Saturday, July 14, 2012

Teresa María Rojas, una VIDA dedicada al teatro.

Tomado de Artefactus Magazine.

Olga Connor
El Nuevo Herald l 07.12.2012.

Hoy es un día de gran celebración para el teatro de esta ciudad. La poeta, actriz, directora de teatro y pedagoga Teresa María Rojas recibirá el premio a una “Vida de Dedicación a las Artes Escénicas” en la inauguración del XXVII Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, dedicado este año al teatro latino de Estados Unidos.

El acto tendrá lugar en el Carnival Studio Theater del Adrienne Arsht Center, donde se presentará también Short Eyes, de la compañía Urban Theatre Movement de Los Angeles.

La razón del premio a Teresa María Rojas la definió el fundador y director del Teatro Avante y del Festival. “Es tan sencilla como el nombre del premio”, afirmó Mario Ernesto Sánchez. “Teresa María ha dedicado toda su vida no solo a desarrollar su talento y practicar su profesión de poeta y actriz, sino al programa bilingüe de drama que fundó con Prometeo en el Miami Dade College – Wolfson Campus. A través de tres décadas, ha formado a varias generaciones de teatristas [me incluyo], que ahora llenan los escenarios de Miami. Y en esta oportunidad, cuando el Festival le ofrece un homenaje al teatro latino, lo más lógico y justo es que ella fuera la seleccionada”.

Rojas estaba marcada por el dolor desde la niñez a ser actriz. “Mi madre estaba tuberculosa, y comenzó a agonizar cuando nací; nos separaron enseguida”, contó la actriz. “Vivíamos en una casa de dos plantas, ella en el piso alto, aislada. Siempre que podía me miraba, desde la ventana de su cuarto, entornando las persianas y yo le lanzaba besos. Tengo ese recuerdo marcado en los ojos, como un flash fotográfico”.

Un día se lastimó la mano y no querían que la madre sufriera, por lo que suspendieron las visitas. “Mi madre, ya moribunda, quiso verme desde la ventana, una última vez”, siguió relatando. “Escondí la mano vendada detrás de la espalda, y miré hacia su habitación con una sonrisa tan grande que la hizo morir feliz. Nunca supo lo del dedo meñique. Estoy segura de que ésa fue mi primera actuación. De paso, nunca me arreglé el dedito, ahora es motivo de orgullo”.

Desde joven actuaba en el colegio, pero su comienzo profesional se lo debió al director y maestro Francisco Morín, que en La Habana dirigía el teatro Prometeo. “Morín fue mi mentor”, aseveró. Antes de salir de Cuba en 1960, Rojas trabajó en la televisión de La Habana, y se lució en obras como Bus Stop y Alta política, de William Inge, La llama viva, de John Steinbeck, Delito en la Isla de las Cabras, de Ugo Betty, y Antígona, de Jean Anouilh. Sus trabajos después de su salida de la isla y su paso por Venezuela, donde trabajó en Radio Caracas Televisión, son tan extensos como los años que han pasado. Ha actuado y dirigido una gran mayoría de las grandes obras del teatro hispano en Miami y también ha actuado en cine y televisión. Su papel favorito fue el de Luz Marina en Aire frío, de Virgilio Piñera. En Madrid, representó brillantemente la parte de Ofelia, en Ana en el Trópico, del ganador del Premio Pulitzer Nilo Cruz, obra que antes ella había estrenado en inglés, en el Coconut Grove Playhouse, con el título Anna in the Tropics.

Sin embargo, Rojas quiere también destacar la poesía. “Comencé a pensar en verso antes de pensar en escribir”, confesó. “Mi mentor fue Alberto Baeza Flores”. Tiene varios libros poéticos: Pozo de sed (2004); Hierba dura; Capilla ardiente (1981); Campo oscuro (1979); La casa de agua (1977); Señal en el agua (1968).

“El teatro pertenece a los grandes poetas. No es posible separar a uno del otro”, explicó. “Los objetivos quizás difieran en que la poesía es un acto de intimidad, y el teatro, un striptease colectivo de la poesía”.

Cuando creó Prometeo, comenzó a formar nuevos actores que llegaban de todas partes de Latinoamérica. “El Prometeo, Prometeo, comenzó en La Habana, con Morín. El de Miami, conmigo, y el amor de mi vida: Eduardo Padrón”, declaró Rojas.

“Teresa es una auténtica dama de la actuación y una educadora sin igual, que llegó a Miami Dade College con un legado irresistible, el legendario Teatro Prometeo original de La Habana luminosa”, comentó el doctor Eduardo J. Padrón, que entonces presidía el recinto Wolfson, y hoy es presidente de MDC.

“Cuando muy pocos pensaban rendirle pleitesía al idioma español de la mejor forma posible, ella propone revivir la experiencia habanera enriquecida por la nueva circunstancia. El resto es historia”, siguió diciendo Padrón. “Este tipo de aventura cultural tiene que contar con ‘adelantados’ de su eximia categoría. De otro modo no sería posible”.

Sus alumnos a veces no eran tan capacitados o tan inspirados, pero los que no se hicieron profesionales disfrutaron igualmente del programa. “Se nace, se educa y se ilumina, si tienes voluntad y suerte”, reflexionó Rojas. “Mi gran pasión, cuando enseñaba, era que mis alumnos, aquéllos realmente talentosos, aprendiesen a vivir como artistas las 24 horas del día. Y que los que no poseían gracia alguna para el teatro, aprendiesen a ser buenos actores en ese gran escenario que es la vida”.

Marilyn Romero, una de las alumnas que han sido exitosas en las artes escénicas, da una visión del valor pedagógico de Rojas. “Tuve una gran suerte de entrar al mundo mágico y transformador del teatro de la mano de Teresa, porque era firme y protectora”, dijo Romero. “Ella me enseñó a dar los primeros pasos en ese mundo fantástico y extraño de personajes, me enseñó a entregarme a ellos sin miedo y a disfrutar de relaciones maravillosas”. Si Romero la tuvo de modelo, los modelos de actuación de Rojas fueron Raquel Revuelta, en Cuba, y mucho después, en el cine, la escocesa Tilda Swinton. En poesía, José Saramago, Antonio Machado, Dulce María Loynaz y Orlando González Esteva. Este último tuvo mucho que decir sobre su amiga, que dirigió en teatro dos de sus obras, Juegos de azar y El viaje y la abuela.

“Teresa María Rojas, uno de mis grandes afectos, alguien a quien debo observaciones sobre el hecho poético de un fervor y de una sagacidad memorables, es uno de los espíritus más intuitivos que conozco”, expresó González Esteva, haciendo un resumen revelador de la personalidad de Rojas. “Esa virtud tiene un cómplice: su encanto personal, un encanto que abarca su escritura, donde la infancia que sobrevive no ha estado ni está a salvo de las adversidades, y no hay realidad más conmovedora que la gracia tocada por el dolor”.

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