ARTURO ARIAS-POLO
Una de las leyendas del teatro cubano en el exilio dijo adiós esta semana en Venezuela.
El teatrista cubano Miguel Ponce falleció el martes en la ciudad venezolana de Barquisimeto, víctima de una dolencia cardíaca. Tenía 80 años de edad.
Ponce se encontraba impartiendo un taller de actuación en Venezuela con miras a realizar una versión de Hamlet, de William Shakespere, que presentaría el 27 de marzo, Día Internacional del Teatro.
El 31 de diciembre tuvo el primer infarto cardíaco. Y en la madrugada del martes 3 de enero sufrió el definitivo.“Estaba lleno de energía y gozaba de buena salud. Después del primer paro aguantó hasta el final”, explicó a El Nuevo Herald el actor mexicano Federico Castillo, de 54 años, compañero y discípulo del teatrista desde hacía 33 años. “Todos estamos muy conmovidos”.
Considerado uno de los primeros artistas del exilio en desarrollar la actividad teatral en Estados Unidos desde que salió de Cuba en 1965, Ponce dejó huellas como actor, director y profesor en Miami, Nueva York y Los Angeles. Con el tiempo, su labor se extendió a varias capitales europeas y latinoamericanas.
Ponce nació el 29 de septiembre de 1931 en Matanzas. Durante su estancia en la isla perteneció a varias compañías teatrales, entre ellas, al grupo Teatro Estudio, donde tuvo como profesor a Vicente Revuelta.
“Fue como un hermano para mí”, expresó el actor cubano Orestes Matacena desde Los Angeles, quien recordó sus trabajos en La Habana y los tiempos en que ambos fundaron Teatro 66 en Miami. “Cuando salió de Cuba vía México llegó a Los Angeles y enseguida se puso en contacto conmigo, que para entonces vivía en Miami”.
Las primeras funciones de Teatro 66 se efectuaron en la sala de la casa de Matacena, ubicada en la tercera avenida y la calle 14 del North West. Luego alquilaron un local en el South West donde representaron La historia del zoológico de Edward Albee, entre otros títulos de la dramaturgia universal.
Alfonso Cremata, Mario Salas Lanz, Norma Niurka y Teresa María Rojas, entre otros, figuraron en la lista de actores de la compañía.
“Fue un hombre consagrado a las tablas”, expresó Teresa María Rojas en Miami, quien lo conoció en La Habana en el original grupo Prometeo y luego actuó bajo su dirección en Miami. “Cerca de 1967 me dirigió en la comedia No, por favor! junto a Luis Oquendo y Cecilio Noble, ya fallecidos. Después nos vimos en España. Fue un excelente actor que vivió dedicado al teatro”.
En 1968 Ponce y Matacena se instalaron en Nueva York y fundaron el Teatro de Las Américas, para cuya inauguración escogieron The Grab Bag, una obra producida por Matacena y dirigida por Ponce en la que aparecían desnudos masculinos y femeninos, una costumbre inusual en aquella época.
“¡Llegamos a estrenar hasta 18 obras en un año!, añadió Matacena, tras recordar que en los años 70 la compañía Zoetrope del cineasta Francis Ford Coppola contrató a Ponce como director artístico de un teatro en San Francisco.
“Miguel trabajó como actor en varios países de Europa. Y cuando estuvo en Polonia trabajó en el teatro [de uno de los innovadores de la escena mundial] Jerzy Grotowski”, añadió.
De la etapa neoyorkina, el cineasta Iván Acosta destacó que Ponce fue uno de los primeros en llevar teatro en español a los parques de la ciudad.
“Fue uno de los directores más audaces y exigentes del teatro cubano en el exilio. En 1969 presentó al aire libre las comedias Mefistófeles y El velorio de Pachencho en el Lincoln Center”, dijo Acosta, que lo recuerda como “una persona muy solitaria que siempre soñó con volver a hacer teatro en Cuba”.
Otro que recordó los montajes del Teatro 66 en Nueva York fue el actor Rubén Rabasa, quien participó en El pagador de promesas e Historias para ser contadas, entre otras puestas que presentaron en las diferentes salas que alquilaban.
“El grupo cambiaba de nombre de acuerdo a los años. Primero fue el Teatro 66, luego el 67 y después el 68. Más tarde conseguimos un local que bautizamos El Teatro de Las Américas de Nueva York, con la ayuda del State Council of the Arts, con el que hicimos obras en español y en inglés”, evocó. “Luego Ponce se fue a Colombia y fundó una escuela de actores”.
Rabasa coincide con quienes lo conocieron en que la enseñanza era su pasión. “Todo ser humano debería estudiar drama para comprender los problemas de sus semejantes”, contó Rabasa que Ponce repetía.
Una de sus antiguas alumnas de La Habana, la vedette Mirtha Medina recordó al teatrista como alguien muy ligado a sus comienzos en las tablas, a principios de la década de 1960. “Recuerdo que fui a verlo porque me dijeron que estaba haciendo audiciones a jóvenes principiantes. Y como yo tenía tanta avidez de aprender asistí a sus talleres en la sala El Sótano de El Vedado”, rememoró la artista residente en Miami, que tuvo su prueba de fuego bajo el mando de Ponce en una representación de la obra La Habana 1850 en la Plaza de la Catedral. “Era una persona muy afable, inteligente y con mucha paciencia para enseñar. Para él todo era poesía”.
En los últimos años Miguel Ponce actuó y dirigió en Miami con sus grupos Minimal Teatro-creado en Madrid en 1985 bajo el nombre de Teatro Iberoamericano- y NUEVOTEATRO66. Asalto (2009), El ángel de la culpa (2010) y Romeo y Julieta (2010) fueron sus últimos montajes.
El sepelio de Miguel Ponce se efectuó el miércoles en el Cementerio Municipal de Barquisimeto. Entre los familiares cercanos que le sobreviven se encuentran su hermana Ida María Ponce, residente en Miami, y varios sobrinos, entre ellos el actor Roland Rusinek.
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