5 preguntas a Héctor Santiago
Por Luis de la Paz
Héctor Santiago es un hombre absolutamente rebelde e intransigente, y eso se refleja en su obra. Padeció persecución en Cuba. Soportó acoso, censura y por último prisión en la tristemente célebre UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), una suerte de centro de campos de concentración al estilo nazi, con cercas electrificadas, abusos sistemáticos y asesinatos. De esa angustiosa etapa de su vida ha perdurado una actitud casi paranoica, al extremo de rechazar llenar papeles, firmar documentos o tomarse fotos.
De su obra, que es lo que verdaderamente quedará del hombre, brota un profundo sentimiento humano. En ella se aprecia un riguroso quehacer de recopilación de la realidad cubana de las últimas cuatro décadas, que con un minucioso trabajo de investigación ha llevado a sus libros para que sirva -ha dicho en varias ocasiones-, como una crónica de los sufrimientos del cubano bajo la dictadura de Fidel Castro.
Aunque escribe novela y cuento, su actividad fundamental se sitúa en el teatro. Su obra Vida y pasión de la peregrina, sobre la vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda, fue ganadora del Premio Letras de Oro, en 1995. Otras de sus piezas, Balada de un verano en La Habana y En busca del paraíso, ambas llevadas a escena por Dumé en Miami, hablan de un trabajador incansable y de un hombre herido por la tragedia de su patria.
1.–Usted asistió durante el último Festival de Teatro de Miami al estreno de La peregrina. ¿Qué sensación experimenta un dramaturgo cuando ve una obra suya en escena?
—El escribano comprueba cuánto de su oficio fracasó o triunfó. El hombre sabe que de su paso por la tierra dejó algo más que comer, defecar y dormir. El artista ve sus largos años de lucha recompensados. El cubano ve a que formidable cultura pertenece. El exiliado siente la tristeza de no poder llevar sus obras a su país. El teatrista se enorgullece de haber sido tan bien montado y recibido.
2.–De la vida siempre brotan momentos ineludibles, algunos golpean, otros engrandecen al hombre. ¿Podría mencionar particularmente alguno?
—Llevo en mi rostro la cicatriz de un bayonetazo que me dio un teniente en la UMAP, por negarme, con las manos desnudas, a regar cal viva como fertilizante en un campo cañero. En 1979 me lo encontré en la Octava Avenida de New York. Mi reacción humana fue cogerlo por el cuello. Mi reacción más allá de lo humano fue darle la mano y decirle "Bienvenido al país de la libertad que tanto odió". En ese momento supe cuánto había crecido como hijo de Dios. A nivel de ejecutor yo lo perdoné. Ahora, en ambas orillas, aún me queda por perdonar a los que apoyaron la UMAP con su silencio, los que la aplaudieron y sobre todo; los que la inventaron. De ese encuentro surgió mi obra El loco juego de las locas, ya publicada, que escribí con las entrañas, y que considero una de mis mejores piezas.
3.–Usted está escribiendo una serie de obras bajo el título general de Crónicas contemporáneas. En ese ciclo se aborda la tragedia que padece el cubano, no como un intenso discurso político, sino a través de los conflictos humanos. Háblenos de ese proyecto.
—Ese ciclo abarca desde la historia directa de Cuba hasta la revolución francesa, Auschwitz, Galileo Galilei, etc. Es un gran mural donde el tema único es el efecto sobre los humanos de los horrores de este siglo, la redención del hombre y la incansable búsqueda de la libertad. En esas 16 obras Cuba siempre está, directa o indirectamente. Ahora escribo sobre la Operación Pedro Pan, sobre el horror poco conocido de los Cayos de Guanahacabibes y también de la reconcentración forzosa de los campesinos de provincia de Las Villas, hacia Ciudad Sandino en Pinar del Río. No podemos olvidar, a ver si el espanto no se repite.
4.–El teatro es también foco de la ofensiva cultural de la dictadura cubana contra el exilio. ¿Qué se podría hacer para detenerla, o al menos para neutralizarla?
—Recientemente el tirano reconoció que había penetrado espías en el exilio. Ahora nosotros tenemos que denunciar a los espías culturales. Se han dado dos becas de $35,000, a escritores oficialistas de la isla, para escribir sobre el tema del "reencuentro", pero fue en el exilio, en 1990, con Alguna cosita que alivie el sufrir de René Alomá que el tema se abordó. Hay muchas obras con esa temática sin estrenar en este lado y ningún dramaturgo identificado como exiliado recibe beca alguna. En New York las organizaciones liberales han dado más de $100,000 para el proyecto "CUBA" que está montando obras de allá, y trayendo grupos oficialista de la isla. Si en el exilio hay un millón y medio de cubanos y cada uno diera un dólar, con ese millón y medio pudiéramos mostrar al mundo la otra cara de la moneda tan planificadamente silenciada, e indiferentemente desapoyada por nosotros mismos. Apoyar a la cultura del exilio es también un acto de repudio, y no hay que tirar sillas ni huevos.
5.–En una entrevista publicada en Cuba, un director cubano que vive en Miami afirmó, entre otras cosas, que el verdadero teatro cubano es el que se escribe en la isla, que el del exilio está contaminado. ¿Qué nos puede decir del teatro que se escribe y se hace en el exilio?
—Ahora que hay ciertos artistas coqueteando con la dictadura, ofreciendo conferencias en la isla, y hasta mandando sus obras que son premiadas en concursos literarios oficialistas, mi posición es que cada uno haga con su conciencia lo que le dé la gana. Ya la historia juzgará. Pero hay algunas infamias a las que hay que salirles al paso. Primero, al irnos, nos negaron la ciudadanía, después ‑y ahora‑, la identidad cultural pues nos íbamos a "yankyzar". El 99 por ciento de la obra de Martí, así como muchos otros, se escribió fuera de Cuba y no hay nada más cubano que ese legado literario. Nuestro teatro es tan cubano, que en Cuba se dejó morir el teatro bufo‑vernáculo y en el exilio está vivo. Ahora saldrá un libro "contaminado" de teatro afrocubano escrito en el exilio, temática prohibida por muchos años en Cuba y que allá en la isla apenas se produce. Por otro lado, si escribimos muy "cubano" nos acusan de nostálgicos. De todas maneras lo importante es atacarnos. Pero nosotros además de la cubanía, poseemos la universalidad de quien ha dejado atrás los muros de la aldea, y la libertad de no tener leyes que repriman nuestra obra. Si la libertad es “contaminante” entonces que me ensucie hasta el alma.
Entrevista publicada en Diario Las Américas en noviembre de 1998
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