Saturday, November 17, 2007

Nena Acevedo: Una vida dedicada al teatro.

Foto: Mario García Joya. (Mayito)


NENA ACEVEDO: SESENTA Y CINCO AÑOS DE LABOR TEATRAL.

por Julio Matas.


Antes de hablar especificamente de Nena Acevedo, debo referirme a una institución de la cual Nena fue uno de los puntales, o mejor, columnas que la sostuvieron: el Teatro Universitario de La Habana. Y al decir columnas, evoco necesariamente la columnata griega del pórtico de la Escuela de Ciencias Felipe Poy, que sirvió de escenario a tantas brillantes representaciones del Teatro Universitario, fundado por el austriaco Ludwig Shajowicz y dirigido despues por Luis A. Baralt: entre ellas las tragedias griegas Edipo Rey, Medea, Hécuba, Las coéforas. Agamenón, o piezas del repertorio del Siglo de Oro tales como Numancia, Pedro de Urdemalas, varios entremeses de Cervantes, y las comedias de enredos de Lope de Vega, Moreto y Tirso de Molina.

Fue, justamente en aquellos comienzos en el Teatro Universitario que Nena se destacó como la figura central de dos comedias de Lope: La discreta enamorada y La dama boba. Su voz de un timbre cristalino, que podía caer en lo jocoso sin exageraciones, su diccion purísima, su gracia de movimientos en escena, hicieron las delicias de todo aquel que presenciara esos espectáculos. Nena nunca, por lo demás, padeció del mal que sufrén tantas actrices de estos tiempos: el estrellato. Pudiendo interpretar papeles de envergadura, no ponía reparo en aceptar papeles secundarios. En todos ellos se lució siempre; la recuerdo haciendo la Colombina de La marquesa Rosalinda, de Valle-Inclan, una de las Manolas de Mariana Pineda, la esposa dolorida de El malentendido, de Camus, con el mismo entusiasmo que ponía en los papeles protagónicos. Se Ie recuerda también como protagonista en La Fablilla del secreto bien guardado y haciendo la joven Teresa de Cepeda, que fuera más tarde Teresa de Avila, en El Maestre de Santiago, de Henri de Monthérlant. Fue ese entusiasmo el que ha gobernado su vida y su carrera en el teatro. En cuanto profesora de Actuación en el Seminario de Arte Dramático, guiaba a sus estudiantes con el mismo entusiasmo contagioso, sugiriendo, aconsejando, nunca con una frase desagradable o un gesto avinagrado, y sin distinciones de ninguna clase. La recuerdo leyendo con sus estudiantes obras de Shakespeare o Calderón para desentrañar motivaciones y líneas de conducta de los personajes.

En 1957 la tuve por compañera en el elenco de La señora Ana enseña sus medallas, de J. M. Barrie, el autor de Peter Pan, en cuya obra era la protagonista, que se llevó a escena en la sala Hubert de Blanck. El personaje era una vieja inglesa de clase humilde en el Londres de la Primera Guerra Mundial; su pretensión de que un soldado escocés era su hijo, se volvía dramática cuando, al final, le entregaban las medallas del soldado muerto en acción. Recuerdo la pasión que ponía Nena en el personaje, su entrega total que a todos nos conmovía. A propósito, Nena insiste en contar una anécdota memorable. El soldado lo interpretaba Pedro Álvarez, un célebre galán de teatro y televisión, y Nena, en un momento, debía sentarse en sus piernas, con afecto de madre e hijo, pero se resistía a hacer aquello, porque se moría de vergüenza de tener que sentarse en las rodillas de Pedro, pero al fin se sentó, y bien sentada que estuvo.

Yo me ausenté de septiembre de 1957 a enero de 1960, y a mi regreso a la Isla, me encontré una Cuba revuelta, donde hacer teatro se convirtió para muchos de nosotros en un escape necesario a tanta confusión y atropello. Para 1962, Nena salió del país. Muchos se fueron antes. Yo duré hasta mayo del 65.

Su carrera no se detuvo en el exilio, primero en Puerto Rico, donde impartió clases de teatro en una escuela de niñas y dirigió allí varias representaciones, escribiendo ella misma los textos cuando se necesitaba. Luego, en Los Angeles, donde dirigió y actuó en La zapatera prodigiosa, Los árboles mueren de pie, y, muy en especial, en 940 South West 2nd Street, del cubano Leopoldo Hernández. Por fin, Nena decidió venir a Miami, donde se radicó y trabajó, trabajó mucho, como actriz y como directora de una serie de lecturas dramatizadas de obras cubanas entre 1995 y 1997, auspiciadas por Teatro Avante, que fueron, por cierto, precursoras de las que realizamos en el ICRA los terceros jueves de cada mes a partir de enero de cada año. Enumerar las obras en que actuó en Miami tomaría más tiempo del que dispongo en estos momentos, pero se destacó muchísimo en Damas retiradas, La tercera palabra, Mamá cumple ochenta años, y tantas otras. A todo esto se sumó su labor, junto a Marta Llovio, en el grupo de teatro infantil "Chicos", en el cual codirigió, actuó, entrenó a los muchachos mayores y escribió o adoptó un buen número de piezas para llevarlas a escena.

Esto no es un recuento puntual de toda la labor de Nena Acevedo en el teatro durante más de sesenta años, sino un intento de dar idea de la carrera de una talentosa y entusiasta mujer de teatro, que bien y más que bien, se merece este premio por su vida dedicada por entero a las artes escénicas, sin desmayos, sin distracciones, con el perenne entusiasmo de que hablaba al principio. Nena Acevedo, aquí presente, y presente siempre en los corazones y el recuerdo de cuantos la hemos conocido y tratado a través de los años.

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