REFLEXIONES DEL AUTOR SOBRE SU OBRA
Anclar en un Puerto de coral
Maikel Chávez García
El mar, ese sonido gigante que a todos abraza, es tan inmenso que si tú tienes un amigo del lado de allá y quieres saludarlo, y quieres batir tus manos con fuerza y gritarle: ¡Eh, soy yo, tu amigo, que quiero simplemente saludarte! Pues no lo ves, y te limitas a evocar recuerdos, sensaciones, que siempre estarán en lo más intrínseco del ser humano. Porque eso somos, seres que recogemos por el camino el amor y el cariño de otros y los hacemos nuestros.
Puerto de coral no es más que un juego de realidades que aborda la existencia de cuatro mujeres atadas a una pequeña ciudad de Cuba, Caibarién. Una ciudad que se siente durante la representación como capital del mundo, y es que la capital es ese sitio en que también se está, ¿dónde mejor estar que junto a los seres queridos? Pero ante el frenetismo de la era postmoderna no nos damos cuenta de las cosas que vamos perdiendo en el camino; de ello se trata aquí, de contar la historia de cuatro criaturas de isla que nunca tendrán un final feliz, porque no pueden tenerlo, porque aunque no hayan llegado a su fin (tengamos presente que se habla de una familia real, mi familia, que vive en Caibarién, pegadas al mar, soñando, queriendo siempre reconstruir sus realidades); se sabe que no lo tendrán por el pulso que ha tomado su existencia, por la época que les tocó compartir en el lugar donde viven, pero amén de todo eso, son felices, una felicidad hecha a retazos.
Sobre la escena el espectador verá una historia que si fuese filmada por Hollywood se definiría como BASADA EN HECHOS REALES y ésa es la realidad. Como un niño escapado de sus padres construí una historia que dialoga con la sensibilidad de mis tías, mi madre, mi abuela. Seres que admiro y adoro. Victoria Real, es un nombre real, no hay poesía oculta en su nombre, la poesía está en ella. El ser más maravilloso que he conocido. Ela, Eva, Erel, Eida y Eivet; ellas son los seres que transitan entre líneas de este pequeño Puerto de coral.
Cuando se estrenó la obra en Cuba, experimenté una felicidad infinita, la de ver en esa primera lectura a las personas de mi pueblo reconociendo sus tradiciones, sus costumbres, y no puede aguantar esos deseos de llorar, ese llanto alegre que brotaba de lo más sincero del alma. Ahí estaba mi familia, mis amigos, mis maestras ya envejecidas, todos aquellos que deambulan por las calles de mi pueblo aplaudiendo a Corina Mestre, Beatriz Viña, Tamara Venereo y Yanay Penalba, las actrices que representarían a Victoria, Úrsula, Ana y Bertha.
Creo que una de las cosas más favorables a través de este texto será crear una familia, una familia que tras el pretexto de familiaridad teatral representan esta historia. Confío ciegamente en las energías, y creo que eso es lo que se producirá a partir de energías tan específicas y maravillosas como esas en las que me inspiré para la obra.
Agradezco a Juan Roca su valentía de llevar a escena esta obra, y por la pasión con que la tomó, ya siento que él ha creado un nuevo mundo de realidades que tienen que ver con esas experiencias emocionales que guarda en su alma, porque él era de Caibarién, y será como una fiesta innombrable volver a recordar pasajes de su niñez, y un niño que vive cerca del mar nunca lo olvida, y su alma se llena de caracoles, de pájaros, de historias que siempre están en el mar, detrás de cada ola.
En el estreno, estaré presente, junto a mis actrices, Daisy Fontao, Belkis Proenza, Julie De Grandy y Oneysis Valido, porque ya las siento como mías, junto a mi director, junto a mi obra, porque a las cosas simplemente hay que quererlas, y con esa magia se producirá el milagro.
Entremos pues, en el juego. Seamos parte de esta historia que cuenta la vida de cuatro mujeres que en una madrugada, aprovechando el silencio de la noche espesa, valiéndose del rumor del mar, parten hacia el sitio en que tan bien se está, sueltan sus gritos reprimidos, esos que ya no pueden callar por más tiempo. Esos que les han hecho permanecer o no, en su lugar. Será preciso despojarnos de toda intención intelectual. Ésta es una invitación a vivenciar, como en un culto sagrado, la energía de cuatro mujeres que surcan el océano con un poco de arena y agua de mar en su bolso, con sus caracoles en los oídos; ese rumor de gaviotas batiendo sus alas a un tiempo, para decir, aquí estamos, somos de la playa de Caibarién, La tierra más hermosa que ojos humanos han visto.
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