Wednesday, November 14, 2012

La novela Un bronceado hawaiano, de Matías Montes Huidobro



A la venta en la Feria del Libro de Miami, Ediciones Universal, Editorial Aduana Vieja. Para cualquier información, contactar al autor mmhuidobro@aol.com

La novela Un bronceado hawaiano, de Matías Montes Huidobro, será presentada el domingo 18 de noviembre, durante la Feria Internacional del Libro de Miami
    
A Hawái le sienta el negro
     por Luis Agüero, Miami | 12/11/2012



Lo primero a destacar en Un bronceado hawaiano, el más reciente título publicado por el poeta, narrador, dramaturgo e investigador Matías Montes Huidobro, es que posee una virtud que a mí se me antoja indispensable en cualquier novela: se lee de un tirón. El libro, de 357 páginas, cuenta una historia que se mueve a sobresaltos, aunque sin perder jamás el ritmo, entre el realismo áspero de los llamados “duros de pelar” (Chandler, Hammett y Cía), algunas situaciones que de un modo u otro remiten al código del absurdo y pasajes de un erotismo tan brutal que lindan con la pornografía; todo ello aderezado con disquisiciones, que transitan de lo lírico a lo filosófico sin ningún pesar, acerca del arte y el sexo, los celos, las relaciones profesionales, el asesinato como una de las bellas artes y todo lo humano y lo divino, incluyendo “la inmortalidad del cangrejo”, según el propio autor. A primera vista parecería que, en una supuesta novela negra, semejante mezcla, al igual que la lingüística y las matemáticas, como diría Ionesco, deben conducir siempre a lo peor; sin embargo, Montes Huidobro se las ha arreglado, gracias a su pericia como prestidigitador literario, para componer una obra que esconde al lector mucho más de lo que muestra. Los ingleses aseguran que el paquete es la mitad del regalo, y en este caso el atractivo paquete que supone la anécdota criminal oculta el regalo de un insólito rastreo por las veleidades del alma humana. Cuando uno termina de leer el libro está consciente de que se ha entretenido, de que la ha pasado muy bien, pero al mismo tiempo empieza a dudar si debe reiniciar la lectura de inmediato, y con mucho más atención, para descubrir de qué trata realmente esta narración que podría ser, como asegura uno de sus personajes, un rompecabezas al que le falta la pieza clave, a pesar de que si lograras encontrarla vas a darte cuenta enseguida que resulta en lo absoluto prescindible. Desde la misma portada, donde aparece como un reclamo publicitario el subtítulo Un film noir, se hace presente el interés del autor por dejar pistas falsas, pretendiendo hacer pasar por una película lo que debería ser un libro.

Si el subtítulo citado antes se acepta como uno de las vías para desentrañar cada escondrijo de esta novela, resulta obvio que Un bronceado hawaiano es ante todo un homenaje en tono de parodia —alguien dijo que toda parodia es en el fondo un homenaje— al cine negro norteamericano, y de paso a la literatura que le dio origen. Montes Huidobro se refiere con frecuencia casi maníaca a actrices, actores y directores de las películas más notables de este género, o sub género, o como quiera llamársele, así como a los autores de las novelas en que muchas de ellas se inspiraron; es más, sin temor alguno remite al lector en sus dos personajes femeninos protagónicos (Doris y Janet) a patrones de la femineidad que establecieron dos grandes estrellas de la pantalla (Lana Turner y Katherine Hepburn, respectivamente), e incluso crea un detective chino al que llama Chan, igual que el célebre Míster Chan del cine, llegando al colmo de hacerlo decir en determinado momento que es necesario tener “paciencia, muuuchaaa pacienciiiaaa…”, frase que hizo popular el personaje radial Chan Li Po creado por Félix B. Caignet, el mismo autor de El derecho de nacer, la madre de todas las telenovelas. Haciendo uso una vez más del juego de las muchas identidades, el autor no se conforma con la copia sino que se esmera también en dejar constancia de la copia de la copia.

Esta suerte de calistenia lúdica, que por lo general tiene carácter de humorada, de simple broma, a ratos se trasmuta en consideraciones de mayor peso, sacando a flote por ejemplo las miserias humanas de un estrato social que podría aparentar estar bien lejos de tal estigma: el mundillo intelectual académico en USA. La “locación” —para usar un término cinematográfico— de la novela se sitúa, además, en Hawái, una especie de paraíso terrenal, paisaje que no resulta precisamente el más apropiado, al menos desde el punto de vista literario más ortodoxo, para contar la historia de un asesinato. De principio a fin de la novela, Matías Montes Huidobro hace uso de encontronazos semejantes, lo cual le otorga a la narración un aire muy particular, una respiración como de pez vuelto al agua después de librarse del anzuelo que lo mantenía en el aire a punto de ahogarse.

Creo que uno de los aspectos más llamativos de la novela es el Narrador, así con mayúscula, como si fuera, y de hecho creo que lo es, otro personaje del libro, tal vez el único realmente protagónico, pues en última instancia es el que se ocupa en definitiva de hacer avanzar la acción. Transitado de una exposición más o menos convencional en tercera persona del singular hasta una insólita primera persona del plural, Matías Montes Huidobro cuenta esta imbricada historia desde muy diversos puntos de vista, apelando a veces al observador objetivo, otras al narrador omnisciente que todo lo sabe e incluso llegando al extremo de dialogar con el lector para confesarle que no tiene la menor idea de lo que le pasa por la cabeza a sus personajes. Una vez más el juego de mientras más parezco enseñar es que de verdad más escondo.
Un bronceado hawaiano es, como la pintura inútil, repetitiva y alucinada de Bob Harrison, su personaje clave, un libro que puede compararse con una cebolla de múltiples y disímiles capas, a las que es necesario ir penetrando hasta encontrar su desolador meollo. También, como señalé al inicio, es un libro que resulta muy agradable de leer, tal vez porque está repleto de sorpresas. A mí, en particular, me llegó la mayor de las sorpresas casi al final de la lectura, cuando se hace el minucioso inventario de la biblioteca de Chan, y me enteré, sin el menor asomo de duda, que entre una edición príncipe de Los miserables y las novelas de Agatha Christie y Mike Hammer, estaba una novela negra firmada por mí y que es probable que alguna vez haya escrito y a lo mejor hasta que fuera publicada, aunque de lo que sí creo estar seguro, no lo sé a ciencia cierta, es que jamás ganó ningún premio literario.

La presentación de Un bronceado hawaiano de Matías Montes Huidobro en Miami, tendrá lugar en la Feria Internacional del Libro el día 18 de noviembre (domingo) a las cuatro de la tarde (building 8), dentro del marco de un panel sobre “la novela negra”, donde también participarán Rodolfo Pérez Valero e Ignacio Cárdenas Acuña


Thursday, November 1, 2012

‘Nevada’, CORAZONES helados



 Foto: Ulises Regueiro. Andy Barbosa y Liset Jiménez.

‘Nevada’, CORAZONES helados


Chely Lima
El Nuevo Herald l 10.30.12

Akuara Teatro, La Ma Teodora y el Archivo Digital de Teatro Cubano de la Universidad de Miami traen a la Sala Avellaneda Nevada, de Abel González Melo, bajo la dirección de Alberto Sarraín y con la asistencia de José Antonio Orta. Se trata de una obra que forma parte de la trilogía Fugas de invierno, junto con Chamaco y Talco, que Sarraín llevara a escena con anterioridad para disfrute del público miamense.

La pieza tiene lugar en un ámbito violento y oscuro de la Cuba contemporánea, entre personajes a los que se niega toda esperanza y para los que la única puerta de salida es la fuga hacia lo desconocido. Lucía, la protagonista, es una jovencísima jinetera que ejerce el oficio para complacer a Rosnay, el hombre del que vive enamorada. Magda, la madre, una enfermera que explota a su hija, y Osmel, el hermano recién expulsado de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, completan el círculo familiar. Desde la periferia, testigos ignorantes del cruce de amores y desamores del cuarteto, otros dos caracteres se inmiscuyen en el camino de Lucía; son ellos Frank, un marginal de poca monta que paga por el cuerpo de la chica, y la vieja Higinia, quien vigila el destartalado cine del barrio en las madrugadas.

El sueño de Rosnay de escapar en lancha con rumbo a Estados Unidos en compañía de su novia, para establecerse ambos en el estado de Nevada, funciona como detonante de una tragedia en la que la única calidez proviene del tórrido invierno tropical, porque la batalla por la supervivencia ha invadido como nieve maligna la humanidad de aquellos que rodean a la pequeña prostituta, estableciendo reglas inmisericordes que convierten al hombre en el lobo del hombre.

La producción cuenta con un notable diseño escenográfico de Eddy Díaz Souza –que sugiere con unos pocos planos la sordidez de una calle, el apartamento de Rosnay y la vivienda que comparten Lucía y su madre–, en tanto el diseño de luces pertenece a Mario García Joya, y la banda sonora –que es puro bolero, como corresponde– corre a cargo de Daniel Correa.

En cuanto a la puesta de Sarraín, dentro del ritmo vigoroso que imprime a la historia, tres escenas sobresalen por su garra: aquella que ilustra la relación sadomasoquista de Magda y el joven amante; esa otra en la que Frank le niega el pago a Lucía, y la que se desarrolla entre Rosnay y Osmel. Sin embargo, creo que se abusa innecesariamente del recurso de las imágenes en pantalla; siento que el cuadro que cierra la obra debió subrayar el “congelamiento” de los personajes, su pavorosa elementalidad, y queda en cambio como un apéndice cuya falta de contundencia contrasta con la intensidad de la escena que la antecede, y, por último, la concepción superficial del personaje de Higinia –a cargo de Miriam Bermúdez– trivializa el contenido simbólico del personaje.

Liset Jiménez se mueve sobre las tablas con encanto y desenvoltura en el papel de Lucía; son excelentes las actuaciones de Pepe Ronda como Rosnay y Andy Barbosa como Osmel; Yvonne López Arenal borda cuidadosamente su Magda, y Carlos Alberto Pérez encarna un maligno Frank lleno de color.

Altamente recomendable, Nevada, con sus crudos diálogos y su pugna de corazones helados por el extremo desencanto, es sin lugar a dudas una de las piezas más contundentes del repertorio teatral miamense de este año.