Teatro, puro teatro.
Debido a mi condición de miembro del jurado del Primer Festival de Teatro de Pequeño Formato de Miami consideré que no debía escribir sobre las obras mientras el festival “estuviera andando” (como dirían en mi pueblo), pero como ya han pasado diez días desde su feliz término, puedo ahora levantarme la autoveda para hacer mis comentarios, los cuales he decidido titular como la emblemática canción de la Yiyiyi: “Teatro, puro teatro”.
Cuando la editora Marlene Moleón, primera responsable de mi gozosa complicidad con la locura tan cuerda de este festival, me dijo por email que Yoshvani Medina me quería proponer para que fuera uno de los jurados –con la venia de Pilar Bosch, su productora, hada terrenal y mecenas–, lo primero que me vino a la mente fue que era un honor inesperado e inmerecido, pero que debía dejar la modestia a un lado y verlo como una consecuencia de mi tesón y de mi pasión por el teatro y el arte en general; y lo segundo, que tres semanas seguidas viendo obras y obras iba a ser agotador y tedioso, pero así y todo decidí aceptar el reto, y la verdad es que no me arrepiento en lo absoluto, pues hasta se me hizo costumbre, y ahora lo extraño.
Después de una inauguración bastante lúdica y movida el jueves 1ro de diciembre, el maratón teatral rompió el viernes 2 con la obra La isla en la maleta, cuyo texto lleno precisamente de esos lugares comunes que tanto me incomodan sobre Miami y el exilio me hizo suponer erróneamente que su autor vivía de este lado del Estrecho de la Florida y no en la isla, pero, después que la sufrí completa, Yoshvani Medina me aclaró que no, que Maikel Chávez la escribió “allá” y no “aquí”, lo que no obstante tiene cierta lógica: el autor se quiso “limpiar” y quizás autoconsolar con eso de que en el exilio la carne de puerco y la yuca no saben como en Cuba…, y menos mal que no incluyó lo del helado Coppelia, porque me hubiera obligado a enviarle una caja de paleticas Haagen Dazs para sacarlo de su oportunista confusión, y tanto ese helado como los envíos están bastante caros. Texto aparte, Yesler de la Cruz se esforzó por hacer creíble el drama de las deficiencias gustativas del exilio, entreverado con nostálgicas pinceladas del ballet cubano, y ese reproche in crescendo a la horrible madre que lo sacó de Cuba contra su voluntad, para trabajar pobrecito en tres part-times distintos, hasta que la noticia del cáncer que sufre su progenitora lo hizo aterrizar y comprender que “madre hay una sola”, como en un requetecursi culebrón mexicano. Propaganda “castrista” a un lado –espero que a Maikel nunca le den la visa para viajar al país de los part-times–, la dirección de Ariel Bouza le sacó el jugo a toda esa entelequia oportunista, y el juego con las cuerdas a modo de tendederas y de lazos me pareció muy original y acertado.
Obra: La isla en la maleta.
Autor: Maikel Chávez.
Actor: Yesler de la Cruz.
Dirección: Ariel Bouza.
El sábado 3, Luz Dary Jiménez sacó la cara por los textos con el suyo para su obra Llanto a mí misma, que también interpretó con gran dignidad, dirigida con buen gusto por Valentín Álvarez-Campos, y Alexander Otaola brilló en Las penas saben nadar, ese monólogo de Abelardo Estorino que Adria Santana “bordó” pero que ahora Otaola recreó e hizo suyo con luz propia, impecable dicción verdaderamente neutra –no charra–, y una conmovedora transición de la comedia inicial a ese drama que casi todo actor miamense no mexicano ha tenido que vivir con Univisión, Venevisión, y en menor medida, Telemundo; catarsis que Ernesto Molina como director supo encauzar y engarzar como una verdadera joya.
Obra: Llanto a mí misma.
Autora y actriz: Luz Dary Jiménez.
Dirección Valentín Álvarez-Campos.
Obra: Las penas saben nadar.
Autor: Abelardo Estorino.
Actor: Alexander Otaola.
Dirección: Ernesto Molina.
El domingo 4 de diciembre subió a escena el actor Renato Campilongo para encarnar a un funcionario ruso completamente loco, creación de Nikolái Gogol; una prueba de fuego para todo actor que Renato aprobó con sobresaliente, pues la sorteó con absoluta credibilidad, impecable dicción –realmente neutra, insisto– y bajo la certera batuta de Yoshvani Medina, quien supo coreografiar sus movimientos escénicos para ayudarlo a convencernos sin lugar a dudas de su locura “española”.
Obra: Diario de un loco.
Autor: Nikolai Gogol.
Actor: Renato Campilongo.
Dirección: Yoshvani Medina.
A continuación, Sinfonía en Do Mayor (y La menor) funcionó como esa exquisita “cena” que uno siempre ha idealizado, pues resultó ser un banquete escénico de la más alta calidad, al punto de que pensé que su autor era algún renombrado dramaturgo europeo ya fallecido, pero, por fortuna, su autor es Yoshvani Medina, y está vivito y c…(se los dejo a su imaginación), con Walter Tucci como cómplice en la dirección de arte, y tres excelentes actores para hacer posible el milagro en la escena: Rosalinda Rodríguez, idílica y formidable actriz mexicana rescatada del reino de las telenovelas; Valentina Villamizar, una “Julieta” colombiana intensa y arrebatada; y Carlos Garín, el experimentado actor cubano que las toreó y las espoleó a las dos como todo el maestro de las tablas que es, aunque, de los tres, Rosalinda fue la que pareció apoderarse con más fuerza de su personaje, sin engolamientos de la voz ni otros amaneramientos actorales.
Obra: Sinfonía en Do Mayor (y La menor).
Autor y director: Yoshvani Medina.
Elenco: Rosalinda Rodríguez, Carlos Garín y Valentina Villamizar.
Director de Arte: Walter Tucci.
Con tres días de “descanso” por el medio, el festival continuó el jueves 8 diciembre en la sala de teatro de ArtSpoken, esta vez con un monólogo interpretado por el brasileño Al Danuzio, titulado La vida, cuya fresca presencia constituyó un regalo visual para los amantes de la belleza del cuerpo humano, y su dominio del texto en un idioma que no es el suyo un ejemplo de profesionalismo a imitar. Walter Tucci como director de arte fue el responsable de que este juvenil “Diógenes” se sirviera de su tonel como si hubiera sido un caracol con su concha, y el toque “yoshviniano” de la puesta ya no me sorprendió como cuando Sinfonía… , y ahora sí no se lo atribuí a ningún talento foráneo ya fallecido o en vías de.
Obra: La vida.
Actor: Al Danuzio.
Dirección de arte: Walter Tucci.
Puesta en escena: Yoshvani Medina.
Le siguió Acuérdate, un texto de la autoría del mexicano Juan Rulfo, en el cuerpo y la voz de Marcos Rosales, quien, aunque careció de la sutileza que da el oficio, realizó un trabajo bastante digno, sin brillantez pero sin estridencias.
Obra: Acuérdate.
Autor: Juan Rulfo.
Actor: Marcos Rosales.
Dirección de arte: George.
Puesta en escena: Yoshvani Medina.
La argentina Alejandra Corujo escogió a Lorca para posesionarse del personaje de Martirio, y cerrar así la noche con una clase de actuación conmovedora.
Obra: Martirio.
Autor: Federico García Lorca.
Actriz: Alejandra Corujo.
Dirección: Miguel Sahid.
De Un parcero llamado Brad Piss, con que abrió la noche, considero que fue lo peor del festival, tanto por el insulso texto como por la pobre y forzada actuación de Andrés Martínez Tutek, quien se “desdirigió” a sí mismo.
Obra: Un parcero llamado Brad Piss.
Escrita, dirigida y actuada por Andrés Martínez Tutek .
El viernes 9 diciembre fue una noche de lujo, con dos puestas sobresalientes: La muñeca de los mayores, interesante texto de Jorge Félix Rodríguez actuado con desenfado y clase por Katia Ribeyro, quien matizó convincentemente tanto a la niña como a la mujer, dirigida por Juan Carlos Castañeda, quien supo explotar con inteligencia los recursos cinematográficos a su disposición, para imprimirle a la obra ese aire fresco e innovador que muchas veces extrañamos en otras puestas; y luego El amante, que comentaremos después de los créditos de La muñeca…
Obra: La muñeca de los mayores.
Autor: Jorge Félix Rodríguez.
Actriz: Katia Ribeyro.
Dirección: Juan Carlos Castañeda.
En El amante, Carlos Garín superó su entrega de Sinfonía… al encontrar ahora el tono preciso para interpretarlo, y la dupla Tucci/Yoshvani volvió a lucirse con la puesta, una de las mejores de todo el festival en cuanto a movimiento escénico, uso del reducido espacio y concepción del espectáculo como tal. El texto, eso sí, me pareció envejecido, pasado de moda; no porque cosas como ésas no sigan ocurriendo en la actualidad, sino porque hoy hay ya otras “soluciones” para el inevitable declive de la atracción sexual en un matrimonio de muchos años, que hubiera sido mucho más interesante ver como conflicto en la escena. La actriz Myriam Amanda, a su vez, me pareció sobreactuada y poco convincente, y no logró a mi juicio establecer una marcada diferencia entre la señora y la amante, “personajes” que trató de interpretar con mucho esfuerzo pero con muy pobres resultados.
Obra: El amante
Autor: Harold Pinter.
Elenco: Carlos Garín y Myriam Amanda.
Dirección de arte: Walter Tucci.
Puesta en escena: Yoshvani Medina.
El sábado 10 de diciembre el festival se trasladó hacia la Sala Avellaneda del Grupo de teatro Akuara, para ver primero una gran actuación sobre la base de un excelente texto de Ulises Cala –quien recibiría el premio del festival en ese rubro–, donde John Chávez “fue” Eróstrato, no sólo lo interpretó, y eso es lo más grande que se puede decir de un actor; y luego vino Traficantes de pasión, que comentaré después de los créditos de Eróstrato.
Obra: Eróstrato.
Autor: Ulises Cala.
Actor: John Chávez.
Dirección de arte: Walter Tucci.
Puesta en escena: Yoshvani Medina.
Traficantes de pasión es una obra muy poco convencional, lejos por tanto del teatro complaciente y/o comercial que pudiera atraer a otro tipo de público, y ése es para mí el principal mérito de esta puesta, que ya comenté favorablemente cuando la vi por primera vez, por lo que me autocitaré: “Como buena cocinera –no en balde su puesta anterior se llamaba El banquete infinito– ahora la actriz, escritora y directora Yvonne López Arenal nos sirve a la carta esta obra donde a cada uno de los actores le han tocado dos platos fuertes –sin postre a la vista, y mucho menos café, o al menos “cortadito”, para hacer menos intensa y laboriosa la “digestión” –. Y digo esto, porque tanto Yvonne López, Joan Vega como Carlos Alberto Pérez transitan de forma admirable de un personaje a otro, en un drama in crescendo que resuelven con total credibilidad y comedimiento, a pesar de lo terrible del desenlace, que justifica gritos y desgarres, que aunque no faltan, tampoco sobran”. Añado ahora que el texto es precisamente una de las fortalezas de la puesta –para mí el mejor texto adaptado del festival–, aunque otros críticos no lo hayan podido ver así, pues el tema, por desgracia, nunca se extinguirá, de ahí la inclusión de teléfonos, uniformes nazis y laptops como reveladores elementos escenográficos.
Obra: Traficantes de pasión.
Escrita y dirigida por Yvonne López Arenal.
Elenco: Yvonne López Arenal, Carlos Alberto Pérez y Joan Vega.
Para cerrar la atareada semana, también en la misma “lejana” sala de Akuara, el domingo 11 de diciembre le tocó abrir la sesión a la cubanoamericana Cristina Karman Rojo, para mostrarnos su The secret garden, un texto bilingüe de su propia autoría que interpretó con absoluta maestría.
Obra: The secret garden.
Escrita, dirigida y actuada por Cristina Karman Rojo.
Después de la desaparición de la tierra del jardín de Cristina, Yiset Torres y Pilar Brú se enfrentaron en La más fuerte, donde el texto de Strindberg fue “recitado” por Yiset sin mostrar una adecuada introspección del personaje, y Pilar se limitó a escuchar, como demandaba su rol, pero sin que su cara mostrara casi ninguna reacción ante lo que escuchaba.
Obra: La más fuerte.
Autor: August Strindberg.
Elenco: Yiset Torres y Pilar Brú.
Y para poner punto final a la jornada, el fantasma de Virginia Wolf se “manifestó” en escena, con Miriam Bermúdez como médium, para en un atormentado contrapunteo con su esposo –interpretado con mesura y dignidad por el joven actor Joan Vega– develarnos el drama de su atormentada vida y justificar las razones para su suicidio, parte ya del imaginario o subconsciente colectivo de los que la admiramos como escritora.
Obra: Virginia.
Autor: Rita Martin.
Elenco: Miriam Bermúdez y Joan Vega.
Dirección: Yvonne López Arenal.
La tercera semana del festival se inició el jueves 15, también en la sala de Akuara, con el monólogo Balance de la soledad, en el que la actriz Bárbara Mosquera “desgranó” el rosario de sus frustaciones como mujer, dirigida por María Cecilia Oduber, con un texto también de su autoría lleno de lugares comunes, y que por momentos resultó hasta patético, por lo que le recomiendo a Bárbara que emplee mejor su indudable carisma en obras de autores reconocidos y/o con temas más originales.
Obra: Balance de la soledad.
Autora y actriz: Bárbara Mosquera.
Dirección: María Cecilia Oduber.
Después de Bárbara, le tocó al autor y comediante Saulo García dar una clase magistral de lo que es un texto inteligente, entretenido y muy simpático, aunque considero que a pesar de su talento como comediante y a la gran comicidad de la obra, ésta resultó un poco larga, por lo debería ser acortada.
Obra: La vida en los Esclavos Unidos.
Autor y actor: Saulo García.
Dirección: Juan Carlos Talero.
El viernes 16 de diciembre, en la misma sala, María Cecilia Oduber cometió casi los mismos “pecados” de Bárbara Mosquera, a quien dirigió en Balance de la soledad, pues su monólogo Matricidio también estuvo lleno de lugares comunes, y dos o tres veces se deslizó hacia la vulgaridad, por lo que le receto la misma medicina que a Bárbara.
Obra: Matricidio.
Autora, actriz y dirección: María Cecilia Oduber.
Y como colofón para esta noche de monólogos con textos poco felices, Gualberto González, con indudables recursos histriónicos como actor, también sucumbió a la tentación de la escritura y nos brindó una patética e interminable tragedia de su autoría, con una estrecha relación filial con los tangos más pesimistas de su tierra, que pese a su pretendida actualidad, me recordó al cine argentino de los cuarenta, tanto por lo trágico del argumento como por la manera sobreactuada con que se desenvolvió.
Obra: Rabia.
Autor, actor y dirección: Gualberto González.
Y como “postre” de todo ese banquete teatral que por tres semanas se estuvo sirviendo para el público de Miami en dos escenarios distintos, el sábado 17 de diciembre el festival regresó a la sala de Artspoken con dos espectáculos extraordinarios para el punto final: Las hijas, de Ulises Cala, con la excelente actriz Sonya Smith como protagonista, y Monologando, con otras tres sobresalientes actrices “escapadas” del mundo de las telenovelas como Sonya: Jeannette Lehr, Sofía Lama y Rosalinda Rodríguez, dirigidas a su vez por Jorge Mendoza.
Ahora tengo que poner sumo cuidado con la adjetivización que emplearé para calificar ambos sucesos teatrales, porque de verdad que los dos “subieron la parada” del festival.
El magnífico texto de Ulises –inspirado en La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca–; la cuidada dirección de arte de Jorge Riverón, y la puesta en escena cual mecanismo de relojería de Yoshvani Medina sirvieron de soporte a Sonya para que nos “avasallara” con su talento y con su profesionalismo, al encarnar de modo totalmente contemporáneo a estas oscuras mujeres que languidecen sin amor de hombre, y transitando de una a la otra como quien se cambia de peinado. A mí, particularmente, que he visto a Sonya actuar en varias telenovelas de Telemundo, y que hasta he estado a su lado como extra, me consta que esta actriz no vive de poses ni es engreída, a pesar de su belleza, su elegancia y su clase, por lo que me dio un gusto enorme verla brillar en esta puesta como la gran artista que es; no en balde fue la merecedora del premio a la mejor actriz en un monólogo de este festival.
Obra; Las hijas.
Autor: Ulises Cala.
Actriz: Sonya Smith.
Dirección de Arte: George Riverón.
Puesta en escena: Yoshvani Medina.
Después que Sonya dejó tan “caliente” el escenario de Artspoken, sus tres colegas “telenoveleras” recogieron el batón encendido de sus manos, para, de una en una, dar una demostración de lo que es “monologar” de verdad, ¡coño!
Rosalinda, otra de las grandes revelaciones de este festival como actriz de teatro, comparte con Sonya los mismos atributos que le señalé a la venezolana, con un “duende” que te atrapa desde que sale al escenario, mientras que Jeannette Lehr nos hizo creer que estaba borracha de verdad, tanto de alcohol como de frustraciones; y Sofía Lama, con su chispeante, inteligente y realista monólogo sobre la lesbiana que se va a casar para “tapar la letra”, evidenció también su gran clase como actriz de teatro, luego de haber trabajado en varias telenovelas de Venevisión como en Eva Luna; tres inteligentes monólogos, tres actrices en plenitud de facultades, y un director con el talento y el oficio necesarios para demostrar que el teatro en Miami “se encuentra de parranda”, como en general lo ratificó todo este exitoso y fecundo festival.
Obra: Monologando
Elenco: Jeannette Lehr, Sofía Lama y Rosalinda Rodríguez.
Dirección: Manuel Mendoza.
De forma general, quisiera hacer un llamado a los teatristas de Miami que no participaron en este I Festival de Teatro de Pequeño Formato de Miami, para que no se atrincheren en sus torrecitas de marfil y participen en el próximo, porque nadie es “la bala que mató a Kennedy” ni “la última Coca Cola del desierto”; y si no, miren a Sonya, tan bella y talentosa, y tan sencilla y amable, que participó en el festival, reivindicando a las actrices de telenovelas, al igual que Rosalinda y Sofía.
También, que abran sus festivales a los otros grupos de teatro, para que en Miami exista, de verdad, una gran familia teatral, en vez de andar cada uno por su lado como ahora.
Gracias, Yoshvani Medina; gracias, Pilar Bosch, por su visión y su mecenazgo, ¡y que nunca muera el teatro!
Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Miami, 12/27/2011
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