Friday, November 30, 2007

Admirable puesta en escena de Rolando Moreno.


La Revista del Diario
Publicado el 11-29-2007

Reflexiva oración

Admirable puesta en escena

Por Jesús Hernández


No es una oración cualquiera, sino la esencia de un sentimiento único que sólo la muerte puede interrumpir. Fundamento que hilvana el argumento de Alguien quiere decir una oración, una peculiar pieza teatral concebida por el dramaturgo cubano, afincado en Miami, José Abreu Felippe, que el director Rolando Moreno adapta y suaviza para presentar con éxito en la sala del Kímbaracumbara en Miami.

José, que además es un admirado poeta y narrador, toma el doloroso suceso que significa el accidente de tráfico que provoca el fallecimiento de la madre y apuesta por un sustancial despliegue de sensaciones íntimamente ligadas al paso del infatigable tiempo y su permanencia más allá de la muerte. Argumento que el autor presenta desde las perspectivas de dos hijos, el esposo y la causante del deceso. Todo eso acicalado por alegóricas baladas, unos diálogos y unas reflexiones que coquetean con la prosa poética, el humor criollo y roza el sarcasmo sin caer en estereotipos. Incluso los nombres dados a los dos personajes hermanos, Imbécil y Estúpido, están destinados a marcar la impotencia ante el curso de la vida. Texto que aparece publicado en su libro Teatro (Editorial Verbum) que forma parte de una trilogía, cuyo hilo conductor es la inevitable muerte, llamado sutilmente Tríptico con furia, un aro y muy poco azul.

Rolando apuesta aquí con un texto concebido por un autor del patio. Necesario acto que no sólo reconoce el mérito de la dramaturgia hecha en casa, sino que rompe la tendencia general de muchos directores de mirar “afuera” en busca del éxito probado.

De hecho, el director se enfrenta a un complejo texto que evoca múltiples escenas, muy marcadas por el ir y venir del tiempo, en una minuciosa escenografía sumamente simbólica. Simplifica el decorado en un reducido espacio y presenta a los cinco personajes resumidos por dos actores.

No hay fachada colonial, ventana enrejada, ni catres como pide el autor. Pero sí una escalera de tijeras, que es refugio, altar, entrada y salida de la eternidad, que semeja a la imprescindible pirámide escalonada reclamada en la obra, situada en medio de otros elementos que son igualmente funcionales y necesarios. Un sombrero, depositado sobre un pequeño colgador, simboliza la presencia del padre.

Las luces, siempre sujetas a la disponibilidad en los espacios pequeños, son acertadamente manejadas por Danny Jacomino. Producción que es complementada por un apropiado vestuario que, además de ayudar a diferenciar los personajes, marca los espacios. Como es el caso de una de las apariciones del personaje Madre, que sale a escena cobijada bajo una sombrilla y cubierta por un extenso velo negro, que además de representar el estado de muerte que aún desconoce, enmarca la dimensión donde se encuentra.

Gerardo Riverón interpreta el caricaturesco Imbécil muñeca en mano. El hijo entrañablemente ligado a la presencia de la madre. Que aún no asume la partida de quien siempre cuidó de él. Convincente interpretación que asume con ingenuidad. Gerardo también encarna el personaje de Asesina, la vendedora de flores que ocasiona la muerte y se autodenomina fracasada “puta”. Epíteto que el autor aplica como evidencia de resarcimiento ante el mortal suceso y que el actor se adjudica con sutil gracia y dramatismo. Control interpretativo que manifiesta en un monólogo crucial en el que el personaje manifiesta cuán desgraciada e inocente es.

Tomás Doval es Estúpido. El hermano que tiene muy claro lo sucedido. Quien opta por el recuerdo y el juicio que traería la dulce venganza. Terminante interpretación que Tomás protagoniza con austeridad y contrapone cuando asume súbitamente el personaje femenino de Madre, protectora, complaciente y también sufrida; y luego retoma el papel masculino que igualmente ayuda a marcar la secuencia del tiempo.

Rolando logra adaptar una complicada trama dentro de los cánones de otra más ligera, sin faltar a la esencia del primero. Hace que los actores y personajes interactúen en un sólo acto y los conduce a una perspicaz revancha que el autor manifiesta con visos de furia y hasta crueldad. Incluso toma un pequeño diálogo y reflexión del primer acto en el texto original y lo coloca al final para enfatizar el realismo que inunda el argumento. Una admirable puesta en escena que rinde honor al autor y director por igual.

Alguien quiere decir una oración, en la Sala Kimbaracumbara 1644 SW Calle 8, Miami. Presenta su última función este Viernes 30 a las 8.30 p.m.

Telef. 305 642-8822.


No comments: