Sakuntala la Mala contra la Tétrica Mofeta establece un diálogo con la obra de Reinaldo Arenas. Sus lectores encontrarán en la obra de Daniel Fernández una versión distinta pero complementaria del mundo habanero de los años sesenta y setenta. Escrita con humor y franqueza, esta novela pone a disposición de los lectores otro testimonio de un período clave de la historia cubana del siglo XX.
La venganza de Sakuntala en un libro
By SARAH MORENO
``Sakuntala la Mala para Reinaldo viene siendo como el Profesor Moriarty para Sherlock Holmes; el perseguidor, el personaje malo que siempre le está llamando la atención sobre el uso del subjuntivo, sobre la fantasía enloquecida y el delirio; el que lo trae a la realidad'', explica Fernández.
Ese retrato, que durante años Fernández evitó leer porque lo presentaba de una manera desfavorable, fue el catalizador para escribir la novela, Sakuntala la Mala contra la Tétrica Mofeta (Editorial Silueta), que presenta esta noche en el Centro Cultural Español de Coral Gables.
Partiendo de la idea expresada por Arenas de que ``toda literatura es una venganza'', Fernández urdió la suya en una obra de ficción catártica que estructura como una conversación semanal entre el periodista Daniel Fernández y Sakuntala la Mala. El personaje viene a contar su versión de la historia y a dar también una visión más realista de La Habana de los años 60 y 70 que ambos escritores vivieron.
``La obra de Reinaldo, que es tan beligerante, me impulsó a contar mis problemas y a describir esa vida habanera que él ve de otra forma. El exagera, y creo que algo se pierde. Yo la cuento de una forma más cercana a la realidad'', comenta Fernández, que cree que la realidad cubana es de por sí hiperbólica, surrealista y mágica.
``El fenómeno de la situación política de Cuba es surrealista. Se le llama revolución a lo que es una monarquía sucesoria'', ejemplifica Fernández.
A partir del rescate de sus memorias e incluso de los borradores de textos escritos en su juventud que fueron confiscados por la policía política, Fernández, que reside en Miami desde 1979 y que literariamente se ubica en la Generación del Mariel, construye un retrato de una época de contrastes: las primeras décadas de la revolución.
``Sobre todo en los años 60, La Habana era muy palpitante. Era un lugar donde todavía se estaba haciendo una revolución cultural. Nosotros estábamos por los 20 años'', informa Fernández de él mismo, de Arenas y José Abreu Felippe, inspirador también de Sakuntala la mala...
``Fuimos muy precoces. A esa edad ya yo leía en francés y en alemán'', añade, contando que a los 13 años, para la Campaña de Alfabetización, se llevó como lectura, La piel, de Curzio Malaparte.
Si bien se vivió un ambiente de intensa actividad cultural, como recoge Fernández al narrar sus visitas a casa de los Ibáñez, una familia cultísima --descendiente del patriota de las guerras de Independencia Juan Gualberto Gómez-- cuyos miembros pintaban, escribían y servían de anfitriones a tertulias de escritores como Virgilio Piñera, también se reprimió oficialmente toda libre expresión de pensamiento.
Fernández estuvo preso un año y medio por escribir una novela, La vida secreta de Truca Pérez, que aunque no se publicó, fue leída en manuscrito por muchos. Las autoridades la consideraron subversiva, especialmente por un párrafo que ubicaba a Fidel Castro junto a otros dictadores históricos.
``Con Truca Pérez pasó como con El Quijote, que mucha gente hablaba de ella sin haberla leído'', recuerda Fernández. ``Eso fue fatal para mí, porque para ellos yo era un `distribuidor de propaganda enemiga' a nivel nacional, completamente pagado por la CIA. Ellos me insistían [en el interrogatorio en Villa Marista] `¿Cómo fue que la CIA te inspiró?' ''.
El escritor tenía como ``agravante'' su condición de homosexual, que en determinado momento le impidió la entrada a la Universidad de La Habana, objetivo que más tarde logró al estudiar Literatura Hispanoamericana y Cubana en el curso nocturno, cuando trabajaba como estibador de los muelles.
``Aparentemente, la revolución se había hecho para los jóvenes, para el futuro. Se publicó a Kafka, Joyce y Proust, y luego cuando uno iba a escribir como Kafka, Proust y Joyce lo cogían preso, y había que escribir ditirambos'', denuncia Fernández.
El dramatismo de la represión Fernández lo matiza con humor, construyendo una galería de personajes clave de la cultura cubana que fueron a la vez muy influyentes en su vida y en su concepción de la literatura, desde Piñera hasta la pintora Clara Morera, con quien vivió un romance peculiar. Pero sobre todo, su visión de Arenas y de su alter ego, La Tétrica Mofeta, son el mejor legado de la novela.
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