Sunday, June 6, 2010

La noche de Eva vista por Jesús Hernández.



Foto: Ernesto García.

Una pieza concisa


Por Jesús Hernández
LA REVISTA DEL DIARIO.

Dos mujeres francesas, aparentemente comunes, se encuentran al otro lado del límite de la existencia para hablar del pasado y dilucidar las causas de ciertos sucesos. Un encuentro con aire de copas donde no faltan la rivalidad y las memorias tropicales en la Cuba del escritor Alejo Carpentier, el pintor Carlos Enríquez y el dramaturgo Virgilio Piñera. Un texto escrito por Yvonne López Arenal que tiene por título La noche de Eva y es presentado en la sala Teatro en Miami Studio bajo la dirección de la autora.

Las dos francesas tienen por nombre Eva y Simone, precisamente Eva Fréjaville y Simone De Beauvoir. Dos mujeres que bebieron de las aguas de la intelectualidad y a ella se ocuparon la mayor parte de sus vidas, aunque Eva tuvo la grata peculiaridad de vivir el acontecer cultural y sociopolítico de la isla caribeña, además de ser una popular figura de la sociedad intelectual habanera. “Madame Eva”, como le llamaba Virgilio, según asegura el escritor cubano Antón Arrufat en una entrevista.

De hecho, Eva llegó a La Habana de la mano de Carpenter en 1939, pero pronto se separó y se casó con Enríquez, el pintor que la retratara desnuda.

Simone apenas conoció a Cuba en un par de viajes relámpagos que hizo con su pareja, el célebre filósofo francés Jean Paul Sastre. Mujer de pensamiento existencialista, feminista y también marxista que abrazaba entonces a la llamada Revolución Cubana.

Unos meses después las cosas cambiaban y Eva huía de Cuba como muchos otros, mientras Carpentier aplaudía a la Revolución, sobre todo desde París; y Virgilio planteaba sus miedos ante la creciente manipulación y censura que se acercaba.

En ese contexto histórico, donde abundan los pasajes de vivencias y convicciones, Yvonne López Arenal asume la escritura de un texto conciso y bien intencionado que desempolva a estas dos mujeres para sugerir sus verdades, al mismo tiempo que rememora la posición de Virgilio Piñera como la realidad que continúa golpeando a la intelectualidad cubana en la Isla. Una pieza teatral con matices de relato que resulta ser amena.

Una sala bien situada con dos butacas, un par de mesitas y algunos espejos conforman la escenografía necesaria de Eduardo Arrocha. Butacas y mesitas que cumplen las funciones esperadas, así como los espejos que además sirven a los personajes para mirarse así mismo y buscar las interioridades.

Yvone asume a Eva, además de la dirección de la puesta en escena. Doble función que aquí resulta ser arriesgada y provoca la falta de una atención mayor al desarrollo del papel protagónico. Personaje que debe proyectar la fluidez de identidades y el acrecentamiento de la trama que el propio texto exige.

Miriam Bermúdez asume a Simone con el carácter necesario y esperado, aunque igualmente el ímpetu de la dirección falla si tenemos en cuenta las muchas veces que el personaje proyecta su actuación al público.

La noche de Eva es ante todo un texto que cuenta con la buena iniciativa de juntar a estos dos personajes, aparentemente comunes y disímiles, para incorporar otros importantes y todos juntos sacar a flote las inquietudes que tal vez tuvieron y no pudieron responder en vida.

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