Saturday, May 8, 2010

TALCO que pela: Miseria humana en las calle de mi Habana*

Talco. Juan David Ferrer y Ariel Texidó.

TALCO que pela: Miseria humana en las calle de mi Habana*


Rosie Inguanzo
Tu Miamiblog.

Hoy es la última función de Talco en Teatro Abanico. El título alude la cocaína que se trafica en el cine El Mégano, y sin agregar mucho a lo que ya se ha dicho sobre la puesta, recomiendo que vaya dispuesto a digerir material duro, detritus humano, cielo desfondado. Este talco pela. Duele constatar que La Habana profunda sea hoy una urdimbre social sumergida en el deterioro y la carroña, donde los "gusanos rojos" sienten nostalgia por la era soviet. El escenario en tres planos precedido por un lumínico del cine, y de fondo los sucios orinales de un baño de hombres, componen una escenografía y montaje mínimos, supeditados al libreto de Abel González Melo y al montaje de Alberto Sarraín sin que les sobre nada, como dos líneas de coca cortadas por la precisión de un bisturí quirúrgico infectado.

Juan David Ferrer lleva el peso de esta historia reptando con desparpajo entre la maldad y el desencanto. Ferrer, Ariel Texidó, Norberto Correa y Oneysis Valido completan la documentación del desastre totalitario que pretendió crear un “hombre nuevo” y devino cáncer social, exhibiendo sus estereotipos: el travestí celestinesco, el traficante de drogas que lo mismo funge de chulo que de puto, la jinetera universitaria (trágica paradoja en la Cuba actual), los tres en función de un cliente intercambiable, encarnando la desesperación tácita de los estrangulados por un descalabro social que no da tregua. Ahórrese leer metáforas. Aquí nadie quiere salvarse, porque sobrevivir no los salvará de nada; son arquetipos condenados a la revulsiva ratonera.

Contrario a otras opiniones, me resulta acertadísima la traspolarización temporal, donde el brevísimo segundo acto surte el efecto de un epílogo en dos escenas (sodomía y desangramiento gráficos incluidos), que en realidad serían el prólogo de lo que había empezado a media res. Es un ardid más literario que teatral, más fílmico -quizás por ello particularmente interesante de llevar a escena. La documentación realista no pretende alterar las imágenes terribles que produce la trama social. Me ha gustado mucho este Sarraín mínimo, distanciado del reverie errático del polvo blanco que esnifan los degenerados de mi generación.

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