como explicó el autor al final de la representación. El sida fue en los 80 como la plaga del cólera en la Edad Media, aunque la enfermedad no se trasmitía por el aire, pero todos tenían miedo, hasta los amigos más cercanos, como el Germán que sólo llama por teléfono. La obra debería representarse con todas las de la ley, por ser un documento veraz, de tono realista sí, pero a la vez poético en su desarrollo, lo que mantiene en vilo al espectador.


VUELVE ISEL RIVERO CON CRONICAS DEL DOLOR


Otra novedad, el domingo, fue la vuelta de Isel Rivero, la poeta cubana que casi antecedió a todos en publicar una poesía contestaria en la isla, La marcha de los hurones, en 1960, ''de tono despojado y escueto'', como dice la introducción de 1962, de Ana María Simo y Reinaldo Felipe. Su amigo de juventud Gastón Alvaro, editor de Ego Group, le pidió que viniera a una de sus tertulias dominicales de Books & Books, con su obra publicada y sus más recientes textos, y allí leyó de su compendio poético de 2003 Relato del horizonte (Endymión), y del más reciente Las noches del cuervo. Rivero, que reside en las afueras de Madrid, pero visita Miami a menudo para ver a su familia, atrajo a antiguos amigos de Nueva York, Madrid, Miami y La Habana, como Pedro Yanes, Reinaldo García Ramos, Estrella Ogden, Juan Cueto, Juan Manuel Salvat y muchos otros.


No sólo leyó la poeta sus poesías, sino también un texto sobre el dolor del exilio. Ella confiesa que no hablamos lo suficiente de este dolor interno. Pero hay mucho dolor en su poesía misma, desde La marcha de los hurones, que reconoce que todos los cubanos marchaban al suicidio político; pasando por Tundra, donde es el ser humano el que se destroza en las guerras y penurias, y, culminando en un proyecto de la beca Cintas, El banquete, donde refleja su feminismo y reconoce a la mujer como la gran acosada de la historia.


La poeta recordó su grupo en Cuba con Ana Rosa Núñez, José Mario, René Ariza y otros, entre los que presentó sus primeras poesías en plena adolescencia, Fantasías de la noche. Con ellos fundó el grupo El Puente, un desafío a Lunes de Revolución, que no los publicaba, un acto de afirmación juvenil. Su labor en las Naciones Unidas por muchos años llevó a Isel Rivero a Ruanda, Africa, y a Austria, entre otros países, para culminar como representante de la ONU en Madrid. Su amor por la poesía es constante y ya prepara un nuevo libro.•


'Fuerte como la muerte'


El Instituto Cultural René Ariza estrena una pieza sobre la relación de dos homosexuales en la antesala de la muerte.


Por Rodolfo Martínez Sotomayor, Miami | 24/02/2009

Cuba Encuentro.


El Instituto Cultural René Ariza (ICRA) llevó a cabo su segunda lectura dramatizada del año en el local de Teatro en Miami Studio. En esta ocasión, el estreno fue la obra Fuerte como la muerte, de Daniel Fernández, perteneciente a la llamada generación del Mariel y autor de una mítica novela en Cuba titulada La vida secreta de Truca Pérez, por la que fue sancionado a cuatro años de privación de libertad.


A punto de comenzar la esperada lectura, que contó con un numeroso público, Fernández habló a los espectadores sobre el esfuerzo del ICRA por dar a conocer las obras de autores cubanos exiliados. "Las lecturas dramatizadas no requieren de cuantiosos recursos, que no se tienen, y facilitan que llegue al espectador el trabajo de los autores", dijo.


Estas lecturas han venido desarrollándose en los últimos tiempos como pequeñas puestas en escena de bajo costo, e incluyen trabajos de escenografía, luces y música, y, en casos como Fuerte como la muerte, participaron actores profesionales.


Conocido como crítico musical de El Nuevo Herald, Fernández destacó en su intervención la labor de los actores venezolanos Humberto Rosenfeld y Ángel Lucena: "Ellos son profesionales que han dedicado su tiempo y su esfuerzo sólo por amor al arte, para contribuir con la cultura en la ciudad".


Dos visiones de la vida


Fuerte como la muerte, que cuenta con un acto y un epílogo visual y musical, se desarrolla en un apartamento de Virginia Gardens, en la ciudad de Miami, en el año 1988, y presenta a dos viejos amigos homosexuales que viven juntos. En la primera escena, Fernando (Rosenfeld), enfermo de sida y que padece un virus que no le permite coordinar sus movimientos y apenas hablar, es conducido sobre una silla de ruedas al centro del escenario por su amigo Daniel (Lucena).


La proximidad de la muerte acerca a los personajes y les hace recapitular sobre sus años de amistad, pero también confrontar sus visiones de la vida y los aspectos fundamentales que los han marcado, como el amor, la familia, Dios y su visión de la muerte.


Daniel conversa con Fernando, aunque este último no pueda responderle, evoca todos los golpes recibidos por su condición de homosexual, desde la cárcel en Cuba hasta el ostracismo en Miami. Sus cuestionamientos están permeados por una fina ironía y una amarga exposición de la cruda realidad desde el escepticismo. Esperanzado con la posibilidad de una cura para el sida, dirá: "Aquí todas las enfermedades dan dinero, si descubren que el agua oxigenada cura el sida, se les jode el negocio, aquí es preferible que se joda la gente y no el dinero".


En la segunda escena, Fernando aparece recuperado del virus, pero Daniel ha contraído la enfermedad, que se manifiesta por una fuerte afección en la garganta que no lo deja hablar. Acostado sobre un sofá, escuchará a Fernando, quien le reprocha su pesimismo, su incapacidad para encontrarle belleza a la vida en medio del dolor: "Para ser amado hay que amar".


Fernando es la contrapartida de Daniel, es la búsqueda de todo lo positivo que encontramos a través del tiempo. Le reprochará su perenne tristeza y dirá que mientras él amaba el Cantar de los cantares, Daniel prefería el Eclesiastés y el Libro de Job.


Fernando evoca su pasaje bíblico preferido: "porque fuerte como la muerte es el amor…", y reprochará a Daniel que no debe "ver a Dios como una fuerza ajena que castiga, sino sencillo y hermoso como un cuerpo desnudo sobre una sábana blanca".


Los conocimientos musicales de Daniel Fernández contribuyen a enriquecer la pieza con una exquisita selección. La obra se inicia con la sonata Patética de Beethoven y cierra con el Réquiem de Mozart, mientras los dos amigos abrazados danzan sobre el escenario y las luces caen, como una evocación de ese amor que se proyecta más allá de la muerte.


Ángel Lucena utilizó un pequeño audífono conectado a una grabadora (mp3), lo que facilitó su desenvolvimiento en el escenario, haciendo meritoria su actuación. Por su parte, Humberto Rosenfeld prefirió el texto convencional, en las manos, pero sin descuidar su expresividad, demostrando su talento como actor.


Fuerte como la muerte no es sólo el drama de dos homosexuales contagiados de sida, el interés de la obra trasciende el tema de la preferencia sexual y se torna una disquisición filosófica sobre el enfrentamiento del hombre a la vida y la muerte; un espejo en el que vemos la cotidiana lucha por hacer prevalecer la individualidad. La posibilidad de usar esa fuerza que viene de la irracionalidad del amor y su capacidad de ser tan "fuerte como la muerte".


Las lecturas dramatizadas del ICRA han hecho que algunos directores de la ciudad se interesen por el montaje de estas obras, como ha sido el caso de La diva en la octava casa, de Héctor Santiago; Los acosados, de Matías Montes Huidobro; y más recientemente, Lina, de Marcos Miranda. Esperamos que Fuerte como la muerte, de Daniel Fernández, corra igual suerte.

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